El 'black lives matter' resucita los fantasmas del rey Leopoldo II por el genocidio en el Congo belga

Andrés Gil

Corresponsal en Bruselas —

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La historia a veces se olvida. A menudo se distorsiona. Pero nunca desaparece. Es lo que le está ocurriendo a Leopoldo II (1835-1909), rey de los belgas en la mayor aventura colonial del país, pero también el mayor de los genocidios: hasta 15 millones de personas se calcula que fueron asesinadas en la depredación del Congo belga.

Este domingo se celebró en Bruselas una multitudinaria manifestación para protestar, como en muchas capitales europeas, por el asesinato de Floyd a manos de un policía en Minneapolis. La manifestación acabó con disturbios y más de 200 detenidos, además de con la polémica por la concentración de tantas personas –unas 10.000– sin guardar el distanciamiento social para prevenir contagios por coronavirus.

El movimiento black lives matter en Bruselas, una ciudad con comunidades racializadas y con historia colonial en África, está resucitando los fantasmas del pasado, hasta el punto de aparecer pintadas en las numerosas estatuas del rey Leopoldo –también en otras ciudades belgas–, y de que se estén recogiendo firmas para retirarlas de la vía pública.

Así, el ejercicio de memoria histórica ha llegado a los partidos mayoritarios del Parlamento de Bruselas, que están pidiendo un grupo de trabajo para descolonizar el espacio público a través de la revisión y la eliminación de los nombres de calles y plazas que contengan referencias a la historia colonial del país y, singularmente, al rey Leopoldo II.

El monarca es responsable de entre 10 y 15 millones de muertos en el Congo belga, según los cálculos del historiador Adam Hochschild, autor de El fantasma del rey Leopoldo, libro que repasa la explotación del Estado Libre del Congo por parte de Leopoldo II de Bélgica y saca a la luz los crímenes cometidos por los gobernantes blancos de África.

La recogida de firmas está abierta hasta el 30 de junio, día del 60 aniversario de la independencia del Congo. Dos años antes de aquella independencia, con ocasión de la Exposición Universal de 1958 que inauguró el Atomium, Bélgica montó un zoo humano en Bruselas con personas traídas del Congo.

Leopoldo II inició su expedición al Congo en 1879, y en 1885 el Estado Libre del Congo fue reconocido como territorio perteneciente al monarca durante la Conferencia de Berlín, que repartió África entre las potencias coloniales europeas. Bélgica extrajo del Congo materiales como el caucho esclavizando a la población local en un ambiente de violencia extrema, donde los castigos incluían amputaciones de partes del cuerpo.

Parte de la riqueza fruto de la explotación y el comercio de los materiales congoleños, la dedicó Leopoldo a financiar obras públicas en Bélgica, como el descomunal Palacio de Justicia de Bruselas, más grande incluso que la Basílica de San Pedro de Roma, uno de los edificios públicos más grandes del mundo, y frente al cual se concentraron miles de personas este domingo.

En la ciudad belga de Amberes, una estatua de Leopoldo II ha sido retirada este martes con una grúa.

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