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La Nakba palestina languidece en el olvido

El tiempo corre inexorablemente a favor de los intereses de Israel y en contra de los de Palestina, especialmente desde que la Administración Trump se hiciera con las riendas de la Casa Blanca. La declaración de capitalidad israelí sobre Jerusalén en diciembre de 2017, el traslado de la Embajada estadounidense hace exactamente un año y el reciente reconocimiento de titularidad israelí de los Altos del Golán han logrado que su primer ministro, Benjamín Netanyahu, nunca lo haya tenido tan fácil para afianzar la ocupación, tanto de facto como de iure. En contraposición, los palestinos nunca han estado tan débiles, fragmentados e, incluso, ignorados. La causa palestina se muere poco a poco.  

Dentro de este contexto geopolítico la conmemoración de la Nakba persigue resituarla dentro de la agenda política y mediática internacional, aunque solo sea por un día. “Este año la Nakba supone el cumplimiento de 71 años del desplazamiento masivo de palestinos con motivo de la guerra de 1948”, explica Raquel Martí, responsable de la UNRWA (agencia especializada para los refugiados palestinos creada por la ONU precisamente tras la guerra de 1948) en España. “Igualmente rememora los 52 años de ocupación de Cisjordania, Jerusalén Oriental y Gaza. Y hay más, se cumplen 12 años de bloqueo de la Franja y un año de las marchas del retorno. Demasiados malos aniversarios”, señala la española.

Pero esta vez, cuenta Martí, la situación del pueblo palestino es de absoluta desesperanza, pues se sienten abandonados por la comunidad internacional“, agrega. Desde que estallaran las primaveras árabes –especialmente aquellas que degeneraron en guerras civiles como Siria, Yemen y Libia, provocando la correspondiente crisis masiva de refugiados y de desplazados internos– la causa palestina ha ido perdiendo progresivamente la atención de muchos de aquellos que durante décadas la apoyaron.

El drama de los refugiados

Además de la ocupación y del expolio de los Territorios Palestinos, la otra gran derivada de la Nakba fue el exilio de 750.000 refugiados, que marcharon pensando que volverían a sus casas en cuestión de semanas o como mucho de meses, pero que 7 décadas después constituyen una diáspora de más de 5 millones, según las estadísticas de la UNRWA.

Esta agencia, que nació al margen del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) precisamente a raíz de la guerra de 1948, se ha convertido precisamente en uno de los objetivos prioritarios de la Administración Trump, que le ha ido reduciendo la financiación con el objetivo no declarado de que implote y quede absorbida dentro de ACNUR.

“Este año hemos sufrido más recortes todavía, así que esperamos acumular un déficit de unos 200 millones de euros”, explica Raquel Martí. “Esta reducción presupuestaria ha afectado no sólo a la UNRWA, sino a todas las agencias de la ONU en Oriente Medio, entre ellas el el Programa Mundial de Alimentos (WFP), que ha tenido que recortar su distribución de alimentos en Gaza”, continúa.

Además de los 5 millones de refugiados –unos en campos, otros urbanos– que viven peor o mejor en los países vecinos el mayor contingente de población desplazada se concentra en la Franja de Gaza. En este territorio mediterráneo de 270 Kms² “la situación va de mal en peor, apreciándose un colapso de los hospitales y clínicas, dado que el número de heridos por bala durante los pasados 15 meses (en que se puso en marcha la conocida como ”Gran Marcha del Retorno“ el 30 de marzo de 2018, incluyendo movilizaciones semanales contra la verja perimetral que rodea la Franja) es elevadísimo y hay muchas cirugías que no se pueden practicar, asegura Martí.

Cronificación de la crisis en Gaza

Una situación insostenible que experimenta picos de violencia de forma cíclica. El más reciente hace algo más de una semana, después de que un incidente fronterizo entre una patrulla del Ejército israelí y francotiradores de la Yihad Islámica degenerara en una nuevo espiral de violencia. En apenas 72 horas las milicias palestinas dispararon cientos de cohetes y proyectiles de mortero, mientras que la aviación militar israelí castigaba una amplia lista de objetivos, lo que se saldó con una treintena de muertos, entre ellos 4 civiles israelíes. Una ofensiva de tal calibre que se llegó a temer pudiera desembocar en una nueva guerra, uniéndose a la letal secuencia de diciembre de 2008, noviembre de 2012 y julio de 2014.

Pero la proximidad de la celebración del festival de Eurovisión contribuyó a que el Gobierno israelí decidiera impedir la escalada de la violencia, facilitando la entrada de una delegación de mediadores egipcios, permitiendo el acceso de otra delegación catarí para hacer llegar una nueva donación de 30 millones de euros, y ampliando la zona de pesca desde las 6 a las 12 millas náuticas. Incentivos de carácter efímero dentro de la política de palo y zanahoria que Israel practica en la Franja desde que el movimiento islamista Hamás se hiciera con el poder tras un breve pero intenso enfrentamiento armado contra las fuerzas fieles a Al Fatah, el movimiento laico que gestiona Cisjordania.

Documental en Al Yazira

El canal de televisión Al Yazira, que cada año con motivo de la Nakba proyecta alguna película o documental para reafirmar su compromiso de contribuir a mantener viva la causa palestina, estrena hoy un nuevo filme bajo el nombre de “Abbas 36” (Miércoles 15 de mayo a las 19 horas GMT en Al Jazeera Documentary). Ambientado en la costera Haifa –quizás la ciudad de Israel en la que mejor funciona la convivencia entre judíos y árabes– narra la historia intergeneracional de una familia que optó por quedarse en vez de irse en 1948, pero que aún así conserva la memoria y siente empatía por todos esos fractales que forman la nación palestina.

 

En la víspera del estreno del documental este diario ha tenido la oportunidad de entrevistar a una de sus dos principales protagonistas, Nidal Rafah, quien señala que “necesitamos crear recordatorios periódicos dirigidos a la opinión pública internacional de que no tenemos libertad, ni autodeterminación, ni un Estado propio que los permita liberarnos del yugo de la ocupación”. Cara conocida entre los corresponsales extranjeros residentes en Jerusalén –dado que trabaja como fixer y que al ser árabe-israelí es bilingüe y puede realizar coberturas en Cisjordania– Nidal aparece en el documental tanto en su Haifa natal como luego en Londres, en donde, pancarta de “Free Palestine” en mano, se une a una manifestación contra la Declaración Balfour de 1917, que un siglo más tarde Trump tomó como referente para la suya de Jerusalén.

“Tenemos que aprovechar todas las plataformas, sean éstas políticas, culturales, artísticas, musicales o cinematográficas, para recordarle al mundo que queremos vivir en libertad”, aduce Nidal, co-protagonista del filme junto a su padre, quien aparece en una escena frente al Mediterráneo con evidente nostalgia y melancolía. “¿Por qué tenemos que seguir viviendo bajo ocupación en vez de en libertad, tal como hacéis vosotros en España y en toda Europa?”, pregunta irónicamente. Una ocupación que de momento impide que Israel ingrese en la Unión Europea, pero que sin embargo le permite participar sin problemas en la UEFA y en Eurovisión.