En plaza Congreso no se ven gendarmes, ni policías. Están, pero los cubre una marea. De la UOCRA, de Ni Una Menos, del MTE, Libres del Sur, de asambleas barriales, de la CGT y de sindicatos docentes. Hay trabajadoras de casas particulares, socorristas, migrantas, mujeres por la cultura, sonido de batucadas y autoconvocadas; está la Campaña Nacional por el Aborto Legal y vinieron las jubiladas insurgentes. Hay glitter, pañuelos, colores y música. Hay fiesta. El protocolo antipiquetes hoy se desdibuja frente a las calles que desbordan. Las olas llegan a la puerta misma del Congreso, el vallado está tomado por mujeres trepadas a la baranda, tienen carteles, consignas, corpiños con dibujos de fuego, parejas de chicas se besan frente a las fuerzas de seguridad.
“Este 8M nos encuentra en la lucha frente al ajuste y la motosierra del presidente Javier Milei”, dice Daniela Gasparini, referente de Libres del Sur y de MUMALA (Mujeres de la Matria Latinoamericana) en la Ciudad de Buenos Aires. Sostiene que las políticas de género siempre han estado relegadas, pero que “el movimiento feminista ha avanzado en poner en agenda muchas problemáticas sociales, como las del aborto, la violencia de género, la ESI, el cupo laboral travesti trans y el Matrimonio Igualitario”. En datos, según un informe de ACIJ y ELA, el presupuesto nacional total bajó un 24% y el presupuesto vinculado a las políticas públicas para reducir la desigualdad de género, un 33%. “Este presidente, con un discurso totalmente negacionista de las desigualdades de género y de las violencias quiere echar por tierra todo nuestro trabajo, porque somos las mujeres y las disidencias las que pagamos el mayor costo del ajuste. Por eso a la motosierra: resistencia”.
Silvia Saravia es coordinadora nacional de Libres del Sur Territorial, dice que la motosierra terminó siendo fundamentalmente para las mujeres. “Lo que nos unifica en esta situación es el deterioro de los ingresos, de las políticas públicas, para nosotras la urgencia son los comedores que no reciben alimentos, no exageramos cuando decimos que la gente elige comer o comprar un medicamento”. Creen que este 8M es particular, porque las coincidencias son apremiantes, atañen a la reproducción misma de la vida. Una de nuestras principales consignas, dicen, es “nuestro cuerpo, nuestro territorio”. La extranjerización de los recursos naturales es, también para ellas, un discurso de conquista, entendido desde el feminismo popular y desde los discursos neocoloniales.
Mariana tiene una pechera violeta que dice “guardianas feministas”, recorre Avenida de Mayo una hora antes del llamado a la concentración, se saluda con las chicas sentadas en la vereda. “Nosotras acompañamos mujeres y a personas con matriz, a otres, en su salud sexual, reproductiva y no reproductiva. Denunciamos la violencia medica gineco obstétrica, que es una de las violencias más cotidianas y más invisibilizadas. Porque nos abusan, nos violan, nos violentan en todos los consultorios, por abortar nos llevan presas. No hay mecanismos de sanción para los médicos violentos. Hay mujeres que se mueren todos los días en los quirófanos abortando”.
Maria Frete tiene 29 años, le cuelga del cuello un cartel con la figura tachada de Milei que reza: “Cuidado, machos y fachos sueltos”. Hoy hizo stickers a mano, que reparte a los transeúntes. Maria no es parte de ningún colectivo. “Hoy vine autoconvocada, como a todas las marchas”, dice. “Hoy más que nunca tenemos que estar todas para que no nos quiten los derechos ganados con tanto esfuerzo”. Los stickers los regala, dicen: “La revolución es feminista”, “Se va a caer”, “Somos las voces de las que ya no están”, “Mi sexualidad no es de tu incumbencia”. Están escritos a mano y pintados con un fibrón violeta.
