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Salones de belleza y barberías luchan contra la violencia de género en Brasil

Esteticistas de Jacques Janine, un salón de belleza de alta gama en São Paulo, recibiendo formación para detener la violencia de género como parte del proyecto Mãos Empenhadas Contra a Violência en 2019.

Angela Boldrini

Folha de S.Paulo (Brasil) —
17 de junio de 2021 22:28 h

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En 2017, se registraron más de 68.000 casos de violencia de género en Brasil, la punta del iceberg si se tiene en cuenta que, según la ONU, solo el 10% de las mujeres que sufren violencia a nivel global presentan denuncias policiales.

Ese mismo año, el departamento de Justicia del estado centro-occidental brasileño de Mato Grosso do Sul lanzó una acción sin precedentes para luchar contra la violencia de género: el programa Mãos Empenhadas Contra a Violência (Manos comprometidas contra la violencia), que forma a profesionales de salones de belleza para identificar signos de maltrato en sus clientas y alentarlas tanto a denunciar el delito como a pedir ayuda.

Así, 272 esteticistas ya se han formado en la ciudad de Campo Grande a través de esta iniciativa, que se ha expandido a otras siete ciudades en seis estados brasileños y está siendo puesta en marcha por primera vez en barberías. “Es otro tipo de conversación, esta vez destinada a los hombres”, dice la jueza Jacqueline Machado, fundadora del programa.

Llevar la información a un ambiente de 'machos'

Si el objetivo en los salones para mujeres es ayudar a las víctimas, en las barberías es prevenir la violencia en sí misma, desplazando el foco a quienes puedan estar cometiéndola. Las dos primeras formaciones para los trabajadores de las barberías se llevaron a cabo de manera virtual durante la segunda mitad de 2020 debido a la pandemia, que provocó un aumento del 431% en los casos de violencia de género denunciados en las redes sociales durante el confinamiento, y un incremento del 2% en los feminicidios en mitad del año pasado –en comparación con el mismo período de 2019–, según el Foro Brasileño de Seguridad Pública.

En un país que ocupa el quinto lugar en feminicidios en el mundo, donde alrededor del 40% de las víctimas mueren a manos de familiares o personas con las que tenían una relación íntima, “los hombres a menudo temen ser acusados ​​injustamente de maltrato”, dice uno de los folletos del programa utilizado para formar al personal de las barberías en feminismo y enseñarles el ciclo de la violencia contra la mujer. “No son conscientes de que ciertos comportamientos se consideran violencia”.

Por esta razón, la iniciativa busca formar a estos profesionales en los orígenes del machismo y en cómo estos afectan a los hombres, y desenmascarar ciertos mitos extendidos sobre las leyes destinadas a proteger a las mujeres del maltrato, como la Ley Maria da Penha. Promulgada en 2006, esta ley estableció tribunales especiales y sentencias más estrictas para los maltratadores, así como iniciativas de prevención y asistencia en ciudades de más de 60.000 habitantes, como refugios para víctimas.

De esta manera, los propios barberos pueden enseñar a sus clientes. Renan Silveira trabaja en una barbería llamada Campo Grande y participó en la segunda lección del programa orientado a los hombres. “Nos invitaron a participar, y ​​pensamos que era muy interesante llevar este tipo de información a la barbería, que a menudo puede ser un ambiente de 'machos”, dice.

Cree que la formación fue más fácil para los barberos que ya estaban interesados ​​en este problema. “El contenido de las clases es excelente, pero creo que es mucho más fácil para quienes ya entienden un poco este tema. Sería interesante tener algo sencillo y directo que pudiera circular en las redes sociales”.

Al menos 63 mujeres han denunciado con esta ayuda

Entender la información disponible sobre violencia de género es clave para que el proyecto funcione, tanto en las barberías como en los salones de belleza. “El proyecto está enfocado a la educación, porque todavía hay mujeres que piensan que si dejan a sus maltratadores, van a cometer un delito —el abandono del hogar—, que en realidad no existe”, dice Jacqueline Machado. “En el estado de Mato Grosso do Sul, la gran mayoría de las víctimas de los feminicidios cometidos en 2019 fueron mujeres que no habían buscado ayuda, no habían presentado denuncias policiales o no tenían medidas de protección. Necesitamos hacer entrar a estas mujeres en el sistema”.

Hasta ahora, dice, las manicuristas y peluqueras que participan en la iniciativa han ayudado a al menos 63 mujeres a presentar denuncias policiales por violencia. La cifra podría ser mucho mayor, ya que las víctimas pueden omitir mencionar el programa al presentar una denuncia. En total, los 50 salones de belleza asociados tienen el potencial de llegar a aproximadamente 22.000 clientes al mes.

“El otro día, una de nuestras clientas empezó a llorar en el salón. La trabajadora que estaba con ella no dijo nada, solo le entregó el folleto [elaborado por el departamento de Justicia de Mato Grosso do Sul, en el que figura información sobre la violencia de género y una lista de lugares en donde las víctimas pueden solicitar ayuda] a la chica, y ella lo cogió”, dice Andreia Sousa, dueña de un salón de belleza en Campo Grande. Sus diez empleadas han participado en el programa, y dice que gracias a él han podido también ayudar a una compañera que comenzó a trabajar en el salón después de la formación y salió de una relación violenta.

Desde su lanzamiento en Mato Grosso do Sul, la iniciativa Mãos Empenhadas Contra a Violência también ha sido implantada en los departamentos de Justicia estatales de São Paulo, Piauí, Pará, Rio Grande do Sul, Paraná y Río de Janeiro. La versión para barberías se ha replicado también en Pernambuco.

Pero el programa tiene sus limitaciones, según la abogada feminista brasileña Isabela Del Monde. “Es preocupante que responsables del Gobierno hayan lanzado este proyecto para ayudar a las personas”, dice, subrayando que estas iniciativas están impregnadas de buenas intenciones, pero no pueden sustituir a las políticas públicas sólidas para mejorar la atención a las víctimas y reducir los índices de violencia.

“Es hermoso salvar la vida de una mujer. Pero, ¿qué pasa con las otras tantas millones que existen?”, cuestiona. “Se necesita inversión pública para mejorar todo el sistema. La respuesta tiene que ser estructural”.

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