Las maniobras de la política tradicional no acallan las protestas de Brasil
Del blanco al negro. De la derecha a la izquierda. Los vaivenes de las revueltas de Brasil siguen desconcertando al mundo y a los propios brasileños. El lunes 17 de junio explotó una oleada de revueltas masivas con un grito plural que excedía la petición inicial de bajar 0,20 centavos el precio del transporte público. “Esto no es por 0,20 centavos”, se oía en las calles. Por primera vez, los gritos apartidistas se escucharon en la calle de forma contundente.
El jueves 20, los grandes medios de comunicación y grupos conservadores se incorporaron a las protestas dirigiendo el foco contra el Gobierno de la presidente Dilma Roussef. Tras tres días de pánico, en los que en círculos izquierdistas se llegó a escuchar que existía un golpe de Estado, todo volvió a cambiar.
A partir del martes 24, los movimientos sociales y la izquierda política clásica se incorporaron de nuevo a las protestas. Las asambleas políticas que empezaron a consolidarse en las calles y plazas de todo el país atrajeron a los movimientos populares y alejaron a la derecha. La reacción macropolítica de Dilma Rousseff -lanzar la propuesta de un plebiscito constituyente y aprobar algunas leyes concretas- también alejó a los grupos más conservadores de las protestas. Pero las protestas no paran. En Río de Janeiro está convocada una manifestación alrededor del estadio Maracanã, mientras Brasil y España jueguen la final de la Copa de Confederaciones.
Sin embargo, las lecturas izquierda-derecha no explican lo que está ocurriendo en Brasil. Las explicaciones macro tampoco reflejan lo que se está cocinando en las calles y las redes. Los detalles micro son, en estos momentos, las mejores metáforas para acercarse a un ecosistema social mucho más complejo. El lenguaje corporal de las calles desmiente las versiones oficiales. Y los mensajes emotivos en las redes sociales y la letra pequeñas de algunos manifiestos hablan claro sobre un nuevo movimiento social brasileño, horizontal y transversal, que todavía no tiene nombre.
1. Una ocupación pacífica de una asamblea municipal. La Câmara Municipal de Belo Horizonte -Cámara legislativa del vital tercer colegio electoral de Brasil- está ocupada desde la mañana del sábado por una multitud. Durante un momento del streaming la multitud cantó una canción que Chico Buarque compuso contra la dictadura (y que la censura no entendió): “A pesar de ti,mañana será otro día”.
A diferencia de otras ciudades que ya han conseguido bajadas en la tarifa del transporte público, la mejora del transporte público en Belo Horizonte todavía es una causa pendiente. Hay otras muchas peticiones. La Assembleia Popular Horizontal de Belo Horizonte congrega a miles de personas bajo el viaducto del barrio de Santa Teresa y ya es la más sólida de Brasil. El deseo de participación política, mientras el poder público no aparece, ya cuaja en formatos horizontales en el espacio público de todo Brasil.
2. Un cartel en el que cabe todo. En el medio de la fotografía que The New York Times incluye en The Signs of the Brazilian Protest, tomada en Recife el día 20, hay un cartel que pasa casi desapercibido. Está, además, cortado. Casi con toda seguridad dice “hay tanta cosa equivocada que no cabe en este cartel”. Los medios del mundo han intentando identificar los gritos y peticiones concretas de los carteles. Pero han ignorado algunos que eran, tal vez, más sintomáticos.
En las calles de São Paulo se han podido ver carteles como “Todavía no tengo frase para llenar este cartel”, “En este cartel caben todos los gritos” o “Salimos de Facebook”. En un país poco dado hasta ahora a protestar en las calles, empuñar un cartel vacío revela un cambio de actitud vital. En su texto Deliciosa oportunidad de cuestionar los mitos, Theoronio de Paiva afirma que las revueltas tiran por tierra todos los mitos fundadores de Brasil: “Mucho tiempo de falta de conciencia política produjo una herida abierta descomunal”.
Derrumba el mito del pueblo “indolente, perezoso e sin carácter” del héroe nacional Macunaíma, un personaje creado por el escritor modernista Mário de Andrade. También derriba el mito del “hombre cordial”, que nunca dice no y negocia evitando el conflicto, metáfora acuñada por el sociólogo Sérgio Buarque de Holanda en 1936. Un cartel en blanco, con una actitud reivindicativa, despedaza los cimientos imaginarios de Brasil. Es un precipicio que abre la construcción de una nueva narrativa de país.
Retrato n.1 Povo acordado e suas 1000 Bandeiras from Edu Yatri Ioschpe on Vimeo.
3. Una mujer aguantando gritos no partidistas. Hasta el pasado 17 de junio, escuchar gritos apartidistas en una manifestación era algo casi inédito en Brasil. El vídeo Retrato n.1 Povo acordado e suas 1000 Bandeiras es la metáfora más cruda del choque de mundo. Muestra cómo una mujer de 57 años aguanta los gritos de una multitud enfurecida contra las banderas de los partidos políticos. Ellos gritan: “Oportunista”, “es politiquería”, “aquí nadie tiene siglas”, “quema la bandera”. Ella resiste: “No comencé hoy”, “lucho por la revolución socialista”, “tengo conciencia política”. El #17J se abrió una brecha contra el sistema de partidos. Pero también una resiliencia -adaptación, mutación- del descontento. Se empezó a diferenciar entre “apartidistas” (sin partido) y “antipartidistas”, como alguien que reacciona con violencia frente a los partidos. Se legitima lo apartidista pacífico y se critica lo antipartidista radical.
