El temblor descontrolado de las manos agita la hoja con el discurso escrito del embajador. La voz quebrada contiene el llanto del representante palestino, Riyad Mansour, en el atril de la Asamblea General de la ONU. “Voten para poner fin a tres semanas del peor doble rasero que hemos visto en décadas y devolver algo de credibilidad a este lugar”. Acto seguido, el embajador israelí, Gilad Erdan, sube al estrado y arranca su discurso: “Esta sesión de emergencia no tiene nada que ver con la paz”.
La escena se produjo este jueves mientras la Asamblea General debatía una resolución para frenar el conflicto. Aunque sus decisiones no son vinculantes, en el Consejo de Seguridad cuatro propuestas diferentes de resolución no han logrado salir adelante principalmente por el veto de las grandes potencias. El viernes la Asamblea General sí aprobó una resolución solicitando una “tregua humanitaria” por 120 votos a favor, 14 en contra y 45 abstenciones en la primera respuesta de la ONU a las hostilidades desde el ataque de Hamás del 7 de octubre. EEUU e Israel votaron en contra. De la UE solo Austria, Croacia, República Checa y Hungría rechazaron la resolución
Tras décadas ignorando decenas de resoluciones, tanto de la Asamblea General como del Consejo de Seguridad, Israel ha redoblado su desafío a una organización que, una vez más, está bloqueada ante la crisis en Gaza. El mismo año de la declaración de independencia de Israel, basada sobre una resolución no vinculante de la Asamblea General que recomendaba un plan de partición en dos Estados, la Asamblea General pidió a Israel permitir el retorno de los refugiados palestinos que lo desearan y la compensación a los que no lo hicieran. Eso, en cambio, no se cumplió nunca.
Ahora, Israel ha pedido la dimisión del secretario general de la ONU, António Guterres, y ha asegurado que cancelará los visados a los trabajadores de la organización. Lo que desató la ira de los israelíes fue que aunque Guterres declaró que nada justifica la matanza de civiles cometida por Hamas, recordó que esto se produce tras 56 años de “ocupación asfixiante”.
“Si Israel se niega a cooperar con la ONU en asuntos humanitarios, eso complicará a los trabajadores ayudar a la población en Gaza, pero parece bastante claro que EEUU y Europa quieren que la ONU siga entregando ayuda en Gaza”, señala a elDiario.es Richard Gowan, director del programa de Naciones Unidas del think tank International Crisis Group. “EEUU ha sido muy claro en su apoyo a Guterres y creo que será bastante firme con los israelíes en que tienen que seguir trabajando con la ONU. Tendrán que buscar una forma de retroceder porque si no EEUU no va a estar muy contento con su comportamiento”.
Jaume Saura, catedrático de Derecho Internacional de la Universitat de Barcelona recuerda que la escalada de Israel en su enfrentamiento con la ONU “no es nada nuevo”. “Siempre ha tenido una actitud hostil hacia la ONU sencillamente porque en la ONU hay una abrumadora mayoría de Estados que condenan sus violaciones de derechos humanos”, dice.
“Las mesuradas palabras del secretario general han sido la excusa perfecta para una sobrerreacción que dificulte aún más la tarea de los organismos de la ONU sobre el terreno (en particular la UNRWA, la agencia de la ONU para los refugiados palestinos)”, señala Saura que, como Gowan, cree que “Israel acabará cediendo a la presión internacional”.
Israel denuncia que la ONU está “obsesionada” con la cuestión palestina y que muchas de sus agencias, desde el Consejo de Derechos Humanos hasta la UNESCO, pasando por UNRWA o la figura del relator especial, tienen un sesgo antiisraelí. El Ministerio de Exteriores israelí incluso ha acusado a UNRWA –que ha perdido 53 trabajadores por los bombardeos en esta ofensiva– de ser “amigos de los terroristas” y Netanyahu ha pedido su cierre por fomentar el discurso a favor de la “eliminación de Israel”.
Recién nombrado embajador, Erdan escribió en septiembre de 2020 una columna en un periódico israelí en la que afirmaba que la ONU “se está arriesgando a perder los últimos vestigios de relevancia y legitimidad” que le quedan. “Si la organización no puede tomar acciones contra los peores regímenes y continúa obsesionada con la cuestión palestina, en 75 años no habrá ONU para marcar su cumpleaños porque habrá perdido su derecho a existir”.
