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ENTREVISTA
Gulafroz Ebtejar

Gulafroz Ebtejar, alto mando de la Policía afgana: “Los talibanes me buscan, pero no me callarán”

Gulafroz Ebtekar, antigua subjefa de investigaciones criminales de Kabul.

Ana Garralda

5 de septiembre de 2021 22:00 h

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De adolescente, Gulafroz Ebtekar se preguntaba qué podía hacer para contribuir a cambiar la imagen de su país. Por entonces las fuerzas norteamericanas ya habían ocupado Afganistán poniendo punto y final al represivo gobierno talibán (1996-2001) que condenó al ostracismo a sus entonces casi 20 millones de habitantes.

Nuevas esperanzas se perfilaron en ese momento para las mujeres y Ebtekar decidió a qué se dedicaría: sería policía. Tras su paso por la Academia en Kabul logró ser admitida en uno de los principales centros de formación policial de Moscú donde terminó una maestría. La afgana habla un ruso fluido. 

A su regreso a Afganistán despuntó rápido en el Ministerio del Interior. Allí llegó a ser Subjefa de Investigaciones Criminales con decenas de personas, la mayoría hombres, a su cargo. Su carrera parecía imparable, pero todo se torció en marzo de este año con el creciente avance de los talibanes. “La situación cambió radicalmente en un día”, señala. 

En ese momento, con sus ambiciones profesionales frustradas y a la espera de lo que ya se veía venir, Gulafroz perdió la esperanza. Hoy solo quiere salir del país junto a su marido, su madre y sus tres hermanos, pero ni la embajada en Moscú atendió su petición de ayuda, alegando que no tenían ni pasaporte ni residencia rusos. La afgana sospecha que “en el fondo no querían molestar a los talibanes”.

Los soldados norteamericanos, que permanecieron apostados en el interior del aeropuerto hasta su salida definitiva de Afganistán el pasado lunes, tampoco la auxiliaron. “Cuando les vi respiré. Pensé que ya estábamos a salvo”. Sin embargo, los estadounidenses, que despreciaron sus documentos policiales, la terminaron expulsando y escoltando hasta otra zona del aeropuerto. La de la puerta de acceso Abbey, la misma donde el 27 de agosto un atentado perpetrado por la rama afgana del Estado Islámico (ISIS-K) mató a un centenar de personas.

Tras lo ocurrido, Ebtekar decidió volver momentáneamente a su casa, pero los talibanes ya la estaban buscando. Este jueves cambió otra vez de residencia. Desde su nuevo refugio la expolicía habla al teléfono con elDiario.es, a pocas horas de hacerse público el asesinato de una oficial de policía que trabajaba en una prisión de la provincia de Ghor, al oeste de Afganistán. Pide expresamente que su nombre y su foto sean publicados. 

La mayoría de sus compatriotas mujeres quieren permanecer en el anonimato. Publicar su identidad es peligroso. ¿Por qué quiere correr este riesgo? 

Los talibanes me buscan, sé que estoy en peligro, pero no me callarán. De todas formas no me queda nada, lo he perdido todo. Al menos cuenten mi historia y pongan mi nombre. Que la voz de las mujeres afganas no sea silenciada. 

¿Está usted ahora en un lugar seguro?

Hoy no hay lugar seguro en Afganistán para personas como yo. Este jueves volvimos a cambiar de casa después de que los talibanes secuestraran a mi hermano cerca de donde nos encontrábamos. Él también ha estado en la policía, cuando iba a comprar al mercado. Mi familia y yo empezamos a mudarnos el día en que los talibanes tomaron Kabul. Ahora estamos escondidos. No puedo salir a la calle con mi cara al descubierto porque me conocen. Si quiero hacerlo, tengo que cubrirme por completo, es la única manera. 

A pocos días de la salida del último avión estadounidense, ¿cuál es la situación?

Nos dicen que lo que pasa en Afganistán ya no está tan presente en las redes o no sale tanto en las noticias, pero mi familia y yo seguimos viviendo con miedo y estamos deseando salir del país. Cuando las fuerzas de la OTAN estaban aquí teníamos cierta esperanza de futuro, pero ahora estamos muy preocupados porque puede que Afganistán se convierta en un nuevo campo de batalla entre distintas potencias o países, o que incluso empiece otra guerra civil. En mi casa estamos angustiados por lo que pueda pasar. 

