Algunos daban por políticamente muerto al portugués António Costa (62 años) cuando dimitió el 7 de noviembre de 2023, tras los registros en su residencia oficial. Pero el político es conocido en Portugal desde hace décadas por ser un hábil estratega con innumerables vidas. Este jueves el socialista portugués fue confirmado en el puesto de sus sueños: presidente del Consejo Europeo, por un periodo de, al menos, dos años y medio. Tras un abrupto abandono del cargo de primer ministro, Costa cumple así su ambición europea después de años de campaña informal entre bastidores.
A falta de una imputación o de pruebas que respalden una supuesta intervención de Costa para favorecer a una empresa que quería instalar un centro de datos en la región de Sines (suroeste de Portugal), la llamada 'operación Influencer' perdió fuerza y el veterano político volvió a divisar la posibilidad de hacerse con un puesto en Bruselas.
Costa, respaldado por el Gobierno de derechas
Primer ministro durante ocho años –el segundo mandato más largo de la democracia portuguesa–, alcalde de Lisboa entre 2007 y 2015, ministro y eurodiputado. El líder socialista acumula décadas de política activa súbitamente interrumpidas por los registros judiciales que precipitaron el fin de una legislatura, en la que los socialistas tenían mayoría absoluta. El ciclo político en Portugal cambió el pasado mes de marzo con la marcha de Costa, pero los socialistas volvieron a ganar las elecciones europeas del 9 de junio, con un eurodiputado más (ocho) que la coalición de centro-derecha (siete).
En la campaña de las elecciones europeas de este año, António Costa no apareció junto a la candidata socialista, Marta Temido. La razón quedó clara la misma noche electoral: ante la derrota de la coalición de centro-derecha en el poder (PSD-CDS), el primer ministro, Luís Montenegro, declaró que apoyaría el nombre del socialista António Costa, aunque fuera de otra familia política –algo que ya se había acordado entre bastidores, incluso antes de las elecciones legislativas anticipadas de marzo–.
Costa no quería molestar al Gobierno conservador participando en la campaña electoral y Montenegro consiguió desviar la atención de su propia derrota electoral, y en los días siguientes reafirmó que “el Gobierno portugués no sólo apoyará, sino que hará todo lo posible para que la candidatura de António Costa sea un éxito”. Montenegro argumentó que el apoyo a Costa “no es sólo porque sea portugués”, sino también “porque es europeísta y portador de valores de respeto a la paz, la democracia, la solidaridad política y económica entre los Estados de la Unión Europea”.
El 9 de junio, António Costa, mientras comentaba la noche de las elecciones europeas en una cadena de televisión, declaraba que “nunca seguiría adelante” sin el apoyo del Gobierno de su país.
Se trata de un renacimiento político para el hombre que lleva años en la vida pública del país, con una interrupción inesperada en noviembre de 2023. La pausa fue breve, un tiempo en el que Costa trató de limpiar la imagen de un proceso que ha desacreditado la Justicia portuguesa: ninguna de las acusaciones ha sido probada y no hay nadie detenido como parte de este caso.
De líder de los socialistas a primer ministro
Siempre presente en la vida política, António Costa se ha perfilado como una figura destacada en Portugal tras la ajustada victoria de los socialistas en las elecciones europeas de 2014. Con un Gobierno de centro-derecha marcado por la austeridad, los socialistas consiguieron solo un diputado más que la coalición de centro-derecha (un escenario idéntico al de 2024).
En un programa de televisión en el que era tertuliano habitual, Costa calificó de “pequeñísima” la victoria del Partido Socialista (PS) y cuestionó el liderazgo del entonces líder del partido, António José Seguro.
