La planta de Azovstal, una fortaleza soviética de túneles subterráneos para la resistencia ucraniana en Mariúpol
Una enorme planta metalúrgica construida durante la época soviética se ha convertido en el último reducto de fuerzas ucranianas organizadas en la devastada ciudad de Mariúpol. Noventa años después de que sus hornos comenzasen a producir hierro, el complejo industrial de Azovstal –considerado una de las mayores acerías de Europa– es ahora el lugar al que se aferran las tropas ucranianas, rodeadas y superadas en número, que defienden este enclave estratégico del sureste de Ucrania tras 50 días después del inicio del asedio ruso.
La planta, escenario de feroces combates durante la invasión, se encuentra en una zona industrial que da al mar de Azov y abarca más de 11 kilómetros de edificios, hornos, plantas subterráneas y vías férreas. El lugar parece resistirse a las fuerzas rusas, que afirman haber logrado el control del resto de la ciudad. Moscú ha exigido en varias ocasiones a los combatientes que se rindan y Kiev lo ha rechazado, asegurando que sus soldados “lucharán hasta el final”.
Desde el inicio del asedio ruso de Mariúpol, las autoridades ucranianas han dicho que la fábrica ha sido repetidamente atacada por las fuerzas de Putin y casi destruida. Vídeos e imágenes muestran el enorme complejo siderúrgico convertido en un paisaje descrito como apocalíptico: humo, edificios destrozados y carbonizados entre tuberías laberínticas, hornos y otras instalaciones industriales.
Las naves y túneles de esta fábrica convertida en fortaleza han dado la posibilidad de resistir a las fuerzas ucranianas, pese a su inferioridad numérica –seis veces menor, según el presidente ucraniano Volodímir Zelenski–. Pero los suministros con los que cuentan y cuánto tiempo podrán aguantar es una incógnita. Las fuerzas a cargo de la defensa de Mariúpol incluyen marines, brigadas y también al Batallón Azov, de corte ultranacionalista.
No está claro el número de combatientes que usa la planta metalúrgica –así como los que siguen activos en Mariúpol–. Rusia cifró en no más de 2.500 los efectivos ucranianos refugiados en Azovstal hasta el 16 de abril, y días antes dijo que cientos se habían rendido.
El Ayuntamiento de Mariúpol, cuyas autoridades se marcharon de la ciudad, ha asegurado que hay al menos 1.000 civiles en los refugios subterráneos de la planta metalúrgica, en su mayoría mujeres con niños y ancianos. Tras desestimar como falsas estas afirmaciones, el jefe del Centro de Control de la Defensa Nacional de Rusia, Mikhail Mizintsev, exigió este martes a las autoridades ucranianas que, “si hay algún civil alojado en Azovstal”, tomen todas las medidas para liberarlos.
Este miércoles, se ha habilitado un punto de evacuación en las inmediaciones de la fábrica tras lo que el Gobierno de Kiev ha descrito como un “acuerdo preliminar” con Moscú para abrir un corredor humanitario desde Mariúpol, aunque finalmente “no ha funcionado según lo previsto”. Un militar ucraniano ha dicho que los civiles estaban demasiado asustados para dirigirse a los puntos de evacuación acordados porque Azovstal está bajo bombardeos constantes y asegura que varios búnkeres debajo de la planta aún albergan entre 80 y 100 civiles cada uno.
Un comandante de las fuerzas ucranianas ha reconocido en un vídeo que sus tropas afrontan los “últimos días o incluso horas” en las tripas de la planta siderúrgica, que lleva días sin producir acero. “Esta es una comunicación al mundo. Podría ser nuestro último mensaje. Puede que nos queden días o incluso horas. El enemigo nos sobrepasa en 10 a 1 en número”, ha dicho Serhiy Volyna, al frente del batallón 36 de la Armada ucraniana. Los rusos, dice, les atacan con artillería y tanques desde el terreno. “Solo defendemos un lugar: la planta, donde la defensa militar de Mariúpol y numerosos civiles se han resguardado de los ataques”.
“Estamos rodeados. Nos están bombardeando con todo lo que pueden”, ha dicho también un soldado ucraniano al New York Times. “Nuestro único plan es que nuestras fuerzas rompan el bloqueo para que podamos salir de aquí”. Mijailo Podolyak, asesor del presidente ucraniano, tuiteó este martes que las fuerzas rusas estaban bombardeando Azovstal con potentes bombas antibúnker.
La semana pasada, un subcomandante separatista ruso describió la fábrica como una “fortaleza en una ciudad”, según informó Reuters. “La fábrica Azovstal es un espacio enorme con tantos edificios que los rusos... simplemente no pueden encontrar [a las fuerzas ucranianas]”, dijo a la agencia Oleh Zhdanov, analista militar con sede en Kiev. Otro experto, Sergiy Zgurets, indicó que se trata de territorios enormes con talleres que no pueden ser destruidos desde el aire, “razón por la cual los rusos están usando bombas pesadas”.
“Es una ciudad debajo de una ciudad”, ha dicho Yan Gagin, que se identifica ante el New York Times como asesor ruso de la autoproclamada República Popular de Donetsk. Gagin admite que la campaña rusa se ha visto obstaculizada por la sofisticada red de pasajes, habitaciones y sistemas de comunicación subterráneos.
Varias voces han señalado que esta fábrica de acero está diseñada para resistir una guerra nuclear. “[La planta] tiene búnkeres nucleares, túneles, está construida para sobrevivir a un conflicto nuclear, están realmente bien preparados para la defensa. (...) Sospecho que, a menos que sean aniquilados, estarán allí mucho tiempo”, dijo a la BBC Justin Crump, experto militar de la consultora Sybilline. Aglaya Snetkov, experta en seguridad rusa del University College de Londres, también explicó hace unos días que esta instalación se ha resistido hasta ahora a ser capturada porque está construida para soportar importantes daños.
