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ENTREVISTA

Mickael Forrest, dirigente independentista de Nueva Caledonia: “Macron desprecia a su pueblo”

Mickael Forrest, vicepresidente segundo y ministro responsable de Relaciones Exteriores de Nueva Caledonia.

Soraya Aybar Laafou

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Desde el 13 de mayo, los disturbios han tomado Nueva Caledonia, el enclave francés de ultramar en el océano Pacífico y uno de los territorios pendientes de descolonización, según Naciones Unidas. El Parlamento francés ha propuesto una enmienda constitucional para reformar el censo electoral neocaledonio y extenderlo a las personas nacidas en el territorio desde 1998 o que han residido allí durante, por lo menos, diez años. La medida ha despertado disidencias entre los grupos indígenas canacos, que denuncian la influencia francesa en las decisiones políticas del territorio y los caldoches, simpatizantes con las decisiones de París.

Nacido en una de las democracias más jóvenes del mundo, Mickael Forrest, vicepresidente segundo de Nueva Caledonia, ministro responsable de Relaciones Exteriores y miembro del Frente de Liberación Nacional Kanak y Socialista (FLKNS), el principal partido independentista del archipiélago, defiende y comparte sus reflexiones en torno al independentismo canaco, la relación de poder de Francia, la llegada de China o la posición estratégica de Nueva Caledonia en el Pacífico en una entrevista para elDiario.es durante una visita a Madrid, a la que vino invitado por diputados de EH Bildu.

“Soy independentista por motivos familiares. Conseguimos nuestros primeros representantes electos hace 71 años, después de pasar 171 años colonizados por Francia”, dice Forrest. “El pueblo canaco es el único pueblo de la tierra que ha aceptado compartir su derecho a la autodeterminación con las poblaciones que llegaron voluntariamente [los franceses o extranjeros que se han desplazado al territorio en busca de trabajo] o a la fuerza [los desplazados de las rutas migratorias del sur global]”.

Los acuerdos de Matingon en 1988 y Noumea en 1998 establecieron un marco para una mayor autonomía y un eventual referéndum sobre la independencia del territorio. El primero prometió una transferencia gradual de las competencias de Francia a las autoridades locales y la celebración de tres referéndums de independencia. En 2018, 2019 y 2021, las consultas dieron la victoria a Francia, que, en el último caso, llamó a no participar a los partidarios independentistas alegando la crisis sanitaria de la COVID-19. 

Cuando estallaron las protestas, el Gobierno francés desplegó las fuerzas militares y proclamó el estado de emergencia. ¿Cómo analiza esta presencia militar de Francia en Nueva Caledonia?

En este sentido, no la estamos sufriendo. Es más, la presencia militar de Francia en Nueva Caledonia es una oportunidad en términos de postura política para seguir resistiendo al régimen y contra el Estado francés. Mi generación ha tenido la suerte de ir a estudiar a Europa así que, inevitablemente, tenemos un poco de reflexión política y cada vez somos más conscientes de la importancia de la soberanía. También es una ocasión para pedir a Francia que se ocupe de su propio pueblo. En París hay miseria por todas partes. Hay crisis del terrorismo, crisis migratoria, crisis de la Unión Europea.

El presidente Macron ha propuesto un periodo de negociación entre independentistas y no independentistas con el fin de subsanar la situación actual y encontrar una alternativa común pero la realidad es que no hay una solución inmediata. Podemos ser un problema para la agenda francesa, pero nosotros tenemos nuestros propios desafíos, como la subida del nivel del mar, por ejemplo. 

¿Qué opina del trabajo de Emmanuel Macron como presidente de la república francesa?

Es un presidente que desprecia a su pueblo, al pueblo francés que vive en Francia y a los que conviven con nosotros en Nueva Caledonia. Entre ambos grupos somos colaborativos y estamos abiertos al diálogo. En 1988, decidimos abandonar la lucha armada y volver a los espacios democráticos en colaboración con los caldoches. 

¿Cómo es la relación de Nueva Caledonia con otros territorios pendientes de descolonización de la región como la Polinesia Francesa? 

Todo lo que hacemos lo hacemos por los territorios vecinos, y no vecinos, que están en la misma situación. En 1986, gracias a nuestra participación en el Foro del Pacífico y a la ayuda de Papúa Nueva Guinea nos convertimos en miembro observador del Movimiento de Países No Alineados. Así fue como, poco después, en diciembre del mismo año, fuimos incluidos en la lista de territorios pendientes de descolonización de Naciones Unidas. Tenemos relaciones estrechas y de trabajo con pueblos que están en la misma lista, como el saharaui, y también con los que no están en ella, como el pueblo de Córcega. 

A nivel regional, nuestras relaciones en el Pacífico están centradas últimamente en torno a deporte y la cultura. El Foro del Pacífico organiza el Festival de Artes del Pacífico desde 1972 y cada cuatro años nos reunimos para los Juegos del Pacífico (torneo multideportivo de Oceanía, la última edición se celebró en las Islas Salomón a finales de 2023). 

La región del Pacífico es una zona estratégica y geopolítica importante. China es uno de sus grandes aliados económicos, sobre todo en la producción de níquel. ¿La relación con Pekín va más allá de lo económico? ¿Es también un aliado político?

El Pacífico se está convirtiendo en un objeto de guerra en la geopolítica. Por lo general, no nos interesa estar del lado de Francia, China o Estados Unidos, pero al mismo tiempo tenemos que controlar las distintas palancas para garantizar la protección de nuestros intereses, aunque vaya a ser difícil. China es nuestro mayor socio comercial y cada año compra más del 85% de nuestra producción de níquel. Estamos trabajando no solo en tejer alianzas económicas, sino también culturales o científicas. 

Entonces, ¿cree que, a largo plazo, es una relación positiva para ambas partes?

China mantiene la economía en marcha, pero es cierto que, desde el punto de vista de la soberanía política, la entrada de China no es tan positiva. Hoy somos como España o Francia con la Unión Europea. Ningún país es independiente y prueba de ello es la moneda, que es el reflejo de la soberanía. En Madrid o en París la moneda la gestiona Bruselas. En cualquier caso, nuestro estado de ánimo es que se respeten nuestros intereses. Por un lado, deben ser respetados, pero, por el otro, también deben tener perspectivas de desarrollo, ya sea en términos económicos, culturales o medioambientales. 

¿Qué imagen proyecta de Nueva Caledonia en los próximos años? 

Depende del nivel y el contexto. A nivel estatal, hemos introducido por primera vez un impuesto a la exportación y extracción del níquel. Llevan más de un siglo ganando dinero a nuestra costa, dejando sin recursos nuestro territorio y tenemos que preservar nuestro futuro y bienestar económico. Por otro lado, debemos seguir consolidándonos en los distintos organismos regionales e internacionales. Vamos a ser más políticos en términos de estructura y colaboración con otros partidos o grupos independentistas como el Tavini Huiraatira en la Polinesia Francesa o el Partido Nacional Escocés en Escocia, entre otros. 

Tenemos que respetar los distintos puentes que nuestros predecesores crearon hace 40 años y, sobre todo, ser sinceros, transparentes y compartir. Los pueblos hemos compartido nuestra experiencia bajo la dominación colonial y ahora bajo la frustración de no conseguir ser independientes. 

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