- David Alvarado ofrece en el libro 'Rif. De Abdelkrim a los indignados de Alhucemas', editado por La Catarata, un completo retrato de las convulsas relaciones entre el Rif y el poder central de Marruecos desde los tiempos de la ocupación española y francesa
El 28 de octubre de 2016 Alhucemas perdió en circunstancias trágicas a uno de los suyos. Mojcín Fikri, mayorista de pescado de 31 años de edad, pereció aplastado en el interior de un camión de basura. Una escena de inusitada violencia, atroz, en la que Fikri intentó en vano huir de la hoja del compactador, gritando y pidiendo ayuda, agonizando. Una acción de la que dieron buena cuenta las redes sociales y que inmediatamente suscitó la indignación de los habitantes de la capital rifeña, que se echaron a las calles para manifestar su repulsa contra la abominada hogra, vocablo del árabe dialectal marroquí que denota desprecio, opresión, y que alude al uso abusivo del poder del que hacen gala las autoridades, con total impunidad, al encuentro de las poblaciones que gobiernan; una hogra que se acababa de cobrar su enésima víctima. “Mojcín mat maktul u l’Majzén huwa l’mass’ul” (“Mojcín ha sido asesinado y el Majzén es el responsable”) o “ya l’Majzén ya jabán, sanuwasilu l’kifah” (“Majzén, cobarde, continuaremos con nuestra lucha”), gritan los contestatarios en cólera, mientras enarbolan banderas bereberes y retratos del héroe y orgullo local, el emir Mohamed Ben Abdelkrim El Jatabi.
[El Majzén es el nombre que recibe el tradicional régimen político marroquí. A pesar de no contar ahora con una existencia legal, el Majzén mantiene su presencia, pudiendo considerarse como una suerte de Estado en la sombra, en paralelo al Gobierno e instituciones formales y legales, donde un centro de poder se apoya en una serie de grupos que él mismo manipula.]
La ira sobrepasa los límites de Alhucemas, llegando a todos los rincones del Rif, pero también mucho más allá, con muestras de apoyo en ciudades como Tánger, Rabat, Fez, Casablanca o Marrakech, e incluso a localidades medias y pequeñas en el Medio Atlas, el Sudeste y el Sus. Miles de marroquíes se manifiestan con proclamas similares a las de sus coterráneos rifeños, reclamando que se haga justicia y que paguen por su crimen los responsables de la agonía y muerte del joven Fikri. Un sentimiento de rabia compartida que recordó la cólera que en 2013 suscitó la amnistía real decretada al encuentro de Daniel Galván, ciudadano de origen iraquí nacionalizado español que cumplía pena de prisión por pedofilia en la prisión central de Kenitra, al norte de Rabat.
Al contrario de lo que ocurrió entonces, cuando las fuerzas del orden cargaron contra los manifestantes, en esta ocasión no hubo que lamentar incidentes ni enfrentamientos entre ciudadanos y efectivos de seguridad, que adoptaron un perfil bajo, evitando cualquier tipo de exceso, conscientes de lo delicado del contexto. “No se ha registrado ningún acto de violencia, por mínima que esta fuera. Estamos simplemente ante el llamamiento unánime de la población para que se haga justicia”, se apresuró a declarar el ministro del Interior, Mohamed Hasad, quien inmediatamente, a instancias de Mohamed VI se comprometió públicamente a poner en marcha una “investigación rápida y transparente” para dilucidar las circunstancias del deceso.
La historia de Mojcín Fikri no difiere de la cientos de miles de jóvenes marroquíes que, no habiendo nacido en el seno de una familia acomodada, se han visto impelidos a buscarse la vida, bien que mal, para salir adelante. Nacido en 1985 en Imzuren, localidad a apenas quince kilómetros de Alhucemas, Fikri era el sexto hijo de una familia de diez hermanos, nueve varones y una mujer, cuyo padre, Ali, ejerció de profesor, mientras que su madre, Fatema, se ocupaba de las labores del hogar.
