¿Qué vemos al mirar a un niño a los ojos? Hasta el lunes, cerca de 350 niños y niñas migrantes permanecían alojados en condiciones inseguras y antihigiénicas en un centro de detención temporal de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos en Clint, en el estado de Texas. Las personas ajenas al organismo que pudieron ver a estos niños migrantes quedaron absolutamente devastadas. Frente a la indignación nacional, las autoridades trasladaron a los menores a otros lugares, aunque al día siguiente volvió a llevar a un centenar a las mismas instalaciones.
Quien sí parece conforme con esta práctica de encarcelar a los niños y niñas es el director interino de Inmigración y Control de Aduanas, Mark Morgan. El presidente Donald Trump acaba de convertirlo en el carcelero jefe al nombrarlo también director interino de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza. “Me acerqué a estos individuos a los que se llama 'menores', de 17 años de edad o menos, y los he mirado. Los miré a los ojos y me dije: 'Estos son los que pronto serán miembros de la pandilla MS-13'”, llegó a decir Morgan en enero en Fox News.
Son pocas las personas que logran tener acceso a estos niños y jóvenes, por lo que resulta difícil obtener información precisa sobre su situación. Warren Binford, profesora de Derecho de la Universidad de Willamette, formó parte del equipo jurídico que expuso las condiciones en Clint. Binford describió lo observado en una entrevista para Democracy Now!.
“Cuando llegamos allí el lunes por la mañana, inmediatamente nos dieron una lista que mostraba que había más de 350 niños y niñas en estas instalaciones. Al evaluar la lista, nos descorazonó la cantidad de niños muy pequeños. Había más de cien niños pequeños retenidos allí. Inmediatamente les pedimos a los guardias que comenzaran a traer a los niños más pequeños y también a los niños que habían estado allí por más tiempo. Vimos que había alrededor de media docena de madres adolescentes con sus bebés, por lo que les pedimos a los guardias que también las trajeran”, contó Binford.
El equipo logró entrevistar a 60 niños. “Estaban enfermos. Estaban tosiendo. Les goteaba la nariz. Estaban muy sucios. Inmediatamente comenzaron a describir el nivel de hambre que estaban sufriendo”, continuó la abogada. El horror se profundizaba en cada entrevista. “Descubrimos que prácticamente nadie estaba cuidando a estos niños directamente, que estaban encerrados en estas celdas las 24 horas del día. En muchas de esas celdas solo hay baños abiertos. No hay jabón, no hay forma de lavarse las manos. Están siendo alimentados dentro de las celdas con comidas procesadas instantáneas. Y muchos de ellos se ven obligados a dormir directamente en el suelo por la escasez de camas, colchonetas y espacio para dormir”, relató. Los guardias habían pedido a los niños mayores que cuidaran de los más pequeños.
“Después del segundo día de entrevistar a estos niños tuvimos una reunión urgente —de alto nivel— en mi habitación del hotel. Nos preguntamos qué íbamos a hacer con esto, porque alguien iba a morir. Entonces, llamamos a los abogados que estaban a cargo de este caso, les describimos lo que habíamos visto y les preguntamos qué querían que hiciéramos al respecto”, prosiguió Binford. “Por primera vez en más de 20 años de hacer este tipo de visitas, nos dijeron que contactáramos a los medios para poder sacar a los niños de estas instalaciones lo más rápido posible”, apuntó.
Clara Long, investigadora de Human Rights Watch, también formaba parte del equipo. La investigadora contó a Democracy Now! el caso de una niña de 7 u 8 años: “Le dije: '¿Con quién cruzaste la frontera?' Y ella respondió: 'Con mi tía'. Inmediatamente se puso a llorar tan fuerte que no podía emitir palabra. Mientras intento calmarla, frotándole la espalda, veo que tenía un brazalete que tenía escrito con marcador permanente las palabras 'padre estadounidense' y un número de teléfono”.
“Está la sensación de que no se permite usar teléfonos en las instalaciones, pero en ese momento tanto yo como otros miembros del equipo simplemente decidimos, 'Al demonio. Vamos a comenzar a hacer llamadas telefónicas'. Tomé el teléfono, marqué el número y me comuniqué con su padre. Él no tenía idea de dónde estaba retenida su hija”, continuó Long, que afirma que muchos niños retenidos por la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza tienen padres y otros familiares que viven legalmente en Estados Unidos.
El calvario de los migrantes y solicitantes de asilo quedó al descubierto cuando el periódico mexicano 'La Jornada' publicó la foto de un padre y su hija, salvadoreños, ahogados en el Río Grande. Todavía se podía ver el brazo de ella alrededor del cuello de su padre. Oscar Alberto Martínez Ramírez, de 25 años de edad, y su hija Valeria, de 23 meses, fueron arrastrados por el río entre Matamoros, México y Brownsville, Texas, tras haber sido rechazados en la frontera en su búsqueda de asilo legal.
Al responder una pregunta sobre la foto, Trump fue predecible y culpó a los demócratas por su catástrofe fronteriza. El sistema de detención de inmigrantes creció drásticamente durante el Gobierno de Obama, pero Trump lo expandió aún más y con un nivel de crueldad inaudito. Al menos seis niños han muerto mientras se encontraban detenidos por el Departamento de Seguridad Nacional de Trump. Antes de 2018, había pasado más de una década desde que un niño había muerto bajo custodia de las autoridades de inmigración de Estados Unidos.
Esta semana se realizaron los dos primeros debates de candidatos presidenciales demócratas. A menos de una hora de la ciudad que acogió los debates, Miami, en Homestead, Florida, más de 2.000 menores sin acompañantes están encarcelados en un centro de detención con fines de lucro administrado por la empresa Caliburn. El antiguo jefe de gabinete de Trump, el general John Kelly, forma parte de la junta directiva. Debatir sobre el destino de los niños migrantes encarcelados es importante, pero la crisis de vida o muerte a la que han sido sometidos exige una acción inmediata. Hay que abolir todas las cárceles de niños migrantes ahora.