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El problema de 'reconquistar' Colón: la batalla por el símbolo que lo sustituirá en México

Monumento a las mujeres que luchan en Ciudad de México.

Peio H. Riaño

30 de agosto de 2022 22:06 h

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La Glorieta de las mujeres que luchan también es la de las que resisten. El colectivo Antimonumenta Vivas nos Queremos colocó el 25 de septiembre de 2021 la silueta de cartón de una mujer con el puño en alto y de color morado. Desde el mismo día de su instalación y resignificación de la plaza más relevante de la ciudad y el país, el antimonumento ha estado señalado por la alcaldesa de Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, que dio la orden de retirar del pedestal la estatua de Cristóbal Colón, en octubre de 2020, pero ha errado en el símbolo que lo sustituirá, todavía pendiente.

A pesar de que anunció que celebraría debates públicos para determinar el futuro del monumento, la alcaldesa anunció en septiembre de 2021 que erigiría uno dedicado a la mujer indígena. Se llamaba “Tlali” y era un homenaje a cinco siglos de resistencia de las mujeres indígenas. Aquella representación sufría el mal de las contradicciones: el escultor Pedro Reyes había usado la lengua náhuatl para bautizarla (“Tlali” significa tierra), mientras reconocía haberse inspirado en las colosales cabezas olmecas, que no hablaban náhuatl, sino zoque. En la construcción de un nuevo símbolo cada gesto es determinante y que un hombre no indígena realizara la escultura de una mujer indígena neutralizaba el homenaje. 

Más de 300 personas vinculadas al arte y la cultura firmaron una petición en contra de este busto y se lo entregaron a Sheinbaum. También le reclamaron la creación de un comité integrado por mujeres de comunidades indígenas para elegir el monumento que las representara. La alcaldesa dio marcha atrás, anuló el encargo e indicó que sería el Comité de Monumentos y Obras Artística de la Ciudad de México quien decidiría la nueva estatua de la plaza. 

La conquista de la plaza

Ante el cúmulo de equivocaciones y dudas, el colectivo feminista se apropió del espacio, le cambió el nombre por Glorieta de las mujeres que luchan y pintó en las barricadas metálicas que había levantado la policía cientos nombres de mujeres asesinadas y desaparecidas. Mónica Mayer, artista mexicana vinculada al colectivo, explica a elDiario.es que el grupo ha hecho de la plaza “un lugar de denuncia pero también de acompañamiento”. “No es un monumento de piedra, sino de empatía”, indica e invita a la alcaldesa a dialogar con las componentes del colectivo para encontrar una solución. 

“Ellas se han apropiado del espacio público como única salida para visibilizar sus luchas”, reclama la artista. El colectivo pide soluciones de urgencia para detener la violencia contra las mujeres y debatir con la alcaldesa. “Es importante porque no es un monumento a los actos heroicos del pasado, sino la reconstrucción de lo que debemos hacer para lograr una sociedad más justa y menos violenta”, añade Mayer. 

La mujer indígena

Con la resignificación ciudadana del espacio, Sheinbaum anunció que tenía otros planes para la plaza. Colocaría allí una copia ampliada de la Joven de Amajac, una escultura prehispánica que representa a una mujer indígena y que fue hallada en enero de 2021, en la región de Huasteca, en el Este de México. Un grupo de agricultores del municipio de Álamo (Veracruz) se topó con la figura de dos metros y de piedra caliza. El Instituto Nacional de Antropología e Historia no ha sido capaz de saber qué representa, pero ve similitudes con la diosa de la fertilidad huasteca. Aunque tampoco descartan una representación de la élite y creen que pudo realizarse en 1450. Recuerda en muchos sentidos al hallazgo e investigación de la Dama de Elche, en España.

La alcaldesa ha declarado desde que desplazó a Colón que para ella es “fundamental” el reconocimiento de la mujer indígena. “Es cierto que hay que reconocer la lucha de las mujeres, pero las mujeres a las que se les ha quitado la voz desde la colonia son las mujeres indígenas”, ha dicho la alcaldesa, que recordaba que han sido las propias mujeres indígenas las que le reclamaron un monumento. 