Ese discurso es precisamente el que ha permitido a Israel ignorar durante décadas decenas de resoluciones, informes e incluso dictámenes de la Corte Internacional de Justicia, opina Claudia Jiménez, profesora de Derecho Internacional en el Institut de Barcelona de Estudis Internacionals. “Cuando te dicen que tienes que hacer algo, pero que es una recomendación y encima consideras que el órgano que lo emite es antisemita y cuestionas la legitimidad de la decisión porque crees que ese órgano no entiende la problemática, la lógica y el derecho de Israel a defenderse, la respuesta es 'no conoces mi realidad y no te hago caso”, dice Jiménez.
El escudo en el Consejo de Seguridad
“En el caso de las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU que Israel no ha cumplido también son peticiones, es decir, no son vinculantes. Tienen el mismo valor que una de la Asamblea General”, dice Jiménez. “Si quisieran, podrían hacerlas vinculantes, pero para eso se tienen que formular bajo el Capítulo VII de la Carta de la ONU. No conozco ninguna de este tipo contra Israel”, añade.
Varias resoluciones de este órgano han condenado los asentamientos ilegales construidos en territorio ocupado y piden a Israel acabar con esta política. La última resolución de este tipo se aprobó en 2016 –Obama ordenó la abstención de EEUU cuando ya había perdido las elecciones–, pero otra similar se aprobó en 1979. El Consejo de Seguridad también pidió a Israel en el 68 rescindir la anexión ilegal de Jerusalén.
En otros casos, el órgano más poderoso de la ONU ha impuesto sanciones vinculantes –hasta en 31 ocasiones: entre ellas Yemen, Irak, Irán, Yugoslavia y Libia– para mantener la paz. Un caso histórico fue el régimen de sanciones contra la Sudáfrica del apartheid. Israel, por su parte, ha sido calificado por organizaciones de derechos humanos y expertos, entre ellos la relatora especial de la ONU para Palestina, como un régimen de apartheid.
Gowan cree que en la Asamblea General y en otros órganos existe un “fuerte sentimiento propalestino”. “Pero en el Consejo de Seguridad, que es el organismo que importa en este momento, EEUU utiliza su veto para defender a Israel. En el último estallido de violencia de 2021, el Gobierno de Biden ni siquiera permitió al Consejo publicar un comunicado de prensa mostrando su preocupación hasta que Israel alcanzó sus objetivos militares”, dice el experto.
“Como Israel está protegido en el Consejo de Seguridad por el veto de EEUU, pueden ignorar muchas de esas críticas de varios organismos de la ONU porque saben que tienen el escudo de EEUU”, dice Gowan. “Aún así, son muy sensibles a esas críticas. Creen que son injustas y la reacción a Guterres indica lo profundo de ese sentimiento”. El investigador sostiene que Guterres ha evitado históricamente ofender a Israel: “No es un político antisemita o antiisraelí”.
El uso del veto y la propuesta de Brasil
En el Consejo se han presentado cuatro propuestas fracasadas de resolución sobre la crisis actual: dos de ellas elaboradas por Rusia (sin votos suficientes), una por EEUU (vetada por Rusia y China) y una por Brasil (vetada por EEUU). “La de Brasil fue la más frustrante”, dice Gowan.
“Brasil trabajó muy duro para producir un texto cómodo para todos y suavizó mucho el lenguaje. Eliminó la referencia a alto el fuego [que incomoda a EEUU] e hizo muchas concesiones a Estados Unidos. Los diplomáticos pensaban que Washington se abstendría y que estaba muy cerca de aprobarse”, explica. “Pero entonces llegó el incidente del hospital con la confusión y enfado posteriores y EEUU sintió que no podía abstenerse en una resolución que fuese mínimamente negativa hacia Israel. Era un texto que Israel estaba muy cerca de aprobarse”.
“Israel es en sí mismo una potencia y tiene potentes aliados, empezando por Estados Unidos. Por ello puede incumplir impunemente las resoluciones de la Asamblea General y que el Consejo de Seguridad haya intervenido muy tímidamente en el conflicto que, eso sí, ha determinado claramente la obligación de abandonar los territorios ocupados, pero sin tomar la más mínima medida sancionatoria”, dice Saura. “Lamentablemente, no es el único caso de impunidad. El caso de Marruecos con el Sahara es otro ejemplo”.