En un proceso histórico de elecciones primarias –que nunca se habían convocado en el PS, ni se han repetido jamás–, Costa ganó con el 68% de los votos y se convirtió en el líder de los socialistas portugueses y en el candidato socialista a primer ministro en las elecciones legislativas de 2015. Pero aquella noche del 4 de octubre de 2015, Costa fue dado por muerto políticamente: perdió las elecciones en un país que siempre había estado acostumbrado a ver en el gobierno a quien fuera el más votado en las urnas. Su muerte política solo duró unas horas.
Esa misma noche, el histórico líder del Partido Comunista, Jerónimo de Sousa, dijo que los socialistas no formarían gobierno sólo “si no quisieran”, señalando la mayoría de izquierdas que existía en el Parlamento, a pesar de que la coalición de derechas había obtenido más votos.
Fue entonces cuando nació una solución política sin precedentes, que unió a socialistas, comunistas, bloquistas y verdes, y que recibió el nombre de “geringonça”. Los socialistas pudieron gobernar con el apoyo parlamentario de los partidos situados a su izquierda. Su Gobierno se caracterizó por una serie de reversiones en relación con las políticas de austeridad que marcaron el periodo de la “troika”.
El país tuvo una serie de indicadores positivos y, cuatro años después, el PS de António Costa volvió a ganar unas elecciones parlamentarias. En 2019, sale de las urnas una nueva mayoría de izquierdas, pero esta vez el acuerdo no se ha firmado y la solución se presenta inestable. Con el rechazo de los socios de izquierda a los Presupuestos Generales del Estado de 2022, el Gobierno cae y el país se ve abocado a unas elecciones anticipadas que dan a António Costa una inesperada mayoría absoluta. Ninguna encuesta fue capaz de predecir este escenario, pero Costa tiene carta blanca para gobernar con estabilidad hasta 2026. Sin embargo, la estabilidad que una mayoría absoluta en el Parlamento le dio a Costa no fue aprovechada, ya que se vio sacudida por una serie de casos que afectaron a miembros del Gobierno y a la popularidad del mismo.
Varios años de campaña electoral europea
Durante su etapa como jefe de Gobierno, Costa trató de aumentar su influencia europea –aprovechando la presidencia portuguesa del Consejo de la Unión Europea, en 2021–, liderando negociaciones y manteniendo los canales de diálogo abiertos con las distintas familias políticas europeas. Un ejemplo de ello es la polémica parada de Costa en Budapest durante la final de la Europa League de 2023, donde presenció el partido junto al primer ministro húngaro, Viktor Orbán. Costa había ocultado la parada en Hungría de su agenda oficial y la oposición aprovechó para criticarle por hacer campaña para el puesto de presidente del Consejo Europeo.
Pero ante esa posible marcha anticipada para ocupar un cargo europeo en el horizonte, el Presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa, señaló que las elecciones legislativas de 2023 estaban muy centradas en António Costa y que no aceptaría un cambio en la jefatura del Gobierno sin convocar nuevas elecciones. Costa prometió quedarse, pero la ironía es que sólo su precipitada salida provocada por la 'operación Influencer' le permitió cumplir su sueño europeo.
Crítico con la forma en que la Unión Europea gestionó la crisis de la deuda soberana de principios de la década de 2010, siempre se ha opuesto a la idea impuesta por Bruselas de que no había alternativa a los planes de estabilización económica acompañados de austeridad. En una entrevista concedida al diario portugués Público, António Costa llegó a afirmar que “el euro fue la mayor recompensa que Europa ofreció a Alemania”.
La semana pasada, el político empezaba una nueva vida: se convertía en el presentador de un programa de televisión (llamado Optimista), en el que el ex primer ministro portugués quería dar a conocer lo mejor de Portugal, mostrando ejemplos de personalidades y empresas que destacan en sus sectores. El nombre del programa hace referencia a la forma en que el presidente de la República describió al propio Costa: un “optimista irritante”. Pero su carrera como presentador de televisión ha sido fugaz, porque el renacimiento político de Costa llegó más rápido de lo que nadie podía creer en noviembre del año pasado.