Iryna y sus uñas pintadas de rojo en Bucha: historias cotidianas detrás del horror
En medio del horror y de la destrucción, la vida sigue en Ucrania. Algunos lugares, como Mariúpol o Bucha, han sido arrasados por la invasión de Rusia. Cuando las tropas rusas abandonan las ciudades previamente sitiadas al norte del país, los ucranianos continúan con los quehaceres de antes y los de ahora. Deben enterrar a sus muertos, reconstruir sus casas, comer, vestirse y esperar.
Hasta el momento, la ONU ya ha confirmado la muerte de al menos 1.480 civiles durante la invasión rusa de Ucrania, aunque reconoce que son muchos más. Bucha, en las afueras de Kiev, ha sido el último escenario conocido de la masacre. A pesar de que el Kremlin ha negado por activa y por pasiva tales hechos, testigos presenciales, periodistas internacionales y organizaciones de prestigio como Human Rights Watch lo han documentado todo.
Las imágenes desoladoras se entremezclan con los destellos de lo cotidiano. Una mujer lamenta la muerte de su marido, mientras un grupo de personas conversa detrás. El cadáver de una mujer permanece sobre el asfalto y sus uñas de color rojo conservan todavía trazas de vida. Un niño compungido posa junto a una tumba cerca de su casa. Bajo tierra, los restos de su madre.
El esmalte de uñas rojo sobresalía por encima de los tonos cenizos del asfalto. El color vívido se imponía al caos y hacía recordar, solo con esa pequeña traza de humanidad, que esas uñas pintadas pertenecían a una persona que hacía muy poco se había hecho la manicura. Había optado por ese color, por un tono distinto para su dedo anular. En medio de la guerra, una persona se había detenido unos instantes a arreglarse las uñas.
“Esta es Iryna antes de que Rusia viniera a nuestra tierra. Estudiaba maquillaje y tenía planes. Vivía en Bucha. Esta es su mano con la manicura hecha en la fotografía que muchos de vosotros habéis visto. Los rusos mataron a Iryna y a cientos de personas como ella. Solo por ser ucranianos”, dice la periodista Katerina Sergatskova vía Twitter.
La periodista se refiere a la fotografía realizada por Zohra Bensemra para la agencia Reuters en la que aparece un cuerpo de una mujer que, según los vecinos de Bucha, fue asesinada por soldados rusos y yacía sobre el asfalto, momentos después de que el ejército de Putin abandonase la zona, al norte de Kiev. Cabe recordar que Rusia informó la semana pasada de que sus ataques en la segunda fase de la guerra se van a centrar en el Donbás y no en el norte del país.
Iryna fue reconocida por la que fue su profesora de maquillaje, Anastasia Subacheva, que compartía en Instagram un mensaje en el que lamentaba su muerte. Su última clase con ella fue el 23 de febrero. “En la despedida me abrazó y me pidió que me cuidara”, escribe Anastasia en Instagram. La maquilladora retrata a Iryna como una mujer vital, que había descubierto algo que le apasionaba. Pone como ejemplo cuando le proporcionaron el material cosmético para el curso. “Daba saltos de alegría”, recuerda Subacheva.
Otra periodista ucraniana, Hanna Liubakova, ha compartido en Twitter otra foto en la que aparece Iryna con su hija.
La propia hija de Iryna ha confirmado su fallecimiento en Instagram. “Volviendo a casa, donde antes, como a todos, me parecía el lugar más seguro...la dispararon en plena calle”, ha escrito. También denuncia que todavía no ha podido recuperar el cuerpo de su madre: “Todavía no puedo recuperar ni siquiera tu cuerpo, porque hay muchos de vosotros allí y se los llevaron a algún lugar juntos”.
También en Bucha, otra mujer un poco más mayor llora en la calle. Lleva un gorro de lana negro y un abrigo grueso. Su marido ha sido asesinado. Como si nada, justo detrás de ella, permanece volcado un coche que mantiene un equilibrio imperfecto y amenaza con caerse. La mujer se llama Tanya Nedashkivs'ka y tiene 57 años. Al fondo, sobre una acera que mantiene su trazado a pesar de que el asfalto que la custodia está levantado, un grupo de personas sigue conversando. En Bucha, como en Mariúpol o en Chernígov antes, la gente llora a sus muertos y trata de seguir con su vida al mismo tiempo.
En las afueras de Kiev, una urbanización ha sido destruida por los bombardeos rusos. En total, seis edificios de apartamentos se han venido abajo. Entre los escombros se adivina también una escuela y un jardín de infancia. Uno de los cohetes rusos quebró una tubería de agua, que pudo ser reparada días después. El fotógrafo Maca Vojtech Darvik captó el momento en el que una señora recoge las pocas cosas que quedan entre los escombros de sus apartamentos. Los vecinos se llevan la madera para calentarse, puesto que las temperaturas máximas diarias, señala el autor de la foto, no superan los 12 grados estos días de comienzo de la primavera.
Los primeros enterramientos hechos a toda prisa se vieron en la localidad de Mariúpol. La ciudad portuaria sigue bajo asedio ruso desde los primeros días del mes de marzo y, tras el ataque a su hospital de maternidad, las afueras de la urbe quedaron pobladas de fosas excavadas en la tierra helada. Los mismos horrores se repiten ciudad por ciudad.
En el patio de su propia casa, Vlad Tanyuk, un niño de seis años vestido con un chándal y un abrigo verde permanece junto a la tumba de su madre, Ira Tanyuk. Según recoge el fotógrafo Rodrigo Abd, la mujer murió de hambre y estrés durante los días de la guerra, en un barrio a las afueras de Kiev. Ladrillos de obra delimitan un montículo de tierra señalizado con una cruz de madera. El espacio de juego que un día pudo ser ese patio ahora es un lugar de enterramiento.
Una mano que acaba de soltar un manojo de llaves, del que pende la bandera de la UE, ha sido otra de las imágenes compartidas, en este caso, por autoridades ucranianas en redes sociales. “Región de Kiev. Infierno del siglo XXI. Cuerpos de hombres y mujeres, que fueron asesinados con las manos atadas. Los peores crímenes del nazismo han vuelto a Europa. Esto lo ha hecho deliberadamente Rusia. Imponed un embargo sobre los recursos energéticos, cerrad los puertos marítimos. ¡Alto a los asesinatos!”, exigió Majaíl Podolyak, asesor de la oficina presidencial de Ucrania.
Un perro que espera junto al cadáver de un hombre que iba en bicicleta. Un cuerpo sobre una acera que iba o venía de coger algo de la casa de un vecino. Una familia muerta en el patio de una casa baja a la que todavía observan temerosos el resto de los vecinos. La vida y la guerra continúan.
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