Según dice el colectivo Antimonumenta a elDiario.es, “en la toma de la glorieta participaron mujeres otomí, triqui, mazahua, nahua y de la montaña de Guerrero, entre otras”. “En la Glorieta de las mujeres que luchan se reconoce a mujeres indígenas ya sean periodistas, defensoras del agua, de la tierra, desplazadas por paramilitares, sobrevivientes de feminicidio, zapatistas, entre otras. Sus nombres están escritos en las vallas que rodean el pedestal y en los mosaicos del jardín de memoria que se colocó el pasado 5 de marzo”, dice una portavoz para cuestionar los argumentos de Sheinbaum.

De hecho, hace un mes llegaron al nuevo monumento un grupo de mujeres desplazadas de Oaxaca para denunciar que también ellas han sido víctimas de abusos, en un giro que eleva la tensión entre el colectivo ciudadano y la alcaldesa. La lucha por el símbolo entra en una fase decisiva porque la alcaldesa, que no se quiere deshacer de Colón y lo manda a la ciudad de Polanco, también quiere enviar el pedestal original. El colectivo feminista del antimonumento ha advertido que este movimiento es un “despropósito”, porque “con esta acción Claudia Sheinbaum reafirma su pensamiento colonizado y su total falta de empatía”. 

La historia poderosa

La figura violeta está colocada sobre este pedestal con toda intención simbólica: por un lado somete la historia alabada en los frisos narrativos y por otro, descoloniza este “espacio patriarcal”. “Lo hicimos para decir basta de contarla historia desde el poder, basta de pretender que no existimos, basta de no permitirnos contar nuestra propia historia”, reclaman las mujeres. En estos momentos la ciudadanía excluida de la construcción de su ciudad reclama un hueco en ella, pero las autoridades municipales no quieren perder el control de la construcción del relato público.

La calle es conflicto y la ciudadanía reclama nuevas fórmulas de construcción no autoritarias. No es tanto una destrucción de símbolos como la reparación de los daños que estos habían provocado por su mantenimiento en la vía pública. Las feministas piden una memoria monumental a la altura de sus expectativas sociales y honrar nuevos relatos que incluyan a mujeres, a todas. Es un movimiento de conciencia histórica monumental que reacciona contra la opresión, el silencio y los privilegios.  

El monumento erigido por la sociedad civil feminista es “el grito” de las que exigen justicia y en torno al pedestal de Colón rematado con la mujer violeta se organizan encuentros, talleres, conciertos. También se borda. El colectivo Siemprevivas, compuesto por madres de víctimas de feminicidio y mujeres supervivientes, dice: “Bordamos, nos abrazamos, reímos y compartimos comida y saberes”. Sus bordados son pancartas en las que reclaman respeto y justicia. Este grupo de activistas también forma parte de un espacio de protesta, que pretende llegar a la verdad y al reconocimiento de las “luchas legítimas y honestas” de las víctimas de feminicidio. Su lema es: “La memoria no es negociable”. 

La historia de la estatua de Colón

El monumento a Colón es obra del escultor francés Charles Cordier (1827-1905) a partir de los bocetos del artista catalán Manuel Vilar, y fue inaugurado en 1875. Mide casi cuatro metros de altura y es de corte neoclásico. En el pedestal descansan cuatro frailes sedentes y en la base, el escultor talló escenas del desembarco del almirante. Además de estar sostenido por los cuatro clérigos que “evangelizaron” a las sociedades que invadieron, la figura de Colón levanta su brazo y mira al cielo, en claro homenaje al cristianismo.

El primer intento de derribo del monumento sucedió el 12 de octubre de 1992, con el quinto centenario del descubrimiento de América. Pero los manifestantes no pudieron acabar con la estatua y se conformaron con mancharla de pintura roja y amarilla. Unos 25.000 manifestantes se acercaron y le escupieron y gritaron: “¡No queremos a Colón, ni siquiera en el panteón!”. Desde entonces una parte de la sociedad mexicana se ha movilizado contra el símbolo, que fue producto de la misma conmemoración que plantó en Madrid y Barcelona sus respectivas estatuas. 

