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PISA demuestra que el gasto social sí funciona

Alumnos de la escuela Emiliano Zapata en Guaquitepec, México. Foto: Salva Campillo / Ayuda en Acción

Natalia Chientaroli

Buenos Aires —

Cuando aparecen los resultados de la prueba internacional educativa más famosa y polémica, el informe PISA, vuelve a agitarse el debate sobre el mediocre resultado de los estudiantes españoles y el liderazgo (muchas veces cuestionado) de países asiáticos. En Latinoamérica pasa algo parecido. Los titulares se centran en el pobre lugar conseguido por los representantes de la región, siempre a la cola del ranking. Pero un análisis a largo plazo demuestra que las políticas de inclusión social tienen efectos positivos sobre la educación. Y los datos de PISA lo corroboran.

El libro América latina después de PISA. Lecciones aprendidas de la educación en siete países (2000-2015) reflexiona precisamente sobre las políticas sociales y educativas que se adoptaron en la región en los últimos 15 años y cómo se reflejan en los resultados del examen de la OCDE. 

“Latinoamérica es la región que más creció en resultados y tasa de escolarización. Además, mejoró sus niveles de equidad. Esto supone una evolución superior a la del resto de regiones”, resume Axel Rivas, autor del libro. Este sociólogo del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC) analiza la situación de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México, Perú y Uruguay, que representan el 76% de la población de la región y el 86% de su PIB. 

Entre ellos destaca el caso de Perú, con una mejora exponencial de sus resultados educativos. Sin embargo, todo esto no se ve con un simple vistazo al ranking de PISA. Precisamente, ahí Perú aparece en el último lugar, el 66. Al resto no le va mucho mejor. El primero en la clasificación es Chile, que aparece en el puesto 52. Le siguen México (54), Uruguay (56), Brasil (59), Argentina (60) y Colombia (63).

“La cuestión es que el punto de partida era mucho más bajo. Lo que hay que evaluar es cómo ha sido la evolución teniendo en cuenta sus propios resultados”, explica Rivas.

La evolución social también es educativa

Entre 2000 y 2013 el PIB por habitante en América latina creció un 30,4%, a un ritmo anual del 2,09%. La esperanza de vida pasó de 68 años en 1990 a 74 en 2010. Y la mortalidad infantil bajó de 52 a 23 niños cada 100.000 habitantes. Las fuertes políticas sociales de gobiernos mayoritariamente de izquierdas cambiaron también el panorama educativo. “Se expandió el acceso a todos los niveles, creció el financiamiento estatal y se reconocieron derechos de poblaciones excluidas y marginadas”, destaca el especialista. Además, se sumaron años de escolaridad obligatoria en todos los países (el promedio actual son 13 años, contra 10 del año 2000).

También se hizo un esfuerzo especial en la incorporación de la tecnología en la escuela. Países como Uruguay han conseguido que cada niño cuente con un ordenador en clase. Y algo parecido ha sucedido en Perú y en Argentina, donde se han entregado 4,7 millones de computadoras. Además, todos los países han desarrollado plataformas de desarrollo de contenidos y de conexión y evaluación para docentes y alumnos, algo especialmente importante en países que deben salvar grandes distancias como Brasil. 

Pero quizá el logro más importante de algunos de estos países ha sido la incorporación masiva de alumnos a las aulas. En Perú, por ejemplo, el avance en este sentido es enorme. La tasa neta de escolarización en la escuela secundaria pasó del 58,9% al 79,8%. El quintil más pobre (el grupo menos favorecido económicamente) duplicó su cobertura (del 35 al 72%). Países como Chile o Argentina también tuvieron grandes avances en este sentido, con un 80 y 78% de jóvenes del quintil más pobre asistiendo a clase.

Esta incorporación no está exenta de problemas, pero en términos generales ha sido un éxito. En países como Argentina, en los que los resultados no han evolucionado de forma significativa, se tiende a comparar el nivel educativo actual con aquel que la hizo famosa en el continente por su excelencia. Pero varios expertos consultados coinciden en que ese florecimiento educativo que se dio en los años 40 y 50 representaba a un sector muy pequeño de la población, que era el que estaba escolarizado.

Lo destacable es que las mejoras en la región han sido mayores en el estra­to de alumnos más pobres que en el promedio. “Los más pobres de Latinoamérica son los que más aumentaron su rendimiento en PISA”, destaca Rivas. “Muchos de esos alumnos seguramente ingresaron por primera vez a la educación secun­daria. Muchos de ellos fueron también la primera generación de estudiantes secundarios en sus familias. Llegaron a conocer un nivel educativo que históricamente estuvo reservado para las clases medias y altas de América latina”, afirma Rivas en el libro.

 

PISA no es infalible

“En cualquier caso, las conclusiones que puedan sacarse de estos datos tienen que tomarse con cuidado, para no caer en una serie de recomendaciones basadas en datos que no son unívocos”, advierte el autor. Por ejemplo, la experiencia indica que en México los incentivos a los colegios y profesores por rendimiento no funcionaron. En la misma línea, Chile dejó de publicar ranking de centros. “El éxito no pasa por la persecución negativa de docentes y escuelas”, sostiene el autor.

“PISA tiene problemas para adaptarse a los países más pobres”, explica Rivas. Por eso el estudio de CIPPEC tiene en cuenta también otros exámenes internacionales y locales. Y se menciona una iniciativa que tiende a reconocer la situación específica de países como los latinoamericanos frente a naciones mucho más desarrolladas: PISA for development, PISA para países en vías de desarrollo. 

Entre otras cosas, PISA no mide las competencias de la población de 15 años sino de aquellos jóvenes escolarizados que se encuentran en el curso que les corresponde por edad, algo que no siempre ocurre en estos países. En México, el caso más extremo, el 29% de los jóvenes de 15 años está fuera de la escuela. La repetición de cursos y el abandono temprano siguen siendo muy altos en la región, y son los principales desafíos de cara al futuro. La evolución es lenta, y a esta velocidad es difícil ponerse a la par de los países de otras regiones más desarrolladas. 

Con algunas diferencias, la política de los gobiernos en los países analizados dio especial importancia a la educación, aumentando en la mayoría de los casos la inversión en términos porcentuales (salvo en Perú, pero con un crecimiento espectacular del PIB). Y también con diferencias, los resultados avalan la idea de que el gasto social revierte en mejoras educativas. Lo que el estudio de CIPPEC destaca como 'bono demográfico' puede ser la gran oportunidad para América Latina, donde la población en edad escolar está disminuyendo en la mayoría de los países, y todavía las cajas jubilatorias no son tan grandes.

Esto permite implementar cambios y hacer grandes esfuerzos de inversión. “Pasado este periodo los países tendrán un margen más estrecho para cambiar sus destinos. Serán más proclives a continuar en el círculo que gobernó gran parte de su historia: ser dominados, pobres, productores de materias primas para los países ricos, mantener enormes desequilibrios de poder y democracias de baja calidad”, resume Rivas. La educación puede ser la verdadera llave.

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