A los 15 años de edad, cuando iba a iniciar su primer año de liceo, Mojcín se vio obligado a abandonar los estudios para contribuir a la economía familiar, primeramente vendiendo especias y luego utensilios de cocina. No sin dificultades, logró entrar en el Instituto Tecnológico de Pesca Marítima, donde se diploma, convirtiéndose en marino, si bien se ve impelido a dejarlo por sus recurrentes problemas de salud.
Se lanza entonces en el sector del transporte, como conductor de taxi, antes de especializarse, a partir de 2013, en la venta de pescado. El nuevo trabajo dista de ser tranquilo, ya que es objeto de frecuentes extorsiones por parte de los agentes de la autoridad y de las mafias que dominan el sector. Aun así, poco a poco, Fikri logra tirar hacia adelante e incluso llega a plantearse la creación de una pequeña empresa de pesca, para lo cual poco antes de su muerte había depositado una demanda ante la administración pertinente. No era entonces consciente Mojcín de que su periplo y su nombre pasarían a la historia, y que su infausta muerte serviría para despertar conciencias, siendo el detonante, el origen del Hirak (“movimiento”, literalmente) en una región pobre y aislada, con una marcada identidad, particular, cultural y lingüísticamente, y con una dilatada historia de rebeliones y enfrentamientos, caracterizada por sus conflictivas relaciones con el poder central.
La ciudad, fundada por el ejército español durante la guerra del Rif entre 1921 y 1926 bajo la denominación entonces de Villa Sanjurjo y que pasó a detentar la denominación de Alhucemas a partir de la independencia marroquí, se encuentra recluida, mal comunicada con el resto del país. La capital rifeña está a cinco horas en coche de Tánger, a cuatro de Uxda, en la frontera con Argelia, que permanece cerrada desde 1994, tras los atentados del hotel Asni en Marrakech, donde se demostró la implicación de varios terroristas franceses de origen argelino, y a siete horas de Rabat. Desde Motril, en la costa granadina, fuera del periodo estival la travesía en barco transcurre una vez por semana y ello, claro está, si las condiciones meteoroló gicas no son adversas.
Por su parte, el aeropuerto Cherif Ali Idrisi, nombre del notorio cartógrafo y geógrafo del siglo XII originario de Ceuta, cuenta con muy pocas conexiones, apenas con un vuelo diario hacia Casablanca y siendo el grueso de los vuelos hacia destinos europeos con importante presencia rifeña, como Ámsterdam y Bruselas. Y es que en Alhucemas, y en el Rif en general, son raras las familias que no tienen a varios de sus miembros en Europa.
Las grandes migraciones tuvieron lugar a partir de las décadas de los sesenta y setenta, cuando la región, marginalizada por el poder central, padecía de una acuciante pobreza y en un momento en que la industria europea requería abundante mano de obra. El aislamiento y difíciles condiciones de vida de los rifeños, entre paro, actividades económicas informales, cuando no ilegales, y emigración, hacen aún más intolerable lo ocurrido la tarde del 28 de octubre, cuando la que debiera haber sido una banal transacción para Mojcín Fikri se convirtió desgracia.
El trágico episodio deja en evidencia males aún usuales, a saber, la corrupción y la arbitrariedad de las autoridades. Las capturas de pez espada están prohibidas en Marruecos entre el 1 de noviembre y el 30 de diciembre, y entre el 15 de febrero y el 15 de marzo, según la directiva del Ministerio de Agricultura y Pesca Marítima. Pero, tal y como ocurre en toda una pléyade de ámbitos y circunstancias en Marruecos, entre la legalidad del texto y la vívida realidad existen grandes desfases. Son un hecho las capturas durante el periodo de veda de pez espada, que luego es vendido en el puerto, sin ningún tipo de ocultación, a la vista de responsables y mandos.
