¿Por qué es imposible debatir en Argentina?
Dicen que quienes más saben de política y de fútbol en Argentina son los taxistas. Y un lugar común entre los turistas destacar la figura del chófer erudito y conversador. Quizá ese personaje popular sea el reflejo de una sociedad históricamente informada y politizada, y que desde 2001 (el año del corralito) ha encarado un período de creciente movilización, conquista del espacio público y participación ciudadana. Pero Argentina, a diferencia del resto de países latinoamericanos, no ha tenido nunca en su historia un debate presidencial. El primero será este domingo, tres semanas antes de las elecciones, aunque no contará con la presencia de Daniel Scioli, el aspirante a la Casa Rosada con más posibilidades.
De esa contradicción –intenso debate en los bares pero no entre los políticos– nació hace un año, de la iniciativa de jóvenes académicos, la Fundación Argentina Debate. El objetivo era instalar el tema en la agenda pública y conseguir que el encuentro se hiciera realidad antes de las elecciones menos previsibles de los últimos años. Y lo han conseguido, en parte. El debate se ha instalado como tema en la campaña –gracias a su difusión en los medios y una creativa campaña publicitaria– y finalmente tendrá lugar el domingo en la Facultad de Derecho de Buenos Aires. Pero se realizará entre cinco candidatos y no seis.
Aunque ya había firmado el libro de estilo con el que se regirá el programa, Scioli –el peronista más chances tiene de suceder a Cristina Kirchner–, se ha bajado del proyecto. Y con él, muchas de las emisoras que se habían comprometido a emitir el cruce. Incluida la televisión pública, que emitirá un partido de fútbol. Sólo se transmitirá en un canal nacional en abierto, y también se podrá ver en streaming el domingo a las 21.00 hora local (las cuatro de la tarde en España).
“Scioli quiere debatir bajo un marco legal”, explican en su partido, el Frente para la Victoria, que propone que más adelante se legisle sobre el debate y sus reglas. “El tema no es quién se pelea más o mejor. Está claro mi programa de gobierno. Lo demás es chamuyo (palabrería)”, ironiza el triunfador en las elecciones primarias (PASO) frente a las críticas de los otros candidatos.
Así que el domingo el duelo será entre el alcalde de Buenos Aires Mauricio Macri (Cambiemos), el diputado ex kirchnerista Sergio Massa (UNA), Margarita Stolbizer (Progresistas), Nicolás del Caño (Frente de Izquierda) y el peronista Adolfo Rodríguez Saa (Alianza Compromiso Federal), que superaron el mínimo de votos exigidos en las PASO.
Para los organizadores, las reglas del juego estaban claras desde el principio y se han acordado sin problemas entre los participantes. “Si no podemos ponernos de acuerdo para tener una conversación pública, ¿que nos queda para proyectos de largo plazo?”, se pregunta el coordinador de Argentina Debate, Hernán Charosky.
¿Por qué aquí no?
“Es sorprendente que una sociedad altamente politizada como la Argentina no tenga esto como una rutina de su vida política”, afirmó Ricardo Boechat, director periodístico de la Red Bandeirantes y moderador de la pelea electoral entre los candidatos brasileños Dilma Rousseff y Aécio Neves en un encuentro internacional organizado hace unos meses por la fundación, que ha sumado el apoyo de unas 40 ONG. “Este país no tiene una cultura de debate y llevará mucho tiempo para que crezca”, consideró a su vez Charles Gibson, moderador de los cruces entre George W. Bush y John Kerry (2004); y Hillary Clinton y Barack Obama (2008).
Del encuentro también participaron especialistas de Chile, otro país en el que los debates ya forman parte insoslayable de los procesos electorales. La audiencia durante las transmisiones de 2013 fue de entre el 66 y el 84%, y según un sondeo el 11% del público reconoció haber cambiado su opción de voto tras la emisión. “En Brasil los debates están consolidados no como fenómeno de audiencia sino como prestigio político. El impacto en los días posteriores es gigantesco y su sobrevida la da la prensa”, abunda Boechat.
Los únicos países en los que jamás ha habido debates entre candidatos a presidente son República Dominicana y Argentina. Para José Octavio Bordón, presidente de Argentina Debate, la excepcionalidad argentina reside en una contradicción básica: “Somos un pueblo que ama la libertad y la diversidad, y que es muy solidario a nivel individual, pero todavía no entendemos la importancia de construir bienes públicos. Creemos que lo público es responsabilidad del Estado. Y los gobiernos a su vez piensan que son propietarios y no servidores de ese Estado”.
Bordón, ex embajador en Estados Unidos, también fue gobernador de la provincia de Mendoza y candidato a presidente en 1995, en las elecciones que ganó Carlos Menem. En los anteriores comicios, en los que también triunfó Menem, ocurrió el primer intento serio de debate presidencial. Pero no acabó bien. El radical Eduardo Angeloz se quedó solo frente a las cámaras ante una silla vacía. Este segundo intento también estará marcado por una ausencia, aunque generará un espacio para el intercambio de ideas y dejará la puerta abierta para otro posible cruce público si se llega al ballotage (habrá segunda vuelta si el ganador de las elecciones no alcanza el 40% de los votos y 10 puntos de diferencia sobre el segundo).
A pesar del plantón, Bordón insiste en ver el lado positivo de la iniciativa: “Hay muchas cosas que mejorar en la democracia. No sólo aquí. En muchos países se está planteando el tema de la transparencia, por ejemplo. En Argentina no tenemos una gestión clara de la financiación de partidos. Y algunas de las reglas fundacionales de las democracias latinoamericanas resultan insuficientes para la situación electoral actual. Es importante haber logrado un consenso con tantas organizaciones y haber generado al menos un debate sobre el debate, porque esta iniciativa la entendemos como una tarea de construcción cultural”, enfatiza.