Deportistas, supermercados y vecinos: la tensión social se acumula en Italia tras tres semanas de confinamiento
La sociedad italiana está bajo estrés. Un fuerte estrés. Se atisba levemente que la cuarentena impuesta por el gobierno italiano consigue ralentizar algo el avance del coronavirus, pero este domingo se han registrado nuevas infecciones (3.815) y más muertes (756). El confinamiento está afectando cada vez más no solo a la economía italiana sino también al equilibrio psicológico de millones de ciudadanos encerrados en sus casas.
Aunque la inmensa mayoría de la gente aguanta, cada vez son más frecuentes los insultos a quienes salen a la calle con o sin motivo, incluso a personas con discapacidad, o las tensiones en los supermercados y las comunidades de vecinos. Y lo que no se ve desde fuera de las casas. Administraciones, sindicatos, empresas y ciudadanos se están movilizando para ayudar a las categorías más vulnerables.
Los 'untori' del siglo XXI
Un empresario de Lombardía que quiere hablar bajo anonimato cuenta a eldiario.es que su esposa, médica de profesión, fue insultada cuando después de un largo día de trabajo salió a correr a la calle para aliviar la tensión. “Alguien desde un balcón le ha gritado que estaba difundiendo el virus, ¡le han deseado que se muriera!”. Según el primer ministro Giuseppe Conte, “quien quiera hacer actividad física al aire libre, debe hacerlo solo y cerca de su casa”. En el Véneto una ordenanza regional prohíbe a quienes realizan actividad física (o pasean al perro) alejarse más de 200 metros de su casa.
Desde hace semanas, los corredores han sido objeto de duras críticas por parte de muchos políticos y ciudadanos, que piden la prohibición total de las actividades deportivas al aire libre. Varios ayuntamientos están empleando los drones para detectar corredores, paseantes y deportistas.
Y aunque es cierto que algunos violan las normas con el pretexto del deporte al aire libre, la gran mayoría de los italianos están respetando las instrucciones del gobierno: más del 95% de los ciudadanos controlados por la Policía, según datos del Ministerio del Interior italiano.
Según muchos comentaristas, los corredores se han transformado en nuevos 'untori', una palabra que los italianos usaban ya en el siglo XVI para identificar a las personas supuestamente culpables de provocar las epidemias. Y de hecho, en varios periódicos locales se han relatado episodios de corredores insultados e incluso amenazados. “La búsqueda constante de alguien a quien culpar es una constante en la historia, cuando se producen epidemias o pandemias” explica a eldiario.es Eugenia Tognotti, profesora de Historia Médica en la Universidad de Sassari, Cerdeña. “En la época de la plaga se culpaba a los judíos. En el siglo XIX, durante el cólera en Nápoles, los sin techo, las prostitutas, los mendigos eran considerados untori. Y en Emilia-Romaña, se culpaba a los médicos del cólera”.
Luca Pezzullo, psicólogo de emergencias que ha trabajado en contextos difíciles como el devastador terremoto de L'Aquila de 2009, también está de acuerdo. “Nuestra mente, especialmente en las emergencias complejas, en las que no hay un solo factor que mantener bajo control, tiende a imputar la causa de la situación de riesgo a un solo elemento: la llamada 'oveja negra', el chivo expiatorio al que imputar todas las responsabilidades y todos los riesgos, para canalizar la ira”.
También ha habido episodios de padres insultados desde los balcones mientras daban un paseo con sus hijos con discapacidad. “El confinamiento, la obligación a permanecer en casa, suele tener consecuencias negativas graves para el estado de salud y los problemas psicológicos y de comportamiento de las personas que sufren discapacidades graves. Como los autistas, por ejemplo, para los que es positiva una rutina estructurada”, afirma Alberto Danieli, neuropsiquiatra infantil. Por eso, en muchas regiones están previstas excepciones a la prohibición de salir para las personas con alguna necesidad especial y sus acompañantes.
Tensiones en el puesto de frutas y en las escaleras de las comunidades
Entrando a un supermercado italiano en estos días, el nerviosismo se nota en el aire. En su intento de mantener una distancia segura de personas menos respetuosas de las normas, algunos clientes parecen ocupados en realizar bailes complejos. En un supermercado de Padua, Mattia, un autónomo de 30 años, dice a eldiario.es: “No puedo con los que se paran frente al mostrador de frutas durante horas para decidir si compran naranjas o mandarinas. Habría que darles un par de bofetadas o incluso una paliza, en serio”. Una joven cajera del mismo supermercado afirma: “Algunos son inconscientes: no llevan mascarilla, ni guantes, no respetan las distancias de seguridad, se comportan como si estuvieran de vacaciones. Otros son muy precavidos, usan guantes y mascarilla, y llenan el carrito de compras hasta arriba de pasta, harina, mantequilla, azúcar, como si estuviera llegando el Apocalipsis. ¿Quién puede necesitar seis o siete paquetes de sal?”.