Asamblea política en la avenida Paulista de São Paulo. Fotografía: Bernardo Gutiérrez.
4. Un izquierdista sin bandera. Martes 24, 19.30 horas. Vano del Museu de Arte de São Paulo (MASP). Una asamblea temática titulada Democracia en los medios congrega a unas mil personas. Cualquiera puede hablar. Basta empuñar un micrófono. De repente, sube al pequeño palco montado Danilo (no dice su apellido), miembro del Movimiento de los Trabajadores Rurales sin Tierra (MST), histórico movimiento que hasta entonces no ha entrado en las protestas. Un matiz vital.
Danilo afirma que está como ciudadano. Y no lleva bandera del MST. El detalle anticipó el cambio de estrategia de los movimientos y partidos de izquierda. Intentar participar en las manifestaciones con banderas fracasó. Incorporarse a una nueva gramática social agregadora y horizontal de forma diluida, como hizo Danilo, pasa a ser el nuevo camino. Los militantes de izquierda ya conviven con el deseo apartidista del nuevo movimiento en las asambleas populares de Río de Janeiro, São Paulo, Campinas (São Paulo), Porto Alegre, Belo Horizonte, Vitória y Jõao Pessoa, entre un largo etcétera.
5. Perfiles de apoyo a Dilma Rousseff. A partir del viernes 21 de junio, cuando grupos conservadores se incorporaron a las protestas y los grandes medios dirigieron el descontento contra el Gobierno de Dilma Rousseff, una oleada solidaria sacudió la red social Facebook. Muchísima gente cambió su fotografía de perfil por un avatar colorido diseñado para la campaña presidencial de Dilma Rousseff. También se veían muchas camisetas con el mismo diseño.
6. Policías que se unen a los manifestantes. Las imágenes de la dura represión de la Policía Militar (PM) en São Paulo o Río de Janeiro que expandieron las revueltas han dado la vuelta al mundo. Sin embargo, las escenas de la no violencia, siendo mayoritarias, no han circulado tanto. La Policía Militar de São Paulo se unió en algunos momentos a las protestas. Una joven intentó besar a un policía militar en Río de Janeiro.
El vídeo en el que un presunto policía de paisano arroja su arma al fuego, ha circulado bastante. Aunque no se pueda comprobar su veracidad, lo interesante es el intento de construir un relato agregador que rompe el antagonismo entre manifestantes y fuerzas de seguridad. La fotografía en la que una pareja se acaricia bajo el clima bélico de Belo Horizonte también es un contraataque narrativo de las calles tomadas.
7. La revolución de arriba contra el 99%. Los grandes medios han dado gran relevancia a la reacción del Gobierno de Dilma y del Congreso brasileño a las revueltas. Cierto: en pocos días se han aprobado varias leyes. El fin del voto secreto de los diputados o la destinación de los beneficios del petróleo a educación y salud. También se anunció a bombo y platillo la búsqueda de un pacto para mejorar la movilidad urbana.
Un detalle pasó desapercibido: la negociación inicial fue exclusivamente con el Movimiento Passe Livre (MPL), que convocó las primeras manifestaciones. El MPL, en una carta abierta a Dilma, dejó desconcertado a un Estado que busca a los líderes concretos de una revuelta coral cocinada descentralizadamente: “Esperamos que esa reunión marque un cambio de postura del Gobierno Federal, que se extienda a las otras luchas sociales: a los pueblos indígenas, a las comunidades afectados por desalojo; a los sin techo; a los sin tierra”.
Que el Estado intenta acoplarse a las protestas y apropiarse de su energía es un hecho. Dilma ya se ha reunido con líderes de diferentes colectivos. Curioso que Dilma apenas se está reuniendo con colectivos amigos, de su base aliada, que no están protagonizando las protestas de las calles. ¿Conseguirá el Gobierno canalizar peticiones y apagar el fuego de una revueltas que en muchos casos critican a Gobiernos e instituciones locales, regionales o incluso supranacionales?
La fagocitación vertical de los movimientos sociales tampoco es ninguna novedad en Brasil. El expresidente Getúlio Vargas instauró en 1940 el Primero de Mayo (día del trabajador) y la subida del salario mínimo en actos populistas en estadios de fútbol. Salvando la distancia, los militares brasileños y parte de la prensa acostumbran a referirse al golpe de 1964 como la “revolución brasileña”. ¿Conseguirá el Estado fagocitar el espíritu de las revueltas? Que el propio Passe Livre, que se declara apartidista y confiesa sus influencias zapatistas, no se considere líder cambia en parte las reglas del juego. Debajo del pasamontañas no estamos nosotros, están ustedes (frase del subcomandante Marcos). Son el 99%.