“Se han llegado a juntar ocho ambulancias en la puerta. Ocho pacientes en una hora son muchos”, explica Irene Villanueva, una enfermera que trabaja en Urgencias en Leicester, al norte de Inglaterra. Su hospital cuenta con cuatro entradas a Urgencias, dos para ambulancias y dos de ambulatorio, que se han dividido entre pacientes COVID y pacientes no COVID. Las ocho ambulancias que menciona son tan solo aquellas que llegaron a la entrada designada para pacientes con COVID-19.
“A veces las ambulancias están esperando a las puertas de Urgencias durante horas”, dice. Durante su primer día, a la vuelta de vacaciones, le tocó hacer el triaje (priorizar unos pacientes u otros) a las personas con COVID-19 en la entrada del hospital.
La falta de espacio en Urgencias por la cantidad de pacientes que acuden cada día y el minucioso proceso de limpieza y desinfección que se hace cada vez que un paciente es trasladado a otra parte del hospital imposibilitan que sean atendidos con la rapidez que exige un servicio como así. “Estuvimos esperando un paciente durante cuatro horas, un chico positivo de COVID-19, que estaba dentro de la ambulancia”, dice Irene.
“Esa tarde la pasé yendo de ambulancia en ambulancia, viendo a los pacientes, tomándoles las constantes vitales y haciendo un triaje dentro de las ambulancias”, explica Irene, quien conforme a su evaluación, decidía a qué pacientes se les daba prioridad. Cada hora, volvía a subir para ver si los síntomas de esos pacientes habían empeorado. Lo peor que puede pasar por tener a pacientes esperando: el fallecimiento de alguien mientras se hace hueco en el hospital, ya ha sucedido, reconoce.
El creciente número de pacientes que deben ser ingresados pone en jaque las capacidades del sistema de salud británico en tres aspectos: la falta de espacio en Urgencias, UCI y planta, la falta de personal y la escasez de recursos y material médico. Según los datos de este jueves, Reino Unido ha detectado 28.680 nuevos casos y 1.239 muertes en las últimas 24 horas.
Durante la última semana, en el hospital de Irene han ingresado cerca de 100 pacientes al día por COVID-19, mientras que el número de altas médicas se ha mantenido ostensiblemente más bajo. En su caso, su hospital envió un comunicado a principios de enero explicando que aquellos pacientes menos graves iban a ser trasladados a hoteles. Además, también se han relajado los requerimientos para determinar cuándo un paciente está lo suficientemente recuperado para volver a casa. “Creo que se están dando altas demasiado prematuras y por eso se está viendo que un porcentaje de esos pacientes acaba siendo readmitido en el hospital porque empeora”, dice Irene.
De los pacientes en Urgencias, algunos son derivados directamente a la UCI. Allí es dónde los recibe Nerea Pinheiro, enfermera de UCI en un hospital al sur de Londres. Cada día, el hospital les manda un correo con los datos de ocupación. En su hospital, por ejemplo, cuentan con 125 camas de UCI para pacientes con COVID-19, de las cuales 87 están en uso (dato del 23 de enero de 2021), mientras que en planta tienen a 248 pacientes con el virus –del total de 300 camas de las que disponen–. Ni Nerea ni Irene conocen el número de pacientes que son dados de alta.
En el caso del hospital de Nerea, el mayor problema es la falta de recursos médicos y la falta de personal. “He notado falta de recursos en la UCI en la que trabajo. De hecho, llegó un paciente de urgencias y en urgencias nos decían que no tenían bombas para suministrarle la medicación”, relata Nerea. “Hay una medicación que es la noradrenalina que se tiene que dar a un determinado ritmo. Es para la tensión arterial y tienes que darla con mucho cuidado. Pues nosotros se la estábamos dando con la mano y a pulso”. Otro de los medicamentos que faltan son los relajantes musculares. “En la primera ola estuvimos dando sedante a pacientes que estaban entubados con medicación oral, cuando lo normal es hacerlo de forma intravenosa porque así te aseguras de que los pacientes están sedados”, detalla Nerea, que asegura que la situación actual es muy similar a entonces.
“Muchísimos enfermeros han estado de baja por depresión”
A la falta de espacio y material médico, se le une la falta de personal médico. Una combinación de personal sanitario contagiado por el virus, un sistema sanitario que siempre ha tenido necesidad de profesionales, personal de baja por los efectos de la pandemia en la salud mental y el Brexit han derivado en la combinación perfecta para que el cuidado que se le debe dar a los pacientes penda de un hilo.
