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Los socialistas abren la puerta a nuevas mayorías en Europa con liberales, verdes y la izquierda unitaria

Jan Zahradil (ECR), Nico Cue (Partido de la Izquierda), Ska Keller (Verdes), Markus Preiss (ARD, WDR, Alemania), Tran Nguyen (France Télévisions, Francia), Margrethe Vestager (ALDE), Frans Timmermans (S&D) y Manfred Weber (PPE).

Andrés Gil

Corresponsal en Bruselas —

“De Tsipras a Macron”. Del presidente griego, de Syriza, del Partido de la Izquierda Europea, hasta el presidente francés, centrista. Es la alianza que ha ofrecido el candidato socialdemócrata a la presidencia de la Comisión Europea, Frans Timmermans. Es decir, una mayoría alternativa a la que ha articulado el edificio institucional europeo desde el final de la Segunda Guerra Mundial, la mayoría de la gran coalición entre socialdemócratas y democristianos, con la ayuda de los liberales.

Esa histórica alianza se ha plasmado en la actual Comisión Europea saliente, de la que es vicepresidente el propio Timmermans, la Comisión que ha participado en el diseño de las políticas de austeridad, del diktat de los recortes durante la crisis y que maltrató a Grecia, como ha reconocido el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker cinco años después. Pero también es una mayoría que se ha evidenciado en las votaciones del Parlamento Europeo en asuntos como los grandes acuerdos comerciales internacionales, por ejemplo. ¿Cambiará eso a partir del lunes? Está por ver. Sería la primera vez en decenios.

El debate de este miércoles en el Parlamento Europeo entre los spitzenkandidaten, los candidatos a presidir la Comisión Europea propuestos por las familias políticas, evidenció que los ultraconservadores son quienes más han reivindicado una posición refractaria a la integración europea. Ha sido el checo Jan Zahradil, del grupo de Conservadores y Reformistas, ECR, que está esperando con los brazos abiertos a Vox, aunque el partido de Santiago Abascal mantiene el suspense sobre si se integrará en ECR o con Marine Le Pen y Matteo Salvini, que no han concurrido al debate de este miércoles.

El mecanismo de la elección del presidente de la Comisión tiene dos pasos: los jefes de Gobierno de la UE se reunirán ya dos días después de las elecciones para empezar a repartirse los cargos. En 2014 tuvieron en cuenta el mecanismo de los spitzenkandidaten y eligieron al candidato del PPE, el partido ganador: Jean-Claude Juncker. Y, luego, en el Parlamento Europeo, se plasmó el reparto de papeles: los socialistas votaron también a Juncker –el PSOE no–, y los populares votaron a Martin Schulz como presidente del Parlamento Europeo. Y la Comisión Juncker, del PPE, incorporó vicepresidentes socialdemócratas y comisarios liberales.

En esta ocasión, está por ver si los jefes de Gobierno van a querer a Martin Weber, en tanto que es previsible la victoria de los populares el 26 de mayo. De hecho, la semana pasada en Sibiu (Rumanía) hicieron una exhibición de fuerza recordando que la competencia la tienen ellos.

Y también está por ver si, en caso de que Weber no prospere, Timmermans se atreva realmente a intentar buscar una mayoría alternativa en el Parlamento para ganar la presidencia de la Comisión. Para lo cual, además, necesitaría el visto bueno de los Gobiernos.

Está todo abierto... Y también por el miedo a la parálisis. La extrema derecha ya está en el Consejo Europeo a través del Gobierno italiano, el austriaco, el polaco y el húngaro. Esos mismos gobiernos podrán colocar comisarios de su posición política, una posición que ha defendido Zahradil en el debate de este miércoles.

Enfrente, Weber no ha respondido a la candidata verde, Ska Keller, cuando le ha preguntado si piensa llegar a acuerdos a su derecha, como están pidiendo líderes de su familia política, como Silvio Berlusconi y Viktor Orbán, como ha hecho Pablo Casado en Andalucía y Sebastian Kurz en Austria. Weber no ha respondido, en contra de lo que sí lleva haciendo meses su mentora, Angela Merkel.

El candidato del Partido de la Izquierda Europea, Nico Cué, ha culpado a las políticas de recortes de derechos aplicadas por gobernantes europeos y nacionales populares y socialdemócratas del caldo de cultivo para el crecimiento del voto de la extrema derecha. Y el propio Timmermans ha reconocido que “algo” han hecho mal los partidos tradicionales para perder esos votantes.

La candidata liberal, Mergarethe Vestager, comisaria danesa de Competencia, también ha reprochado a Weber su actitud templada con la crisis climática y, para ser liberal, se ha mostrada partidaria a un impuesto de sociedades mínimo en Europa. “Para mí un paraíso fiscal es allá donde se pagan impuestos”, ha dicho. “Los populares siempre han votado en contra de medidas sobre la crisis climática”, ha señalado Keller; “ha habido dinero para salvar a los bancos, tiene que haberlo para combatir la crisis climática”, ha señalado Cué; “gravemos el queroseno”, ha dicho Timmermans. Y Weber se ha defendido reivindicando la gestión del comisario Miguel Arias Cañete, “que es del PPE”, y al que ha corregido Weber: “Lo que ha hecho ha sido porque es miembro del colegio de comisarios de esta Comisión Europea, no porque sea del PPE”.

El debate ha mostrado un Timmermans vehemente contra Weber, como si no llevara cinco años trabajando en Bruselas para un presidente del Partido Popular Europeo, jugando a una política de bloques que hace unos días descartaba el popular Esteban González Pons. Un eje izquierda-derecha históricamente en un segundo plano en la UE, pero que existe, al igual que el eje proUE-antiUE. El mapa del 26 de mayo será el que marque el camino.

Y será clave para medir la fuerza de la extrema derecha y si es capaz de aglutinar un grupo de bloqueo para influir, como ya lo está haciendo en los debates del Consejo Europeo, en asuntos fundamentales como la arminización fiscal, la integración europea y la gestión de la migración.

La migración es la diana de la extrema derecha, su narrativa ha calado en discursos y políticas de partidos tradicionales. “Yo soy hijo de ilegales”, ha dicho el sindicalista Cué, nacido en Asturias y cuyo padre, minero antifranquista, tuvo que emigrar en 1962 a Bélgica. “Y lo hizo sin papeles. Los migrantes mueren en el Mediterráneo, y hay que evitarlo. Los necesitamos en Europa”, ha dicho Cué.

No hay política de migración europea de largo plazo, ha sido imposible concretarla en estos cinco años, y es un asunto pendiente. También porque es una jugosa arma arrojadiza para muchos gobernantes.

Para muchos gobernantes y para toda la extrema derecha y los ultraconservadores como Zahradil este miércoles, que ha pedido fuertes controles y ha reclamado la soberanía de los Estados para tomar más decisiones. “Que la UE haga menos y mejor”, ha dicho varias veces. Lo cual conduce, como pide Vox en su programa, a no avanzar hacia las mayorías cualificadas en la toma de decisión en lugar de la unanimidad. Y precisamente ha sido Weber quien ha defendido en varias ocasiones la mayoría cualificada, desde la armonización fiscal hasta la política exterior. “Hemos perdido un mes con Venezuela”, ha protestado Weber.

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