¿Y aquello de la "amnistía general" que prometió el portavoz talibán Zabihulla Mujahid al poco de la toma de Kabul? Usted tampoco se lo cree…

Solo puedo decirle que al segundo día de entrar en la ciudad ya fueron a mi casa y la registraron. Afortunadamente la mayoría de mi familia y yo estábamos en el aeropuerto. No sabemos lo que hubiera podido pasar si nos hubiéramos quedado. En absoluto creo en su amnistía. 

Ahora que la mayoría de la comunidad internacional ya no está, ¿esperan las mismas atrocidades que ya cometieron cuando se hicieron con el gobierno (1996 - 2001)? 

Hace 26 años al principio fue todo relativamente normal hasta que encontraron las direcciones de aquellos que habían luchado contra ellos. Fueron casa por casa y se vengaron. Ahora ya han golpeado a muchas mujeres y colgado o matado a personas que trabajan en el Gobierno. No hay garantías de que esta vez vaya a ser diferente por mucho que ellos digan que sí.

Usted ha ocupado un puesto relevante dentro de las fuerzas de seguridad afganas, ¿qué siente al saber que perderá los derechos conseguidos? 

Yo tenía 20 años de educación y un buen puesto en el Gobierno, ahora todo vuelve al punto cero. Tengo un mal presentimiento, no solo por todas las mujeres que trabajaron en las fuerzas afganas, sino también por aquellas que han sido el único pilar para mantener a sus familias. Ése es mi caso, no sé cómo voy a sostener a los míos.

Hay casos confirmados de ejecuciones sumarias de antiguos miembros de las fuerzas de seguridad afganas, incluidos altos funcionarios policiales de provincias como Badghis o Farah. ¿Cómo controlar el miedo?

Lo único que me tranquiliza un poco es que hasta ahora no conocen ni mi dirección ni la de otras compañeras que conozco. Por ahora no saben dónde estamos y no he visto que le haya pasado nada a nadie de mi entorno…

¿Y a los civiles? 

Sí, a los civiles sí. Un grupo de 18 hazaras (etnia que profesa el Islam chií, enemiga de los pastunes, que son suníes) han sido masacrados recientemente en Daikundi (una de las 34 provincias de Afganistán). Algunos de ellos eran parientes míos. Lucharon contra los talibanes y después de arrestarlos, les han masacrado. Este es el caso más cercano que conozco.

Hablemos de la toma de Kabul. Se repite hasta la saciedad que las fuerzas afganas no combatieron a los talibanes en parte porque los mandos ya habían acordado la entrega de las armas…

Lo que puedo decirle es que durante la guerra sacrificamos a muchos de nuestros jóvenes y valientes soldados. Nosotros hicimos nuestro trabajo, pero desconocíamos que en realidad había un gran pacto firmado más arriba para entregárselo todo. Todo estaba vendido…

Antes de la entrada de los talibanes distintos funcionarios públicos y miembros de las fuerzas de seguridad llevaban meses quejándose de que no recibían sus salarios. ¿Era también su caso?

Sí, en mi caso estuve tres meses sin cobrar. En mi casa la única fuente de ingresos era mi salario. Pronto no tendremos dinero ni para comprar comida.

En su experiencia como alto mando policial, ¿cuál cree que es la actual relación entre los talibanes y Al Qaeda por un lado, y los talibanes y el Estado Islámico por otro? 

Los dos primeros tienen una relación que data de mucho tiempo atrás. Con los segundos están en contacto. Hay familias en Afganistán en las que están mezclados. Todos se conocen.

¿Qué espera del nuevo Gobierno? 

Esperar, poco. En Afganistán hay dos crisis muy importantes. La primera es la económica y la segunda, humana, por la salida del país de la gente más preparada para hacerse cargo de las instituciones. En el área de la seguridad los talibanes podrán controlar el territorio, pero no podrán administrarlo en los ámbitos económico, social o laboral. Ahí van a enfrentarse con muchos problemas. 

Aseguran que el aeropuerto empezará a operar vuelos comerciales en los próximos días. Qatar y Turquía están contribuyendo en la parte técnica. ¿Qué sabe de la situación en las fronteras?

Mucha gente ha huido a Pakistán. El resto de las fronteras están cerradas para la mayoría. Cuando las abran, muchos afganos intentarán irse, eso se lo aseguro. 

En sus actuales circunstancias es difícil preguntarle sobre el futuro, pero ¿qué piensa hacer?

Lo primero es mantenernos a salvo todo el tiempo que sea posible. Mientras no nos encuentren estamos relativamente seguros. La idea es seguir intentando salir con mi familia y los míos porque aquí ya no hay esperanza. Para mí en Afganistán hoy solo hay oscuridad. Por favor, publiquen mi historia y lo que nos están haciendo. 

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