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Anthony Fauci, el 'Fernando Simón' de EEUU que se atreve a contradecir a Trump: “Es peligroso, pero es mi estilo”

El doctor Fauci, equilibrio y presión a Trump en la lucha contra el COVID-19

Carlos Hernández-Echevarría

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El presidente Trump da todos los días una rueda de prensa para hablar del coronavirus. Resulta razonable, ya que hacen falta muchas explicaciones para comprender cómo esa epidemia que estaba “totalmente bajo control” hace poco, va a acabar dejando hasta 240.000 muertos en EEUU. Sin embargo, lo más interesante de esas comparecencias diarias es lo que viene después de Trump: el momento en que un señor mayor, bajito y con gafas, se acerca al micrófono que el presidente acaba de dejar y procede a desmentir todas sus mentiras y exageraciones en un tono tranquilo y explicativo. Ese señor es el doctor Anthony Fauci.

Para tener de jefe a una persona con tan poca tolerancia a la crítica como Trump, las habilidades de supervivencia del doctor Fauci son asombrosas. Cuando el presidente acaba de hablar de lograr una vacuna contra el coronavirus en “unos meses”, él puntualiza que mínimo “en año y medio”. Si Trump comenta su esperanza en la aplicación de medicamentos para la malaria, Fauci dice que las pruebas de su efectividad son “anecdóticas”. Y si su jefe afirma que “espera” que la enfermedad no repunte después del verano, su asesor principal apostilla que “en realidad, yo anticipo que así sucederá”. Fauci es la irritante voz de la ciencia frente al optimismo desinformado de Trump, cuya prioridad es cantar victoria y poder reabrir los negocios para evitar mayores daños a la economía.

La cuestión es: si Trump se ha quitado de enmedio a asesores por mucho menos que esto, ¿por qué aguanta la molesta honestidad de Fauci? Es cierto que el médico, una eminencia en el campo de la inmunología, es difícilmente sustituible. Tiene casi 80 años y ha pasado prácticamente la mitad de su vida al frente del Instituto Nacional de Enfermedades Infecciosas, donde ha sido una de las caras visibles en la lucha gubernamental contra el SIDA, el Zika, el Ébola, el SARS, el MERH y el resto de las grandes emergencias sanitarias modernas. Pero más allá de sus conocimientos, Fauci es el tipo de comunicador que hace falta en tiempo de crisis: calmado, didáctico y acostumbrado a tratar con los medios de comunicación. No para de dar entrevistas para educar a la gente sobre el coronavirus e igual lo ves en el informativo más sesudo que en un programa nocturno de humor o en el Instagram de una estrella de la NBA. El propio Trump le ha dedicado un cumplido que es tal vez el mayor que puede dirigir un presidente que viene del mundo de los realities: “Es una gran estrella de la televisión”.

La omnipresencia de Fauci en los medios ha molestado a algunos en la Casa Blanca e incluso ha hecho que el doctor desapareciera por unos días de la rueda de prensa diaria del coronavirus, pero Trump lo ha devuelto al escenario. El presidente no quiere de momento apartarlo de su puesto, pero: ¿qué piensa Fauci de todo esto? ¿por qué un científico de casi 80 años que tiene la vida solucionada quiere seguir al servicio de un presidente que miente y al que tiene que corregir a cada momento? Él mismo ha explicado que cree que Trump le hace caso en las cuestiones importantes y que, en algunas de sus exageraciones, el presidente simplemente intenta animar al país. De cualquier forma, no parece que le quite el sueño: “Le he estado diciendo cosas que no quiere oír. He tenido que decir cosas muy diferentes de las que él dice. Es un asunto peligroso, pero es mi estilo. Lo digo como es y si se va a enfadar, se enfadará. Pero todavía no lo ha hecho”.

El Doctor Fauci no tiene pelos en la lengua para corregir a Trump, pero tampoco es un suicida. Durante las últimas cuatro décadas ha sobrevivido en su puesto con seis presidentes diferentes y eso solo es posible con algo de olfato político. “No te interesa entrar en guerra con un presidente, pero debes caminar en un difícil equilibrio para asegurarte de que sigues diciendo la verdad”. Es decir, aplicar un poco de tacto a su misión principal: “Nunca he hecho otra cosa que exponer la evidencia científica y recomendar políticas basadas en la ciencia y en la evidencia”.

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