Es uno de los mayores símbolos de la rebelión partisana y de la resistencia contra el nazismo. Era el 30 de mayo de 1941, y la bandera nazi desapareció de la Acrópolis, donde llevaba ondeando desde el 27 de abril de 1941 como sinónimo de dominación nazi de Grecia.
“¿Dónde has estado?' Me desabroché la camisa y le enseñé un trozo de la bandera de la Acrópolis”. Así recordaba Manolis Glezos (1922-2020) la hazaña de aquella noche con su amigo Apostolos Santas (1922-2011) en el documental El último partisano, sobre su larga vida política, marcada por aquel acontecimiento cuando apenas contaba con 19 años.
Glezos ha fallecido este lunes a los 97 años de edad por una insuficiencia cardiaca, y con él se va el último protagonista de la resistencia al nazismo en Grecia, si bien su actividad política se ha mantenido activa hasta no hace tanto: ha sido partisano, estuvo en la cárcel y en el exilio durante la dictadura griega tras la Segunda Guerra Mundial; ha esquivado condenas a muerte; militante del Frente Nacional de Liberación y el KKE en la Guerra, y de la Izquierda Unida Democrática (EDA) después, ha sido alcalde de su ciudad natal –Apirantos–, diputado –con el PASOK y Syriza– y eurodiputado –Syriza–, hasta que en 2015 renunció para formar parte de Unidad Popular, formación surgida de Syriza a consecuencia del tercer rescate griego, que se implantó en agosto de 2015.
De la víspera de dejar su escaño en el Parlamento Europeo es esta foto con el entonces eurodiputado de Podemos Pablo Iglesias, hoy vicepresidente del Gobierno.
Aquella acción del 30 de mayo de 1941, “fue la señal patriótica, la mecha que activó la resistencia armada griega contra la Alemania de Hitler. Hoy, casi 74 años después de aquella gesta, Glezos permanece incorruptible, fiel a sus principios”, explicaba Ramón Lobo en eldiario.es.
En Apiranthos, en la isla de Naxos, en el centro del Egeo, “dio refugio a la familia del portugués Otelo Saraiva de Carvalho, el hombre clave de la Revolución de los Claveles aunque a todos se nos quedara como símbolo la música de Grândola Vila Morena, de José Alfonso”, recordaba Lobo, quien añadía: “Ahora nadie tiene memoria. Por eso son esenciales los Manolis Glezos con pelotas para subirse al Partenón y gritar: 'yo sí recuerdo' y 'no pasarán', aunque después pasen. La lucha continúa, ese es el motor, la mayor de las radicalidades. Ya lo dijo Aristóteles: 'La esperanza es el sueño del hombre despierto”.
La acción de Glezos y Santas inspiró no solo a los griegos, sino a todas las personas sometidas, a resistir la ocupación y los elevó a la categoría de héroes antinazis internacionales. El régimen nazi respondió condenándolos a muerte, pero no supieron quiénes eran hasta mucho después.
Glezos fue arrestado por las fuerzas de ocupación alemanas el 24 de marzo de 1942 y fue sometido a prisión y tortura. Como resultado de ello, fue afectado por la tuberculosis. Posteriormente, fue arrestado el 21 de abril de 1943 por las fuerzas de ocupación italianas y pasó otros tres meses en la cárcel.
La idea de quitar la bandera nazi fue “instintiva”, recuerda Glezos en el documental, según explica Pablo Esparza en la BBC: “El acceso principal al recinto de la Acrópolis estaba fuertemente vigilado por soldados alemanes: descubrieron en libros de historia la existencia de una cueva que penetra en la roca desde su base y desemboca en la parte alta, la misma ruta que utilizaron los persas en el siglo V antes de Cristo para tomar la ciudadela. Con una linterna y una navaja como únicas herramientas, Santas y Glezos se decidieron a subir la noche del 30 de mayo. Santas bordeó la Acrópolis por un lado y Glezos por otro y se encontraron a los pies del mástil de la bandera. Cortaron la cuerda que la sujetaba, pero la tela no cayó. Estaba atada al palo, a unos 15 metros de altura. Por turnos, se auparon hasta que lograron desenganchar el cable que la sujetaba. De la bandera, de unos dos metros de ancho por cuatro de largo, apenas cortaron dos retales, uno para cada uno, como prueba de su hazaña. El resto lo lanzaron a un pozo seco cercano y se marcharon de allí. La operación había durado más de tres horas”.
Pero Glezos, escribe la prensa griega, no quería ser llamado “héroe”, porque reservaba esa distinción para su hermano pequeño, Nikos, quien fue ejecutado por colaboracionistas alemanes en Kaisarianí, localidad en la periferia de Atenas, en mayo de 1944 y dejó garabateado en el interior de una gorra un último mensaje.
“En el camino al lugar del fusilamiento, el joven logró lanzar la gorra que llevaba por la ventana del coche”, explican Ed Vulliamy y Helena Smith en Viento Sur: “Un amigo la encontró y la entregó a la familia; esta gorra figura entre las cosas que Glezos conserva con más cariño. Esto es lo que había escrito Nikos: 'Querida madre. Te envío un beso. Recuerdos. Hoy van a ejecutarme, caído por el pueblo griego. 10-5-44”.