El Daily Express lo llama “el efecto Boris”: la elección de Johnson ha disparado la posición del Partido Conservador en los sondeos. El Telegraph ha informado con alegría de que su apreciado excolumnista ha recibido más apoyo que ningún otro líder conservador en las últimas dos décadas.
Aunque las esperanzas de los tories se disiparon el jueves pasado tras la derrota en las elecciones parciales en el distrito electoral galés de Brecon y Radnorshire, los partidarios de los conservadores aún creen que Johnson puede ganar las elecciones generales, lo cual podría suceder en unos meses.
Dentro de esta derecha revitalizada está el sentimiento de que, después de tres años con una arisca Theresa May al frente, la autenticidad de la “personalidad” y el “carisma” de Johnson -que todavía está por definirse de forma convincente- podría atraer el voto joven y unir al país en torno a un Brexit duro. A menudo se menciona su etapa como alcalde de Londres como prueba de que su liderazgo liberal en lo social y enfocado en los negocios puede ser redefinido para que lo compren los votantes jóvenes.
Se equivocan. No se puede exagerar la repulsa que ha generado la crisis del Brexit en los últimos tres años. El compromiso de los conservadores con salir de la UE el 31 de octubre (“hacerlo o morir”) no refleja en absoluto la voluntad de una gran mayoría de jóvenes: ocho de cada diez quieren que esta crisis se resuelva a través del voto popular.
El nuevo gabinete de Johnson, lleno de puristas del Brexit, envía un mensaje claro a los jóvenes: no os representamos y no compartimos vuestros valores. Ante la decisión de recuperar el apoyo del Partido del Brexit o de intentar unificar al país, Johnson ha optado sin dudarlo por la primera opción. Su gabinete está formado por ministros que, o bien deliran al creer que salir de la UE sin acuerdo es algo bueno, o bien tienen tan pocos principios que están dispuestos a fingir que es bueno a cambio de permanecer en el poder.
El último informe de la organización Barnardo's concluyó que cada vez más jóvenes ven el Brexit como una amenaza más inmediata para su futuro que el cambio climático. Cuando Johnson escribió en abril sobre las protestas de los activistas de Rebelión contra la Extinción, dijo que estaba “harto de que los jóvenes me digan que sus opiniones son más importantes que las mías”, pocos esperaban que su actitud respecto a nuestras preocupaciones por el Brexit fuera diferente.
Desde el referéndum de 2016, ha quedado claro que el Brexit -en cualquiera de sus formas- nos hará más pobres, tendremos menos oportunidades y nuestras prioridades nacionales serán irrelevantes en medio del caos político que sucederá a largo plazo. Ahora el Banco de Inglaterra advierte de que la posibilidad de que haya una recesión es de una entre tres, y eso si hay acuerdo.
El perjuicio para la economía es indiscutible y, sin embargo, se nos va a imponer la forma más destructiva de Brexit sin nuestro consentimiento. Ningún primer ministro que defienda esto puede esperar contar con la conformidad de las generaciones futuras, y mucho menos su apoyo.
Incluso si los jóvenes estuvieran a favor del Brexit, rechazarían a Johnson. Al margen de sus creencias personales, es un político que no duda en incurrir en la misoginia, la xenofobia y la homofobia, siempre que le ayude a conseguir el apoyo que necesita. Se trata de un hombre que ha descrito a las mujeres que llevan burka como “buzones de correo”, dijo que “votar a los conservadores hará que le crezca el pecho a tu mujer” y describió a los hombres homosexuales como “chaperos con camisetas de tirantes”.
Sus valores son la antítesis de una generación que mira hacia adelante, que quiere que se borren las fronteras, no que las refuercen. Por eso, el rapero Stormzy hizo que la multitud cantara “Fuck Boris” (“A la mierda, Boris”) durante su concierto en el festival de Glastonbury, y desde entonces se ha vendido un gran número de camisetas con esta consigna.
Este es un primer ministro que lucha por una causa que no es ni el Brexit ni Reino Unido, sino él mismo. Está claro que Johnson cree que para su supervivencia política es mejor ignorar y alienar a mi generación, y los diputados se acercan a él con la esperanza de salvar su escaño. Pero nosotros no nos engañamos: un gobierno como el de Johnson echará por tierra nuestros futuros. Si convoca elecciones generales, enseguida pensará en los miles de jóvenes que protestaron en Londres el día que asumió el poder como un recuerdo feliz. Porque muchos, muchos más saldrán a las calles hacerse escuchar, pero también a las urnas.
Traducido por Lucía Balducci