ENTREVISTA

Ron Sullivan, penalista de Harvard: “Es difícil que Trump se libre de una condena de cárcel”

María Ramírez

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Ron Sullivan es profesor de Derecho y director del Instituto de Justicia Penal de la Universidad de Harvard. Es abogado penalista, fue director de la defensa de oficio en Washington y ha participado en casos prominentes, por ejemplo, para representar a familiares de víctimas de violencia policial. 

También ha defendido a algunos de los personajes públicos más detestados, como el productor Harvey Weinstein, condenado por violación y acoso sexual. Sullivan repite que todos los acusados tienen derecho a una defensa eficaz. También el expresidente Donald Trump, que con 91 cargos en cuatro procedimientos penales tiene un panorama “sombrío” por delante, según explica Sullivan a elDiario.es en esta conversación, editada por claridad y longitud. 

¿Cuál puede ser la acusación más peligrosa para Trump?

Las dos acusaciones de los estados son las que más le preocupan. En Estados Unidos tenemos un sistema federal y los estados son los soberanos últimos con respecto a la ley estatal. Para Trump, su mejor escenario es ganar la presidencia, pero hacerlo no le eximiría de responsabilidad frente a los dos casos penales estatales en Nueva York y Georgia. No puede perdonarse a sí mismo, no puede ordenar al fiscal que abandone el caso: esas son herramientas que no tiene como presidente a diferencia de lo que sucede con los dos casos federales. Quedaría a la voluntad del estado de Nueva York y del estado de Georgia si fuera a juicio por esos dos casos y perdiera. 

En segundo lugar, están los dos casos federales. El caso de los documentos es fácil de entender para el jurado corriente, es decir, si intencionalmente retuvo un conjunto de documentos que no debía. Ese es un concepto fácil en comparación con conceptos como cuál es “la intención corrupta” de obstruir los procedimientos del Congreso, objeto del otro caso federal.

¿Por qué es más difícil de entender el caso por el asalto al Capitolio?

Hay mucho que dilucidar. ¿Cuáles son los procedimientos del Congreso? ¿Qué significa la intención? ¿Qué significa la intención corrupta? El jurado tiene que resolver eso. Pero el caso de los documentos es bastante sencillo: ¿eran documentos que se suponía estaban bajo la custodia del gobierno y Trump los mantuvo en su posesión de manera consciente e intencionada? 

La acusación más grave para nuestro orden democrático es que supuestamente intentó anular las elecciones. Pero creo que es la más difícil de probar, en parte por la forma en que Trump habla. No lo hace muy claramente. Cuando dijo que quería que el secretario de Estado de Georgia le “encontrara” 11.780 votos ¿significa realmente crear esos votos? ¿Significa salir y encontrar 11.780 votos fraudulentos y cambiarlos de tal manera que ganara en Georgia? 

La intención es difícil de probar…

Exactamente. Es difícil saber exactamente a qué se refería. Cuando dice “vamos hacia el Capitolio”, él puede decir que se refería a que la gente ejerciera sus derechos constitucionales para solicitar a su gobierno la reparación de sus agravios y entonces se convierte en una cuestión de la Primera Enmienda. Puede decir: “No le dije a nadie que fuera a romper cristales. No le dije a nadie que pasara a la tribuna del Senado. No le dije a nadie que obstruyera los procedimientos del Congreso”. Este es el tipo de cuestiones con las que los fiscales tendrán que lidiar mientras juzgan ese caso.

En total, hay 91 cargos separados en las cuatro acusaciones. Y creo que superar 91 cargos es una tarea difícil para cualquiera. 

¿Ha visto en su carrera algo así?

Nunca lo he visto. Un estadístico diría que vas a caer en uno de esos cargos por puro cálculo de probabilidades. Creo que el panorama para el expresidente Trump es sombrío en este momento. Dicho esto, se le presume inocente y el sistema de justicia penal lo resolverá.

Superar 91 cargos es una tarea difícil para cualquiera. Nunca he visto algo así. Un estadístico diría que vas a caer en uno de esos cargos por puro cálculo de probabilidades. Creo que el panorama para el expresidente Trump es sombrío en este momento.

¿Habrá un gran debate constitucional si es declarado culpable y sigue siendo candidato o incluso presidente?