Las directrices marcadas por el Gobierno británico establecen un escaso equipo de protección obligatorio (PPE) en planta. Solo aquellos sanitarios en unidades de cuidados intensivos deberán llevar el EPI completo. Además, el Gobierno recomienda a los pacientes llevar mascarilla en todo momento, pero no es obligatorio. Muchos de los sanitarios se han contagiado trabajando. “Cuando le estás haciendo la higiene a un paciente, te tose a la cara, o tose y luego te toca el brazo”, dice Nuria, una enfermera de Oxford especializada en obstetricia que ha tenido que cubrir plantas de COVID-19.
Además, como el número de unidades y camas UCI se ha incrementado, también se hace necesario una mayor presencia de recursos humanos. La falta de personal ha llevado a los hospitales a movilizar a enfermeros de otras plantas o personal de la armada que “no ha visto una persona entubada nunca”, específica Nerea, quien reconoce que la situación en la UCI es desoladora.
Esta ausencia también se ha reflejado en la ratio enfermero/paciente. La sanidad británica siempre se ha caracterizado por tener un trato más personalizado y la norma siempre ha sido la de asignar un enfermero a cada paciente. Sin embargo, la pandemia ha hecho que la ratio se dispare a 1/3 o 1/5, es decir, un enfermero para cada tres o cinco pacientes. Al final, aquellos enfermeros especializados en UCI se convierten en supervisores de los enfermeros que son recolocados desde otras plantas. Y los enfermeros en planta se encuentran con una carga de trabajo extra.
El aumento de la carga de trabajo y el número de contagios ha hecho mella en la salud mental de los trabajadores. Muchos sanitarios han decidido dejar sus trabajos, cogerse vacaciones o pedir la baja por ansiedad, estrés o síndrome postraumáticos. En el caso de enfermeros españoles, algunos han decidido volverse por la pandemia y la incertidumbre generada por el Brexit, especialmente si a partir de ahora los años cotizados fuera contaran para la bolsa de empleo española. “Si no fuera por el Brexit, probablemente me hubiera quedado más. Y la pandemia es que se ha llevado lo bonito de vivir en Londres, se ha llevado las vacaciones, las buenas condiciones de trabajo que tenemos los enfermeros aquí, los viajes, el ocio de Londres...”, dice Nerea, que quiere regresar a España en verano.
“Muchísimos enfermeros, enfermeras o auxiliares han estado de baja por depresión y por estrés. Me reincorporé porque ya estaba aburrida. Aparte, te sientes muy culpable. Muy culpable de no trabajar, culpable de dejar a tu compañero, de no estar ahí, de ver que las cosas empeoran y que no puedes ayudar. Pero claro, no estás bien. A mí me dieron la baja, me obligaron a irme a casa y a descansar”, cuenta Mar López, que trabaja en el quirófano de un hospital de Leeds.
Sin embargo, ahora que está de vacaciones hasta finales de enero, pero sin poder dejar Reino Unido por el confinamiento, la llaman del hospital para trabajar. Al final, durante sus vacaciones, acude al hospital a hacer un par de turnos. “Somos nosotros los que cubrimos a nuestros compañeros enfermeros, por ejemplo, durante las vacaciones”, explica Mar.
Su hospital está, en contraste con los de Nerea o Irene, más vacío. La mayoría de los pacientes COVID-19 son derivados al hospital central, mientras que su centro, especializado en trauma, intenta mantener espacios para esa especialidad, pues allí acuden aquellos que necesitan ser tratados de urgencia en el quirófano. Han dejado dos quirófanos abiertos solo para este tipo de operaciones. El resto, otros seis, se han cerrado para COVID-19. Esto es porque a partir de la semana que viene, nuevos pacientes COVID serán traslados a su hospital.
El incremento de casos ha supuesto, como ya paso en la primera ola, la cancelación de operaciones programadas. Es el caso del hospital de Nuria, en Oxford, donde las operaciones de ginecología no urgentes se han cancelado todas. Solo se mantiene un quirófano para operaciones urgentes o espontáneas, derivadas de pacientes que ya están atendiendo en obstetricia. Si bien las operaciones de ginecología pueden parecer menos urgentes, Ingrid, que trabaja en un hospital de Edimburgo y está especializada en cirugía colorrectal, se muestra preocupada.
Después de diez meses, se están viendo los efectos de cancelar operaciones de menos importancia. En su hospital, de momento, no han cancelado operaciones, como en otros, pero las cancelaciones están dando lugar a que la gente que antes no acudía al hospital aparezca con “cánceres mucho más avanzados”. La presencia de pacientes con enfermedades mucho más avanzadas porque sus operaciones fueron canceladas hace diez meses o porque no acudieron al hospital por miedo al virus ya es una realidad. Está ocurriendo en el Queen Elisabeth University Hospital, donde los sanitarios están tratando enfermedades muy avanzadas.