Es así como, después de haberse abastecido de pez espada entre al menos una decena de proveedores diferentes en las instalaciones portuarias de Alhucemas, Fikri confió la mercancía adquirida, que ascendería a más de media tonelada, a su socio, Lajcen Chenaui, para que la transportase a la ciudad, donde esperaban los clientes. La furgoneta cargada abandonó el puerto sin ser objeto de control alguno por parte de gendarmes y agentes portuarios que allí operaban. No era el primer cargamento que salía ese día de la dársena. Otros habían partido previamente, sin problemas ni impedimentos. Pero la suerte reservada al vehículo que conducía Chenaui fue diferente y, apenas se alejó unos cientos de metros de las instalaciones del puerto, un agente motorizado de la Policía lo detiene, siendo incautado el contingente de pez espada y precipitándose los acontecimientos. Hacía apenas un año que las autoridades habían destruido una cantidad de atún y pez espada adquirida por Fikri que superaba los 200.000 dírhams (unos 18.000 euros), y este no estaba dispuesto a transigir con un fin similar.
A instancias de la Brigada Central de la Policía Judicial, la fiscalía general ordenó confiar el género confiscado al delegado de la Pesca Marítima en Alhucemas. Evaluado el contingente de pez espada por el veterinario, este juzga inmediatamente que el pescado es “impropio para el consumo”, veredicto ante el cual la delegación de la Pesca Marítima establece un acta de destrucción. Con inusitada celeridad y a pesar de las persistentes protestas de Fikri y su socio, se encomienda a la empresa de limpieza y recogida de basuras de la ciudad la labor de destruir la mercancía incautada. Desesperado por intentar rescatar la fuente de su sustento, Fikri no dudó en saltar al interior de la tolva del camión de basura, acción que fue imitada por su socio y otros compañeros allí presentes. Fue entonces cuando el mecanismo hidráulico del camión, hasta entonces detenido, activó la empacadora, dejando atascado al joven rifeño, que fatídicamente ya no logrará evadirse. Contrariamente a sus compañeros, Fikri no pudo liberarse. Gritó y pidió ayuda hasta el final, pero nadie pudo hacer nada. Los vídeos y fotografías del mayorista de pescado siendo aplastado por la compactadora hidráulica del camión de basura mientras pide ayuda a gritos y lucha por su vida comienzan a circular a través de las redes sociales. Los principales medios digitales del país recogen la escena, agrandando el impacto de lo ocurrido.
En Alhucemas el boca a boca se extiende de forma imparable, suscitando la inmediata reacción de sus vecinos, entre quienes se difunden versiones que atribuyen a uno de los agentes de autoridad presentes en el lugar del drama la expresión “aplástalo”, coligiendo que habría sido el policía quien dio la orden de accionar el mecanismo de trituración del camión, una versión que no ha sido corroborada por ninguno de los allí presentes. “Les puedo asegurar que no se dio ninguna orden. Los agentes se encontraban, además, lejos de la escena”, insistió con vehemencia, interpelado por los periodistas, el titular de Interior, Hasad.
Ya no importaba. Porque, cuando aquel 28 de octubre Mojcín Fikri falleció en tan trágicas circunstancias, resurgieron las heridas siempre supurantes del convulso pasado de la región. Alhucemas dijo basta y, al unísono, toda la región y, más allá de los límites del Rif histórico, es decir, de las provincias de Alhucemas y Nador, miles de marroquíes se adhirieron a las protestas, registrándose momentos de sincera movilización, en calma, frente a la cual, al menos entonces, las autoridades hicieron gala de contemporización.
De una parte nos encontramos con una rebelión pacífica contra la hogra, de gentes libres expresando su malestar y su cólera. Frente a esta, el poder teme un levantamiento incontrolable, a las iras desatadas de una población con una memoria histórica a flor de piel, que recomendaban quedarse en un segundo plano, mantener la moderación y, al menos es ese momento, contemporizar. El Hirak está en marcha