Han pasado 24 días desde la confirmación del primer caso de COVID-19 en Portugal. Aunque el ritmo de contagios sigue en aumento, las cifras se alejan por ahora de las de España, su foco más próximo de coronavirus: el país registra 60 muertos y alrededor de 3.500 contagiados. El retraso en la aparición de infectados, sumado al impulso de las medidas aplicadas a su alrededor, ha dado al Gobierno luso cierta ventaja en la batalla contra la enfermedad, según los expertos.
Cuando varios países europeos empezaron a declarar cuarentenas obligatorias, los infectados en Portugal no superaban el centenar, pero el miedo al virus empujó a la población a quedarse en casa. Nadie se lo había ordenado, pero las calles portuguesas comenzaban a estar más vacías. Al mismo tiempo, también se producían las imágenes de habitantes de las principales ciudades trasladándose a sus segundas residencias.
Las medidas aplicadas por muchos ciudadanos llegaron antes que las políticas: ciertas escuelas suspendían su actividad porque sus alumnos empezaron a dejar de asistir, algunos restaurantes decidían cerrar de forma voluntaria debido a la falta de clientes... Ante ese evidente respaldo social a medidas drásticas contra el coronavirus, el Gobierno luso optó por aplicar restricciones a la movilidad similares a las de otros Estados comunitarios, pero con un número de positivos muy inferior. Lo hacía al mismo tiempo cronológico, pero en distinto momento epidemiológico.
Para Constantino Sakellarides, exdirector general de Salud en Portugal y profesor de la Escuela Nacional de Salud Pública, la evolución de la enfermedad a nivel global es clave para entender el ritmo de propagación registrado en suelo luso. “Aquí tenemos casos positivos y empezamos la curva epidémica después de España. Y eso tiene ventajas porque aprendemos de los otros”, explica el especialista, quien detalla que, según las previsiones del Gobierno portugués, el pico de infecciones llegará al país a mediados de abril. “Nosotros estamos en una fase muy anterior a los Estados europeos que identificaron contagiados antes que nosotros: Italia, España, Alemania y Francia”.
Como ocurrió en España, los centros educativos fueron los primeros en tener que echar el cierre por la propagación del virus. Primero se produjo el blindaje de determinadas escuelas o de los colegios de algunos municipios del país. Cuando Portugal presentaba 78 infecciones de COVID-19, la Dirección General de Salud portuguesa ordenó la suspensión de la actividad educativa presencial en todo su territorio. La directriz lusa se puso en marcha el lunes 16 de marzo, el mismo día que en el caso español, con 2.000 contagios.
“Empezamos las medidas de contención y medidas radicales, como quedarse en casa antes, en tiempos epidomelógicos, que España, Francia e Inglaterra. Ahora, nuestra curva, parece ser menos exponecial que en España, pero es muy temprano para poder hacer proyecciones más seguras”, sostiene Sakellarides. “Estas medidas aplicadas con anterioridad pueden haber influido en la diferencia de casos, pero hay contextos diferentes en cada país: un brote debe considerarse en el contexto de la población en la que se produce”, matiza Guilherme Duarte, especialista en Salud Pública en Portugal.
El país decretó el estado de alerta el mismo día que España anunció la alarma, el pasado 14 de marzo. Mientras Portugal tenía alrededor de 100 contagiados, los positivos al otro lado de la frontera superaban las 6.000 personas. La declaración del presidente luso, sin embrago, solo conllevaba el cierre de discotecas y bares, pero otros comercios y restaurantes podían permanecer abiertos aunque con restricciones de aforo y distancia entre sus clientes. No había una cuarentena obligatoria para toda su población, pero en ciudades como Lisboa u Oporto, muchas empresas ya habían facilitado a sus empleados el teletrabajo y buena parte de su población optaba por salir solo para lo imprescindible.
Cinco días después, Portugal dio un paso más. La semana pasada llegó la declaración del estado de emergencia que, aunque endurece las restricciones, las medidas activadas continúan siendo más suaves que las de sus vecinos europeos.
El aislamiento total obligatorio solo afecta a quienes padecen COVID-19, pero su incumplimiento en principio no acarrea sanción, sino que la policía se limita por el momento a conducirles de nuevo a sus hogares. A la población de riesgo, el Ejecutivo ordena no salir a la calle salvo para cubrir sus necesidades básicas, aunque tampoco serán castigados en caso de vulneración de la directriz. Para el resto de la población, el Gobierno pide una cuarentena voluntaria, pero permite diversas actividades en el exterior como acompañar a menores durante breves períodos de recreación al aire libre, salir a correr por cortos periodos de tiempo, y adquirir servicios de primera necesidad. El incumplimiento de estas reglas tampoco implica multas por lo general, pero las calles están prácticamente vacías.
