De partido postfascista a aliado “constructivo” europeo en cuestión de meses. Es la evolución de Fratelli D'Italia y Giorgia Meloni a los ojos del presidente del PP europeo, Manfred Weber, quien ya ha sido recibido dos veces por la primera ministra italiana en el Palazzo Chigi. “Mire lo que ha hecho el Gobierno italiano en los primeros meses”, argumenta Weber en una reciente entrevista con los periódicos del grupo Funke media: “Meloni es constructiva en Europa, apoya a Ucrania y no hay problemas con el Estado de derecho en Italia”. ¿Está interesado en una alianza de los democristianos europeos con los partidos de extrema derecha? “Como líder del partido y del grupo parlamentario, tengo la ambición de que al PPE le vaya tan bien en las elecciones europeas del próximo año, que sigamos siendo la fuerza más fuerte y capaz de dar forma a la política europea en los próximos cinco años”.
¿Y eso cómo se traduce de conversaciones con un partido de raíces mussolinianas? “Comparto la preocupación por la historia del partido Fratelli d'Italia de Meloni. Pero hoy estamos hablando entre nosotros sobre cómo podemos resolver las grandes cuestiones de Europa juntos como europeos. En otras palabras: Italia pertenece al núcleo de Europa. Una Europa sin Italia es impensable”.
Es decir, el líder de los populares europeos, tanto del partido como de la bancada en la Eurocámara, considera que Meloni está siendo “constructiva” y decide abordar con la extrema derecha “las grandes cuestiones europeas”.
Como confiesa Weber en la entrevista, su horizonte es mantener al PPE como principal partido en el Parlamento Europeo, lo que le permitirá seguir dominando la Comisión Europea, el Ejecutivo comunitario. Pero, claro, si Weber preside el PPE, Meloni preside ECR, la familia política que engloba a Vox y al partido gobernante polaco, el ultraconservador y homófobo PiS. Y, si bien las alianzas electorales no son tan fáciles en un escenario de circunscripciones por país sin listas transnacionales, tampoco son imposibles: ya han concurrido juntos a las elecciones italianas el referente del PPE, la Forza Italia de Silvio Berlusconi, con Giorgia Meloni y la Lega, de Matteo Salvini.
Pero, además, a lo que juega Weber también es a tener una alternativa al pacto histórico que ha operado en la arquitectura institucional europea: socialdemócratas, democristianos y liberales. Una alternativa a su derecha que, por cierto, ya ha funcionado en votaciones en el Parlamento Europeo relevantes, como la de la elección de la presidenta del Parlamento Europeo, Roberta Metsola, y la mesa de la Eurocámara que, por primera vez en la historia, cuenta con uno de sus vicepresidentes de extrema derecha –Roberts ZÄ«le, de la Alianza Nacional letona–.
En efecto, el pacto entre populares, liberales y ultraconservadores dejó a los Verdes con un vicepresidente en lugar de dos, para colar por primera vez a ECR en el bureau del Parlamento Europeo. Aquello fue en enero de 2022, y en verano de 2022 ya estaba Weber haciendo campaña por la candidatura de Meloni en Italia.
Nada más ser elegida primera ministra italiana, Meloni no dudó en hacer su primer viaje internacional a Bruselas, donde se reunió con los presidentes de las tres instituciones, evidenciando una especial sintonía con la maltesa Metsola, con quien mantuvo buena parte de la reunión en italiano.
Una sintonía que no es baladí, pues algunas fuentes en Bruselas ven a Metsola como hipotética rival de Ursula von der Leyen para presidir la Comisión Europea en calidad de spitzenkandidat para las elecciones europeas de mayo de 2024.
Viraje histórico del PP europeo
El viraje del líder del PPE está siendo histórico, si bien el líder del PP europeo procura quitar de las ecuaciones los acuerdos con AfD, la extrema derecha alemana, históricamente vetada por los democristianos. Y tampoco es que Weber sea un referente necesario para cerrar o no cerrar alianzas políticas nacionales, ni que se haya convertido tampoco en un nuevo Paul von Hindenburg –el presidente alemán que hizo canciller a Hitler en 1933 sin haber ganado las elecciones–; ni siquiera en un Víctor Manuel III –el monarca que dejó Italia en manos de Mussolini–.
Pero sí es cierto que la actitud del actual jefe de filas de la derecha europea con respecto a los pactos con la extrema derecha es opuesta a la de su antecesor, el polaco Donald Tusk, y eso normaliza una política de pactos que antes no se santificaba –aunque hubiera este tipo de pactos en Austria, por ejemplo–. Al tiempo, la estrategia de Weber, de paso, agita los fantasmas del papel desempeñado por las élites políticas y económicas conservadoras en la Europa de Entreguerras.
Y todo esto en un momento en el que, precisamente, los populares europeos, aunque dominan las instituciones comunitarias –Comisión Europea, Eurocámara y BCE–, están en retroceso a escala nacional: la pérdida de Alemania les ha dejado fuera de todo gobierno de países fundadores de la UE, y básicamente resisten en los bálticos y el Este, junto con Grecia.
Cuando a Donald Tusk, anterior presidente del PP europeo, se le preguntaba en marzo pasado por los pactos entre el Partido Popular y Vox para gobernar Castilla y León, respondía que suponía una “capitulación”, y que ojalá fuera “un incidente” y no “una tendencia”. Pero ahora que el polaco Tusk ya no está al frente de la principal familia política europea y ha sido sustituido por el bávaro Manfred Weber, la acción política de la familia popular es bien distinta.