Sí. No hay nada que impida a un delincuente convicto ser presidente de Estados Unidos. Tienes que cumplir dos condiciones: ser ciudadano natural por nacimiento y tener al menos 35 años. Trump cumple con ambas así que es elegible ahora. Puede presentarse y ganar. 

Pero digamos que gana y es encarcelado en Nueva York o Georgia. Se podría argumentar que no puede gobernar de manera eficaz. Hay una disposición constitucional, la enmienda 25, que dice que si un presidente está de alguna manera incapacitado y no está preparado para hacer su trabajo, a través de un mecanismo detallado en la Constitución se puede destituir a esa persona al menos temporalmente. Habitualmente, se utiliza cuando un presidente se somete a una cirugía o algún tipo de anestésico y no está disponible si hay alguna emergencia nacional. Pero yo sugeriría que sería una incapacidad similar si un presidente fuera encarcelado por no tener acceso a líneas privadas cifradas, no poder recibir briefings diarios y ese tipo de cosas. La falta de privacidad y de entornos seguros inhabilitaría al ocupante del cargo para poder llevar a cabo las tareas del cargo. 

Sería un ejercicio constitucional interesante ver qué sucede si ganara mientras está condenado; o, en otro escenario, si ganara y está encarcelado. También podría presentar un problema relacionado con el artículo de la Constitución que dice que los intereses del gobierno federal predominan sobre los intereses de los estados. El Servicio Secreto podría decir que la cárcel no es suficientemente segura para el presidente de Estados Unidos. Y un jefe de policía estatal, replicar que está sentenciado en Georgia y tiene que ponerlo bajo custodia. ¿Qué pasa en un escenario así? ¿Se meten los alguaciles en un enfrentamiento armado con el Servicio Secreto? Estamos en un territorio que nunca antes habíamos visto y que los fundadores ciertamente no contemplaron. Sólo espero y rezo para que nunca tengamos que afrontar este tipo de situación.

¿Cree que Trump puede acabar en la cárcel en Nueva York o en Georgia?

En el caso de Nueva York, la posibilidad de una pena de cárcel es casi nula. Se le acusa de un delito financiero, una manipulación de documentos para hacer que un pago parezca que es para una cosa cuando es para otra. No soy abogado de Nueva York, pero tengo entendido que los condenados rara vez son sentenciados a prisión por eso. Él no tiene antecedentes por ahora así que, si fuera condenado, obtendría algún tipo de libertad condicional. 

El caso de Georgia es diferente en eso. Entre los cargos, hay un delito muy grave, por la ley de organizaciones corruptas influenciadas por mafiosos (RICO). En la mayoría de las jurisdicciones del país, RICO conlleva una pena mínima de cárcel obligatoria, es decir, el juez no tendría discrecionalidad para imponer otra sentencia. Incluso si no hay un mínimo obligatorio en Georgia, RICO supone un delito muy grave y la mayoría de las personas condenadas por RICO reciben pena de cárcel. Si hubiera sido condenado en Nueva York antes de eso, entonces sería un delincuente convicto, que es algo que cuenta en su contra en la forma en que los tribunales calculan si se debe imponer una sentencia de cárcel.

En el sistema federal, puede ser condenado según la sección 1512 del Código Federal por obstrucción del Congreso y los que han sido condenados por ese cargo en el asalto al Capitolio han recibido sentencias de prisión. El Departamento de Justicia querría ser coherente. 

Creo que hay una alta probabilidad de que Trump sea declarado culpable de gran parte de los cargos que se le imputan en ese caso y de la acusación en Georgia que le acarrearía pena de cárcel. En el caso de los documentos, aunque había algunos muy importantes en materia de seguridad nacional, no estoy seguro de si el historial de condenas en virtud de eso sugiere que los jueces habitualmente imponen penas de cárcel. Pero me parece que, dados los 91 cargos en las tres jurisdicciones diferentes, será difícil que Trump se libre por completo de una condena de cárcel.

Es cierto que parece haberse librado muchas veces antes. Así que tendremos que esperar y ver.

No hay nada que impida a un delincuente convicto ser presidente de Estados Unidos... Pero digamos que Trump gana y es encarcelado en Nueva York o Georgia. Se podría argumentar que no puede gobernar de manera eficaz.