“La población ha cumplido tan bien las recomendaciones que no es preciso un cuadro sancionador”, justificó el primer ministro luso, Antonio Costa, la semana pasada. La actividad laboral está permitida, aunque se recomienda el teletrabajo.
La mayoría de los casos positivos del país se han identificado en la Zona Norte y en la región de la Gran Lisboa. No hay ningún área del país donde no se hayan detectado casos, incluidas las islas de Madeira y las Azores.
Este jueves, el número de pacientes con COVID-19 aumentó un 18% con respecto a los datos registrados el día anterior, un incremento menor al esperado por el Gobierno. Duarte sostiene que estas cifras ya “parecen mostrar que hemos podido retrasar considerablemente la propagación en los últimos días, disminuyendo el número de propagación efectiva”, un hecho que entrega más tiempo al país para preparar su sistema sanitario ante el pico de contagios.
João Julio Cerqueira, médico miembro de la asociación Ciência Baseada na Evidência, insiste en que el factor más relevante para entender la disminución del ritmo de contagio es el momento en que se implementan las medidas. “En una curva de crecimiento exponencial, un día hace toda la diferencia”, añade. Un estudio de la revista Nature apunta a que si China hubiera aplicado las medidas que aplicó una semana antes, habría impedido la aparición del 67% dos casos. Tres semanas antes, apenas habría tenido un 5% de los casos.
Otro de los factores que ha podido influir en el ritmo de contagios de Portugal son las características demográficas del país, según algunos de los especialistas contactados. “En España, por ejemplo, la existencia de ciudades con mayor densidad de población no ayudó en absoluto: el área de Madrid tiene casi siete millones de personas, mientras que Portugal en su conjunto tendrá alrededor de 10 millones”, indica Cerqueira. Al ser un país más pequeño y situado en el extremo de Europa, “es lógico”, añade Duarte, que “pueda tener casos importados más tarde y su volumen puede ser menor debido a la geografía”.
Los expertos portugueses consultados llaman la atención sobre las deficiencias detectadas en el diagnóstico de enfermos de COVID-19. “Nos quedamos atrás en políticas clave como la realización de pruebas para las personas que lo necesitan, o la inversión en equipos de epidemiología para investigar las cadenas de transmisión”, declara Duarte. Por esta razón, los especialistas advierten que las “pocas pruebas” de detección de infecciones en la fase inicial de Portugal también quizá “no informan sobre el estado real” del brote en el país. “Cuando los casos empiezan a atascar la sala de emergencias en masa, ya es demasiado tarde”, afirma Cerqueira. Los ciudadanos denuncian el colapso del único número de teléfono puesto a disposición de los posibles enfermos de COVID-19 en todo el país.
Un sistema sanitario debilitado
El sistema sanitario portugués, durante años debilitado por la crisis de 2008 y las medidas de austeridad ligadas al rescate de la UE en 2014, cuenta con algo más de tiempo para reforzarse ante la llegada del momento más álgido de contagios, previsto para la segunda semana de abril. Sakellarides confía en que esa ventaja permita al Gobierno luso preparar la respuesta a la emergencia: “Cuando lleguemos al pico, esperamos que el sistema pueda responder, aunque siempre hay un temor. Empezamos más tarde por razones geográficas y tenemos más tiempo para preparar hospitales y cuidados intensivos en cantidades suficientes, gracias también a donaciones que están surgiendo”, señala el exdirector general de Salud de Portugal.
Mientras el primer ministro lanza mensajes tranquilizadores sobre la suficiencia de medios de protección y ventiladores de cara al previsible aumento de infectados en el país, profesionales sanitarios han alertado de que, después de años de poca inversión en salud, de falta de material básico, de falta de sanitarios, “el sistema no estará preparado para dar la respuesta correcta”, contextualiza Duarte.
Tras una intensa guardia en el Centro Hospitalar do Oeste, en la región de Lisboa, el enfermero Pedro Amaral explica la sensación de falta de medios con la que sus compañeros sanitarios aguardan el crecimiento del número de pacientes con COVID-19. “Tememos contagiarnos. Los medios no son suficientes en los hospitales de las ciudades pequeñas”, lamenta el sanitario, quien trabajó para Médicos Sin Fronteras en la lucha contra epidemias surgidas en diversos países.