Como también es divergente de la derecha francesa y alemana, que históricamente han renegado de pactos con la ultraderecha. La excanciller alemana Angela Merkel fue durante su mandato una abanderada de esta posición. Incluso llegó a renunciar a que su partido gobernara una de las regiones alemanas porque, para hacerlo, debían pactar con Alternativa por Alemania. Aquel Gobierno, del land de Turingia, acabó en manos de Die Linke, la izquierda alemana.
Ahora, sin embargo, el discurso y la práctica política de Weber se aleja de Tusk en un momento en el que sus aliados en Francia y en Italia se encuentran en mínimos electorales y en los que la competición en la zona conservadora se produce entre varias extremas derechas. El PP europeo ya coló entre sus filas a Silvio Berlusconi después de que la Democracia Cristiana italiana implosionara.
Pero no sólo eso. En la República Checa, la alianza entre la derecha y la extrema derecha se selló antes de las elecciones parlamentarias de 2021. Y tuvo éxito, ya que ahora forma parte de la coalición gobernante, y su líder, Petr Fiala, se convirtió en primer ministro. La alianza, denominada Spolu (Juntos) está compuesta por el Partido Cívico Democrático, de la familia ultraconserevadora de Vox y Meloni (ECR), KDU-ÄSL (Demócratas Cristianos, EPP) y TOP 09 (EPP). Basándose en su experiencia de las elecciones parlamentarias de 2021, Spolu también participó y ganó las elecciones municipales de Praga.
Fiala ha intentado mantener un perfil sin estridencias para consolidar su gobierno de coalición de cinco partidos, formado por Spolu, Piratas (Verdes) y STAN (alcaldes e independientes, EPP).
Pero hay más. En Suecia, el líder conservador, Ulf Kristersson, es primer ministro desde octubre de 2022 gracias al apoyo externo de la formación ultraderechista Demócratas de Suecia (SD), que le garantiza la mayoría en el Parlamento sueco. El SD, con raíces neonazis en su fundación a finales de la década de 1980, fue sometido a un cordón sanitario por el resto de fuerzas desde su entrada en el Parlamento en 2010, lo que explica que los socialdemócratas hayan gobernado en minoría las dos pasadas legislaturas pese a que en la Cámara había mayoría de centroderecha. Conservadores, democristianos y liberales se abrieron el último año a romper ese aislamiento y pactar con el SD, aunque rechazaron su entrada en un ejecutivo.
Y no sólo eso: en Portugal, el partido de extrema derecha Chega ha ido creciendo electoralmente y ha logrado cierto protagonismo al firmar un acuerdo con los partidos de la coalición PSD-CDS (ambos EPP) y PPM (Partido Popular Monárquico, derecha cristiana) que terminaba con 24 años de gobiernos socialistas en la región autónoma de las Azores.
Y, luego, están los fantasmas por venir. Por ejemplo, en Grecia, el panorama político se ha visto atravesado por el escándalo de las escuchas telefónicas, que están erosionando al partido conservador Nueva Democracia, en el Gobierno, lo que alienta la posibilidad de un pacto postelectoral con la extrema derecha de Solución griega (ECR) tras los comicios de 2023, previstos para abril. Esta vez se aplicará una nueva ley electoral que requerirá esencialmente un Gobierno de coalición para gobernar el país. Aunque Nueva Democracia ocupa el primer lugar en todas las encuestas, será difícil encontrar socios debido al escándalo de las escuchas telefónicas cometido por el Gobierno de Kyriakos Mitsotakis, elogiado por Meloni.
Después de reunirse lo dos jefes de Gobierno en Roma en diciembre, el Ejecutivo italiano expresó la comunión de ideas entre Meloni y Mitsotakis: “La reunión, cordial, confirmó la estrecha cooperación entre Italia y Grecia en los principales temas de la agenda europea e internacional, con especial énfasis en la estabilidad y las oportunidades de crecimiento en el Mediterráneo. En consecuencia, hay interés común en fortalecer aún más las relaciones entre Roma y Atenas, también a nivel bilateral”.
¿Se acerca el PPE a Meloni ahora que Forza Italia está en horas bajas? En todo caso, el aval de la familia política europea al Gobierno de coalición italiano allana el camino de la respetabilidad para un hipotético acuerdo entre la derecha europea y la extrema derecha; ya sea con vistas a las elecciones europeas, el futuro reparto de cargos comunitarios y un hipotético acuerdo entre Alberto Núñez Feijóo y Vox para gobernar España.
En el PP español mantienen un aparente discurso duro con Vox, especialmente tras la incorporación de Borja Sémper a la portavocía de la dirección nacional del partido, que coincidió en el tiempo con la polémica generada por el protocolo medico antiaborto que la ultraderecha anunció en Castilla y León y que fue finalmente desautorizado por el presidente autonómico, Alfonso Fernández Mañueco.
Pero el rechazo declarativo hacia Vox no se traduce en una renuncia del PP a gobernar con la ultraderecha. Todo lo contrario. Juan García-Gallardo sigue siendo el vicepresidente de la Junta de Castilla y León, y Feijóo cuenta con reeditar pactos similares en otras comunidades autónomas tras las elecciones de mayo, cruciales ante los comicios generales de finales de año. Por eso Feijóo limitó a ayuntamientos su propuesta de que debe gobernar sí o sí la lista más votada, porque para ganarle gobiernos regionales al PSOE tendrá que negociar con Vox.
Y lo mismo le pasará en diciembre: todas las encuestas coinciden en que el PP no podrá gobernar en solitario y solo llegará a la mayoría absoluta con Vox.
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