Entre los 91 cargos no está el de incitación a la insurrección, que sería un delito que podría inhabilitarle para un cargo público. ¿Por qué? 

Es muy difícil probarlo aquí. Existe una tensión entre nuestros arraigados derechos constitucionales de protesta protegidos por la Primera Enmienda y la ley penal que prohíbe facilitar activamente la violación de la ley. Tenemos una larga tradición en este país de que no se pueden castigar las palabras ni los pensamientos. Pero esa prohibición no está exenta de límites. El ejemplo típico es que no se puede gritar “fuego” en un teatro lleno de gente si no hay fuego y la multitud acaba pisoteada y herida. La capacidad de uno para desplegar palabras no es ilimitada. Pero existe una línea muy fina entre lo que está permitido según la Primera Enmienda y lo que es ilegal. Y la ley tiende a favorecer la liberalidad en términos de la Primera Enmienda. Es decir, puedes decir cosas ofensivas, malas e incluso peligrosas y aun así estar protegido por la Primera Enmienda.

La ley es muy estricta en términos de si la persona que ha dicho las palabras tiene una intención específica. Los fiscales tendrían que demostrar que Trump tenía la intención específica de que sus seguidores fueran al Capitolio, causaran daños y violaran la ley. Él puede decir, “en realidad, no quise decir eso, tal vez fuera torpe en mis palabras, pero nunca me escuchasteis decir ve a romper una ventana”.

Creo que el fiscal Jack Smith quería trazar un caso con cargos fácilmente probables y no meterse en áreas donde el presidente tiene defensas más fuertes. Smith quiere cargos que cree que son realmente demostrables para que el juicio no degenere en áreas donde es bastante discutible si deberíamos castigar esas cosas.

El caso de Georgia parece que va en el sentido opuesto porque es muy amplio. ¿Puede funcionar la defensa de la Primera Enmienda?

La fiscal de Georgia tomó la dirección opuesta a Smith, y tiene una extensa acusación que incluye RICO. Y sí, creo que Trump interpondrá argumentos de defensa de la Primera Enmienda y tiene derecho a hacerlo. Es una buena defensa. Eso es algo con lo que el jurado tendrá que lidiar y resolver. ¿Es esta una forma de discurso protegido o, por el contrario, es este discurso esencialmente alentador? Un tribunal y un jurado tendrán que resolverlo. Tengo la máxima fe en los jurados. La mayoría hacen muy buen trabajo en nuestro sistema. 

Creo que el caso de Georgia tiene la probabilidad de tener un veredicto mixto, donde haya cargos en los que se declare a Trump no culpable y cargos en los que se le declare culpable.

¿Cómo se elige un jurado en estas circunstancias, cuando es muy difícil encontrar personas que no tengan opiniones fuertes sobre Trump?

Va a ser difícil encontrar personas que no tengan opiniones firmes en un sentido u otro sobre Trump. Pero el estándar no es si alguien tiene opiniones fuertes, sino si, a pesar de sus opiniones, puede dejarlas de lado y seguir las instrucciones del tribunal. Eso es lo que el juez va a buscar, ya sea personas que no tengan una opinión particular en un sentido u otro, o personas que tengan una opinión pero digan que están dispuestas a jurar que van a dejar cualquier cosa que piensen a un lado, escucharán las instrucciones y darán a ambas partes una oportunidad justa. Afrontamos esto en el posible caso contra el presidente Nixon en los años 70. Podríamos haber encontrado un jurado neutral para el presidente Nixon, con lo que probablemente no hay ningún caso en el que no se pueda encontrar un jurado neutral. 

Aun así, hay personas muy parciales que forman parte de los jurados. Pero esa es la magia de tener 12 personas, porque a veces incluso los que tienen un sesgo inapropiado son moderados por otras personas del jurado. A veces, la gente puede cambiar de posición. También hay jurados no llegan a acuerdos.

¿Defendería a alguien como Trump?

