El Luna Park, escenario de los combates de boxeo más memorables de la historia argentina, ha sido el espacio elegido por el peronista Frente para la Victoria para celebrar su triunfo. Sin embargo, con el correr de las horas y el recuento de los votos, la mítica sala vio cómo el kirchnerismo sufría un durísimo golpe político. Su candidato, Daniel Scioli, no sólo no conseguía la presidencia en la primera vuelta, sino que contaba con una ventaja muy escasa sobre el líder de la oposición, Mauricio Macri.
Con el 97% de los votos escrutados, Scioli sumaba el 36,8%. Muy cerca, Macri estaba en el 34,3%. En votos, 9.001.958 para el peronista, y 8.382.472 para el derechista. Sergio Massa, de Unidos por una Nueva Alternativa (peronismo disidente), llegó hasta el 21,3%.
Dentro de un mes, el 22 de noviembre, los argentinos volverán a las urnas para elegir entre los dos al próximo presidente. Scioli, ganador de las elecciones, llegará a la batalla con un halo de derrota. Y Mauricio Macri, a quien todas las encuestas colocaban nueve o diez puntos por debajo del candidato peronista, con el impulso victorioso que le da nuevas opciones de cada al duelo final si consigue atraer a la mayor parte de los votantes de Massa.
Los datos tardaron mucho en darse a conocer. Seis horas después del cierre de los colegios electorales aún no había una sola cifra oficial. Recién la medianoche se conocieron los primeros porcentajes y fueron una auténtica sorpresa. Con el 67% de las mesas escrutadas, Macri se colocaba primero, con el 36,1% de los votos, frente al 34,7% del candidato peronista. En el centro de cómputos, el Gobierno explicó el retraso en dar a conocer los resultados: “No era prudente”, aseguró el ministro de Justicia Julio Alak. La justificación era que los primeros números llegan de distritos en los que la oposición es más fuerte: la capital, Mendoza o Córdoba.
La provincia de Córdoba, con el 8% de los votantes del país, fue uno de los distritos claves para forzar la segunda vuelta. Allí el Cambiemos de Macri superó el 50% de los sufragios. También en la provincia de Buenos Aires, donde hoy gobierna Scioli y donde el kirchnerismo había hecho su apuesta más fuerte. La joven candidata de Cambiemos, María Eugenia Vidal, le arrebataba el puesto de gobernador al jefe de gabinete de la presidenta, Aníbal Fernández. La superioridad de la oposición por más de cuatro puntos fue otra de las sorpresas de la noche.
La derrota del heredero
Daniel Scioli, el forzoso delfín de Cristina Kirchner –ella no apoyaba en principio su candidatura– salió a las diez de la noche (hora local) para mostrarse ganador y también para dar por comenzada, sin nombrarla, la campaña de la segunda vuelta. “Convoco a los indecisos e independientes para esta agenda del gran futuro del desarrollo argentino”, soltó el actual gobernador de la provincia de Buenos Aires, inaugurando una batalla voto a voto que durará casi un mes más. El ballotage había flotado en el aire durante toda la jornada electoral, pero sin un solo dato oficial era ya una certeza.
En sus primeras palabras Scioli recitó uno a uno los puntos fuertes del Gobierno de la presidenta Kirchner: independencia económica ante los fondos buitre, justicia y derechos humanos, soberanía energética… enumeró para dejar clara su política continuista. “Los argentinos no quieren volver al ajuste y la devaluación”, afirmó para despejar las dudas sobre su posible política económica.
Pero en las gradas abarrotadas faltaba el entusiasmo de otras veces y había ausencias notables: La Cámpora, el grupo político peronista que encabeza Máximo Kirchner, el hijo de la presidenta, brilló por su ausencia entre el público. En el escenario, apenas la familia y los colaboradores cercanos del gobernador de la provincia de Buenos Aires; salvo Carlos Zanini, el secretario legal y técnico de la presidencia y compañero de candidatura de Scioli.
La zona VIP, por la que en las primeras horas de la noche desfilaban famosos, empresarios y cargos del partido, se vació tras el batacazo de los primeros datos. Y entre las caras largas de los invitados empezaban a oírse las primeras críticas: “Macri inaugura un monumento a Perón y nosotros hacemos actos en teatros para focus groups; ¡eso no puede ser!”, comentaban en un grupo de peronistas. “Cuando al peronismo le sacás su esencia, la gente se queda en su casa”, apoyaba el otro.
La fiesta de los perdedores
En el búnker de Cambiemos el clima era, incluso antes de saber los resultados, de euforia total. Después de unas semanas de dudas por el crecimiento del tercero en la carrera, Sergio Massa, los resultados para la formación del alcalde Mauricio Macri eran un motivo de celebración. La pantalla gigante detrás del escenario lo dejaba claro:#HayBalotage. El primero de la historia argentina.
Macri agradeció a los miembros de su coalición: el histórico y empequeñecido partido radical y la polémica Lilita Carrió. Pero no quiso perder de vista ningún posible voto en las elecciones que se vienen: convocó a los votantes progresistas y de izquierda –representados por Margarita Stolbizer y Nicolás del Caño– pero también reconoció el “gran valor” peronista de la justicia social. “Hay que saltar, hay que saltar, para Mauricio el ballotage”, gritaba una militancia enfervorizada. Los perdedores actuaban como triunfadores. Los ganadores no saltaban en las tribunas del Luna Park.