Una portavoz de la empresa propietaria, Metinvest, ha dicho que los búnkeres que hay debajo ya se usaron en 2014, cuando los separatistas apoyados por el Kremlin intentaron tomar Mariúpol. “Desde la primera invasión, hemos mantenido los búnkeres en buen estado y abastecidos con alimentos y agua”, ha añadido Galina Yatsura, que ha asegurado también que el subterráneo de la planta puede llegar a alojar a 4.000 personas.
Golpeada por dos guerras
Azovstal está en manos de Metinvest, un grupo controlado por Rinat Akhmetov, considerado el hombre más rico de Ucrania. Según informa en su web la empresa Azovstal Iron & Steel Works, una de las mayores compañías metalúrgicas de ucrania, sus instalaciones de producción permitían en tiempos de paz producir 5,7 millones de toneladas de hierro, 6,2 millones de toneladas de acero y 4,7 millones de toneladas de productos laminados acabados al año.
No es la primera vez que esta planta, sustento de miles de personas, sufre la embestida de una guerra. Los cimientos de hormigón del primer alto horno se colocaron en 1930, en plena era soviética, y en el año 1941, el avance de las tropas del Ejército nazi hizo que los equipos de Azovstal y su personal tuvieran que ser evacuados a los Urales en 600 vagones de ferrocarril. Dos años después, casi todas las instalaciones fueron volados en la retirada de las tropas alemanas.
Tras la desaparición de la Unión Soviética, en 1991, la planta pasó a ser propiedad del Estado ucraniano, cuyo Gobierno cinco años después la incluyó en su programa de privatizaciones, según recoge EFE. En el año 2006 fue cuando finalmente Azovstal pasó a formar parte del grupo Metinvest, dirigido por el multimillonario Ajmétov.
Sigue el asalto sobre Azovstal
En uno de sus últimos partes de guerra este miércoles, el Ejército ucraniano ha dicho que los principales esfuerzos de las fuerzas rusas se centran en la captura de Mariúpol, continuando el asalto en la zona de la planta de Azovstal. El Ministerio de Defensa ruso ha vuelto a dar un ultimátum a los combatientes ucranianos para que se rindan.
Los analistas del Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW), con sede en Washington, coinciden en su última evaluación en que las fuerzas rusas siguen dando prioridad a la captura de la planta siderúrgica, donde los ucranianos parecen mantener sus posiciones. Según indican, este miércoles siguieron produciéndose combates callejeros limitados en el centro de la ciudad. Creen que el 16 de abril capturaron el puerto de la ciudad, donde también se había informado de focos de resistencia ucraniana.
Los expertos del ISW creen que las tropas y la aviación rusos van a seguir atacando la fábrica y han insistido en que es probable que los asaltos finales les sigan costando caro. Ven probable que el Kremlin intente acelerar la toma de Mariúpol “a juzgar por la gran presencia” de medios rusos en la zona. “Los rusos pueden anunciar el éxito incluso si las fuerzas ucranianas mantienen su control sobre partes de Azovstal, o pueden esperar hasta que las fuerzas rusas o proxy hayan asegurado toda la instalación”.
En una entrevista con la BBC, Malcolm Chalmers, del Royal United Services Institute (Rusi), sostiene que las fuerzas ucranianas en Mariúpol han logrado retener a miles de soldados rusos que, de otro modo, habrían sido redistribuidos hacia el norte para la batalla principal en Donbás. “Los defensores de Mariúpol, al haber durado tanto tiempo, han hecho una contribución significativa al esfuerzo de guerra general, aunque finalmente se vean desbordados”.
El destino de Mariúpol es importante para el desarrollo de la guerra. Localizada a orillas del mar de Azov, es un enclave estratégico entre la anexionada Crimea y los territorios separatistas prorrusos del Donbás, en el este industrial. Se considera que su captura permitiría a Rusia asegurarse un corredor terrestre entre ambas áreas, privaría a Ucrania de un importante puerto y liberaría tropas rusas para la ampliación de la ofensiva en el Donbás, que según Kiev y Moscú ya ha comenzado.
En este sentido, se cree que con la toma de Mariúpol el presidente ruso, Vladímir Putin, se apuntaría una victoria estratégica tras el fracaso en la ofensiva sobre Kiev. Según algunos analistas, también puede ser una oportunidad de propaganda para Moscú, que se ha centrado, entre otras cosas, en la presencia del Batallón Azov, que solo forma una pequeña parte de las fuerzas de combate ucranianas.
Para los ucranianos, Mariúpol se ha convertido en un símbolo de resistencia al ataque de Putin. Mes y medio de asedio la han convertido en escenario de los peores horrores de la guerra. Las autoridades locales calculan que los incesantes bombardeos y los combates en Mariúpol han matado al menos a 21.000 personas. Grandes áreas de infraestructura han sido destruidas.
Se estima que unas 100.000 personas permanecen en la ciudad, de una población de 450.000 antes de la guerra, atrapadas sin comida, agua, calefacción o electricidad, condiciones que han sido descritas de manera reiterada como “apocalípticas” y un “infierno”. Miles de civiles han logrado escapar por sus propios medios y jugándose la vida, con Kiev acusando a Moscú repetidamente de impedir los intentos de poner en marcha una operación de evacuación y de deportar a civiles en contra de su voluntad.
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