Laura es Secretaria de Géneros y Diversidad Sexual de AGD UBA, sindicato docente de la Universidad de Buenos Aires, dice que una de las premisas principales era “no perder la calle”. “En la calle hemos conseguido todos los derechos que hoy tenemos. Este es un 8M muy particular, se ha profundizado la pobreza, a nosotras como docentes se nos congeló el presupuesto universitario y las paritarias. Y este gobierno ha elegido como objetivo principal a los feminismos, presentando incluso un proyecto para derogar la IVE, eso hizo que, con todas las diferencias que tiene este movimiento, nos dimos la tarea de todos los miércoles por tarde de febrero de reunirnos a armar esta gran convocatoria”. Para ella hay una explicación clara de por qué Milei eligió al feminismo como enemigo: “Sabe el movimiento más grande, más dinámico, y que a diferencia de otros sectores podemos hacer esto”, dice y muestra la multitud a su alrededor.
Julieta Cruz es trans, activista, entró a trabajar al Congreso en 2020 gracias al cupo laboral travesti trans, es muy alta, el pelo negro y un vestido azul, cruza la calle y no le importan los colectivos que no desaceleran. “Hoy levanto el cartel de Zoe Lopez, una activista salteña, de donde somos, que sufrió un travesticido. Vivas y libres nos queremos. Hoy vengo a representar a las mujeres transexuales para decir existimos, estamos”, grita Julieta.
Romina y Candela son dos amigas que vienen de Haedo y San Justo. Toman mate sobre varias mantas de colores junto a sus hijas, de 5 y 16 años, que les ponen glitter y stickers en el pelo. Candela dice que es el primer 8M que puede venir, porque hace 5 años que fue mamá y su hija, hasta hoy, le parecía muy chiquita. “Ahora ella me lo pidió, y la traje”.
“Todos los otros 8M eran más alegría –dice Romina–. Ahora hay más miedo, y por eso, también, hoy tenía que estar”. Romina mira a su hija, se sonríen, dice: “Teníamos la esperanza de que estaba cambiando, para ellas, y hoy la sensación es que se cayó todo, de retroceder, de volver a tener miedo por ellas”. Dicen que sus exparejas se involucraron más en la vida de sus hijas, que van a las reuniones de padres del colegio, pero identifican “que nadie te paga por cuidar, el tiempo ellos lo usan para generar plata, nosotras no; nosotras tenemos que barajar entre nuestro trabajo y el cuidado de las nenas”. Romina se alegró cuando a su abuela le salió la jubilación de ama de casa: “Al fin alguien que ve que es trabajo”.
Norma cumple 45 años el lunes, es de la rama de construcción del MTE hace 4 años. Vive en Virrey del Pino, tiene 5 hijos y es jefa de hogar. “Estoy orgullosa de mi profesión, soy electricista, plomera. Todo aprendí”. No está en la plaza solo para defender las conquistas del movimiento feminista. “Estamos para defender todo, cada vez la situación es más difícil y en los barrios se nota, no alcanza para nada. Ojalá que el presidente se ponga la mano en el corazón y vea lo que está pasando”.
Nelly Vargas dirige el comedor Evita de Zabaleta, tiene 5 hijos y cría a su nieto, es parte de La Poderosa, trabaja en el grupo comunitario hace 33 años. Dice que hace un tiempo le daba de comer a 400 personas; hoy son 1.100 los que se acercan. “Milei nos ha castigado a los pobres. Lo que hace nos cambia la vida a familias enteras, a personas que no tienen ni siquiera para tomar el colectivo, Yo todos los días me levanto, no por mi nieto, sino por toda esa gente que me necesita. Nos dicen planeras, nos levantamos a las 7 de la mañana a parar la olla, mujeres solas, que estamos trabajando, luchando, queremos que se respete el trabajo comunitario”.
A las 18 Taty Almeida empieza a leer el documento consensuado entre las organizaciones. Llueve, nadie se mueve, se escucha “Madres de la plaza, el pueblo las abraza”. Y parece que el tiempo no transcurrió, ni desde el Ni una Menos del 2015, ni desde el 2020 del aborto legal. Pareciera que no hicieron mella la provocación incesante, el caos, los ataques, la crueldad y del aturdimiento. Llueve, como en la aprobación del aborto en 2020. Llueve, como en 1927, cuando Virginia Wolf escribió “aquí caigo y aquí me levanto sobre el polvoriento suelo como un mar turbulento (...) pensamiento, notas, propagación, van a un ritmo prodigioso alrededor de nosotros y sobre todas las cosas, como una puntual, eterna marea”.