Sí, soy abogado defensor por formación y disposición. Empecé mi carrera como defensor público. Como profesor en Harvard, ahora no creo que tenga el tiempo para un caso que llevaría un año. Tengo que enseñar, así que mis casos tienden a ser mucho más cortos. Pero, en teoría, sí, creo que todo el mundo tiene derecho a una asistencia letrada efectiva. Y creo que los abogados tienen el deber particular de defender a los clientes que no agradan. Los abogados tienen un deber afirmativo, los buenos abogados representan a esos clientes porque la forma en que tratamos a esos clientes es una medida. Esos acusados son una medida de cómo funciona nuestro sistema porque si ellos no tienen una oportunidad justa, nadie la tendrá. Las normas se establecen para este tipo de casos.

Sí, defendería a Trump. Los abogados tienen el deber particular de defender a los clientes que no agradan. La forma en que tratamos a esos clientes es una medida de cómo funciona nuestro sistema.

Francia, Israel o Brasil han procesado a expresidentes, ¿por qué es tan difícil de asumir en Estados Unidos?

Porque es la primera vez. Otras democracias occidentales han recorrido este camino y han sobrevivido. Para nosotros, es la primera vez y da miedo, pero la fuerza de una democracia está en su flexibilidad. La fuerza de la democracia está en nuestra humildad colectiva de que la democracia es un experimento que siempre está a medio hacer. Y en la medida en que tratemos la democracia y sigamos tratándola como un gran experimento, entonces tendrá la flexibilidad de moverse para adaptarse a algo como esto. Cuando la democracia se queda anquilosada en un marco endurecido, las cosas no encajan. Cualquier cosa que esté osificada puede romperse y eso es lo que no quiero ver. La democracia es lo suficientemente fuerte como para sobrevivir a la acusación o incluso la condena de un presidente. Y está en consonancia con una de las normas centrales de nuestro sistema: que ninguna persona está por encima de la ley, que la ley trata a todos por igual sin importar su posición en la vida. Por eso creo que es factible. Sólo tenemos que tener fe en este experimento nuestro, que es bastante joven.

La democracia es lo suficientemente fuerte como para sobrevivir a la acusación o incluso la condena de un presidente.

¿Le preocupa que tantos republicanos ataquen el proceso judicial? ¿Hay un riesgo de que más gente no confíe en la ley?

Sí, absolutamente. La ley funciona en parte por la legitimidad pública. Y si tenemos a la mitad del público estadounidense pensando que el Departamento de Justicia ha convertido la ley en un arma contra rivales políticos, entonces la ley misma y las instituciones pueden quedar deslegitimadas a los ojos del público. Es un gran problema. 

Una de las respuestas es que un valor del sistema de justicia penal es la transparencia. Y existe el derecho a un juicio público que comparten tanto el acusado como el propio público. Así que la idea es que puedes observar lo que está pasando y tomar una decisión tú mismo sobre si es justo o no. 

Algunas críticas me parecen irónicas, porque el tipo de cosas de las que se quejan con Trump no son nuevas. Las personas negras y de minorías y los pobres han experimentado el sistema de justicia penal de la misma manera sobre la que ahora hay fuertes críticas. Y nunca he oído nada, al menos de ese lado, con respecto a la reforma de la justicia penal. 

¿Hay algo que fiscales o políticos puedan hacer mejor?

Llevará tiempo. Una de las cosas que hace que nuestro sistema legal funcione es que no pierda sus normas. La forma en que hemos hecho las cosas es lo que hace que funcione. 

En Inglaterra, por ejemplo, el rey no tiene que firmar la legislación aprobada por el Parlamento. La tradición es la norma. Pero si el rey se despierta una mañana y dice “no voy a firmar esto”, sobreviene el caos. No hay ninguna ley que diga que tiene que hacerlo, pero es una norma, una tradición. 

En mi opinión, este fue el problema de la Administración Trump: el abandono de muchas normas. No existe ninguna ley que diga que el presidente no debe interferir en una investigación en curso y en el Departamento de Justicia. Pero es nuestra tradición. Estas son nuestras normas.

Va a llevar tiempo reconstruir la confianza en las instituciones, porque la única manera de respetar las normas es si se confía en que quienes toman las decisiones están actuando apropiadamente. Ha habido un ataque constante y consistente a quienes toman las decisiones y a su veracidad: esto no puede seguir así. Va a hacer mucho daño a nuestras tradiciones democráticas. No creo que el daño sea irreversible. Pero no puedes seguir haciéndolo y esperar que no sea irreversible.