Las movilizaciones y bloqueos aún continúan por las rutas brasileñas. En esta ciudad, hace poco menos de una hora, la policía estatal logró desalojar con gases lacrimógenos a los manifestantes del bolsonarismo que mantenían clausurada una de las vías de acceso. Las fuerzas de seguridad indicaron que, dos días y medio después del fin de los comicios, hay todavía 150 localidades brasileñas con autopistas sitiadas.
En cada uno de los 600 puntos de obstrucción de carreteras, que se verificaron a lo largo y ancho de Brasil entre el lunes y el martes, los manifestantes no pasaban de algunas centenas. No obstante, contaron con la inestimable fuerza de los camioneros, que con sus vehículos pudieron encerrar ómnibus y automóviles en gigantescos embotellamientos.
Los episodios ponen de relieve que una parte de los 58 millones de votantes de Jair Bolsonaro creen que en el futuro —y con Luiz Inácio Lula da Silva en la presidencia de Brasil— el país podrá convertirse “en una Venezuela”. Por ello, no dudaron en batallar con convicción por los principios ultraderechistas que todavía intentan imponer el jefe de Estado saliente y sus huestes políticas. Así, su movimiento es “libertario”, religioso y “defensor de la propiedad y la familia”.
Desde luego, ninguna de las manifestaciones de estos días surgió de forma espontánea. Hasta lo admitió ayer la propia Policía Caminera Federal (PRF) en conferencia de prensa. “Hubo una organización estructurada”, dijo la cúpula. Abundan los relatos que testimonian esa preparación previa. “Un manifestante, que ocultaba su rostro con una bandera de Brasil, le avisó al conductor de un ómnibus de larga distancia para que las empresas dejaran enviar sus flotas, ya que los bloqueos irían a intensificarse las próximas horas”, relató un pasajero. “Al lado había otro hombre, también envuelto en una bandera, que dirigía el tránsito como si fuera un policía”, contó.
Los mensajes en Twitter y en WhatsApp fueron los mecanismos predilectos para transmitir órdenes entre los movilizados. Eso se observó, por ejemplo, cuando convocaron a los bolsonaristas a reunirse delante de los cuarteles militares: allí fueron a pedir anoche la “intervención”. Para el presidente Bolsonaro, ese movimiento fue “el fruto de una indignación y sentimiento de injusticia de cómo ocurrió este proceso electoral”, donde los resultados le dieron el triunfo a Lula. En el lenguaje presidencial “las manifestaciones pacíficas son siempre bienvenidas. Pero nuestros métodos no pueden ser los de la izquierda que siempre perjudican a la población, con la invasión de propiedades, la destrucción de patrimonio y el cercenamiento del derecho de ir y venir”. Eso fue lo que dijo sobre los piquetes en las rutas, en su brevísima declaración de dos minutos en el Palacio del Planalto, ayer por la tarde. Vale recordar que con un silencio de dos días, sin admitir su fracaso, incentivó precisamente a los manifestantes a provocar un desorden inédito, que ha llevado a la falta de provisiones en los supermercados, a la cancelación de vuelos y a la permanencia durante horas de pasajeros de ómnibus en las rutas bloqueadas.
El Gobierno brasileño no tiene cómo esconder su participación en estos hechos, que se prolongaron desde el domingo por la noche hasta este miércoles. Directores de la Policía Caminera Federal dijeron el martes que habían identificado vídeos, donde se observó que agentes de la corporación “colaboraban” con los grupos de camioneros bolsonaristas. Uno de los directores, Wendel Benevides Matos, sostuvo que esos casos serán investigados: “No dimos ninguna orden para que cumplieran ese papel. Tendrán que responder sobre lo ocurrido”. Pero, no es posible ocultar que Silvinei Vasques, comandante de la PRF, declaró su voto a Bolsonaro el mismo domingo de los comicios.
Al mismo tiempo, hubo sectores de extrema derecha de los evangélicos, que convocaron a clausurar autopistas porque esa era “una declaración de guerra”. Así lo reveló un seguimiento de las redes sociales realizado por investigadores.
Como ocurre casi siempre en Brasil, el fútbol también tuvo participación, pero esta vez funcionó en el sentido contrario: una caravana de hinchas del club Corinthians, se desplazó sobre la autopista Dutra, que une São Paulo con Río de Janeiro. Así fueron desmontando los piquetes bolsonaristas y dejaron libre la ruta. Había una razón de fondo: hoy se enfrentan en la ciudad carioca con el Flamengo.