En Madrid y Barcelona ha sido cuestionado por movimientos antirracistas pero no han bastado para su retirada, como en Ciudad de México o en algunas de las ciudades norteamericanas que cuentan con una estatua dedicada a Colón. En estos casos, a menudo sus ayuntamientos han decidido retirarlas y reflexionar sobre el impacto en sus vecinos de los hechos sucedidos cinco siglos atrás. En estas ciudades se han creado a menudo comisiones para determinar la conveniencia del uso de la propaganda monumental en el espacio público, regulando los homenajes a figuras del pasado y del presente. 

“Para muchas personas de nuestra comunidad, la estatua representa el patriarcado, la opresión y la división. Y eso no representa a nuestra gran ciudad. Ya no viviremos a la sombra de nuestro pasado. Es el momento de reemplazar esta estatua con obras de arte que demuestren nuestra lucha duradera contra el racismo y de celebrar la diversidad y la inclusión”, explicó el alcalde de Columbus (Ohio), Andrew Ginther. Además, reclamó a la Comisión de Arte de Columbus que propusiera una obra de arte que representara mejor a los habitantes de la ciudad “y ofrezca una visión común del futuro”.

Falta de diálogo

Eugenio Fernández Vázquez, periodista mexicano y editor jefe de la editorial La cigarra, cuenta que el partido de Andrés Manuel López Obrador considera que los movimientos ambientalistas y feministas son cuestiones “secundarias”. Cree que el monumento a las mujeres víctimas del feminicidio responde a una legítima expresión popular, pero el Gobierno no lo tiene como referente sino como “adversaria”. 

“Su autoritarismo se traduce en una tenaz resistencia a escuchar críticas y a incorporar propuestas que vengan de afuera”, añade Fernández. Piensa que debería convocarse un debate público y foros para determinar “quiénes somos y quiénes queremos ser, y para qué queremos las plazas y los monumentos”. Además, recuerda que lo primero es resolver los crímenes contra las mujeres, que se haga justicia contra las víctimas y, luego, un concurso para artistas con propuestas temporales, como se hizo en Londres, en la cuarta columna, en Trafalgar Square.

Para la historiadora del arte y periodista mexicana Veka Duncan, se tomó una decisión “precipitada al remover la estatua de Colón”. Le parece acertada la retirada porque “responde a una mirada crítica con la que mundialmente se está revaluando la presencia de personajes colonialistas en nuestros espacios públicos”, aclara. Pero añade: “Me parece que si desde un inicio se hubiera planeado mejor, con un proyecto bien definido, no estaríamos en esta situación”. Recuerda un dato significativo: desde el inicio de la legislatura, Sheinbaum ha planteado la creación de un Paseo de las Heroínas sobre Reforma, de las que ya ha colocado varias, que representan las luchas de las mujeres y su papel en los procesos históricos del país.

“Pero estos monumentos son colocados por el Estado, no de la mano de la ciudadanía y eso tiene implicaciones muy distintas a lo que se ha propuesto por el colectivo que an impulsado el antimonumento”, explica Veka Duncan. Cree la historiadora del arte que todo este proceso ha fallado por no incluir a la ciudadanía. “Sorprende que un Gobierno que ha apoyado la democracia participativa con consultas no haya aprovechado esas herramientas para hacer más transparente el proceso. Otra forma de hacerlo, que ha funcionado en otros países, hubiera sido la formación de una comisión que fomentara un ejercicio de reflexión colectiva, asesorada por especialistas en historia, historia del arte, divulgación patrimonio y memoria, que asesoraran este proceso, recoger las inquietudes de los ciudadanos y definir el rumbo de la glorieta”, sostiene Duncan, que reclama mesas de trabajo, encuestas, conferencias con especialistas o talleres para la creación de los nuevos símbolos. 

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