En el sur de Italia ya se han producido los primeros intentos de robo en masa en los supermercados. En Sicilia, los Carabinieri han sido puestos a vigilar los supermercados, y se teme que la mafia aproveche de la difícil situación para desestabilizar esos territorios. Por otra parte, en el norte de Italia se han producido episodios de acaparamiento como los descritos por la joven cajera. “En la psicología de la emergencia se dice que muchos de los comportamientos aparentemente disfuncionales de los seres humanos tienen una base natural vinculada a los procesos atávicos de adaptación del hombre primitivo a las situaciones de riesgo, que tenían sentido en un pasado lejano pero que ahora simplemente están fuera de lugar”, agrega Pezzullo. “Uno de los comportamientos básicos de supervivencia, en tiempos de hambruna, era acumular comida, controlar los recursos. El pánico y la agresión comienzan cuando tengo la percepción de que no tendré recursos alimentarios, o que habrá limitaciones de acceso”.
La agresividad también está creciendo en las comunidades. Los casos de personal sanitario que ha recibido notas hostiles de otros vecinos, aterrorizados por la posibilidad de que traigan el virus al vencindario, han causado un gran revuelo. Pero varias personas de Lombardía, Sicilia y Lazio entrevistadas por eldiario.es para escribir este artículo han relatado su creciente intolerancia hacia quienes salen con demasiada frecuencia o bajan las escaleras sin mascarilla ni guantes. Cada vez hay más episodios de copropietarios que denuncian a sus vecinos a la policía, insultan a los que salen sin razón aparente, o publican fotos de los transgresores en las redes sociales.
Violencia y resistencia
Preocupan cada vez más los casos de violencia machista contra mujeres obligadas a quedarse 24 horas al día encerradas en casa con parejas y maridos peligrosos. Una fuente en los Carabinieri confirma a eldiario.es que “para muchas mujeres estas semanas de cohabitación forzada son una pesadilla. En marzo se produjo una drástica disminución de las denuncias en comparación con el mismo período del año pasado, y es porque las mujeres que sufren malos tratos simplemente no están en condiciones de denunciar a sus agresores. Están más asustadas de lo habitual”. A su vez, las casas de refugio para mujeres víctimas de violencia doméstica están lanzando la alarma: ya no reciben llamadas, y ese silencio es aterrador.
“La obligación de quedarse encerrado en casa para los miembros de familias multiproblemáticas, para los hombres con problemas de juego o de drogadicción y que ya no pueden compensar en el exterior, exacerba el conflicto y la agresión dentro del hogar. Es un problema muy grave”, observa Pezzullo. Y si la delincuencia ha disminuido en las calles de Italia, ha crecido en Internet: desde las estafas informáticas (falsas recaudaciones de fondos para ayudar a los hospitales, por ejemplo, o falsas ventas de mascarillas) hasta los casos de pedofilia en las redes sociales. Y cuanto más días pasan, más parece empeorar la situación. En Fondi, un pueblecito en la Italia central del que está prohibido alejarse debido al elevado número de infecciones, un agricultor de 69 años fue asesinado por un hombre al que intentaba impedir la salida.
Pero también hay una Italia que reacciona, especialmente en defensa de las categorías más vulnerables. Vicenza, una ciudad del Véneto que está logrando contener al coronavirus, ha reforzado sus iniciativas de ayuda a las mujeres víctimas de la violencia, y a los sin techo. Lo mismo sucede en Trento, en la región alpina de Trentino-Alto Adige, donde el fiscal provincial ha decidido que, en caso de violencia doméstica, ya no serán la mujer y los niños los que tengan que dejar el hogar, sino el hombre violento.
Y aunque es cierto que ya quedan pocos italianos con ganas de cantar y tocar desde los balcones, en muchas comunidades se están multiplicando los gestos de solidaridad. Desde la periodista extranjera que hace la compra para su vecino ciego, a la pareja joven que se pone a disposición de la viuda de casi ochenta años. Restaurantes ofrecen pizzas y cenas gratuitas al personal sanitario en primera línea, empresas y sindicatos hacen generosas donaciones, taxistas se ofrecen para hacer entregas gratuitas a quienes no pueden moverse de su casa. Señales positivas. Porque Italia necesitará gestos de resiliencia y solidaridad durante mucho tiempo.
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