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Opinión

La cobardía de Trump frena el daño que realmente podría hacer

Sessions es un conservador convencido cuyas opiniones sobre la justicia penal y las libertades civiles lo convertían en un pésimo candidato para el cargo de fiscal general

Jill Abramson

Como casi todos los abusones, Donald Trump es un cobarde.

Aunque durante muchos programas del reality “The Apprentice” (El aprendiz) jugó a ser un jefazo que repetía constantemente “estás despedido”, ahora que es el presidente de Estados Unidos no tiene las agallas de hacer lo mismo.

Cuando despidió al entonces director del FBI, James Comey, se escondió detrás del vicefiscal general Rod Rosenstein.

En cambio, con su atormentado portavoz, Sean Spicer, optó por esperar hasta que el pobre hombre dimitió tras haber soportado durante semanas comentarios crueles pronunciados a sus espaldas y críticas de todo tipo: desde el corte de sus trajes a su forma de hablar.

También ha sido cobarde cuando ha querido criticar al fiscal general, Jeff Sessions. Primero, optó por filtrar todo tipo de rumores y después lo criticó abiertamente en un encuentro con el “fracasado” New York Times; un periódico que afirma odiar pero que en realidad admira y teme. Durante el encuentro no pudo controlar su verborrea. El martes, volvió a repetir que se siente “decepcionado” con Sessions por el hecho de que este optó por retirarse de la investigación sobre la relación de Trump y su equipo con el gobierno ruso y por el hecho de que el fiscal general nunca informó a Trump de que lo iban a investigar cuando este lo confirmó en el cargo.

Los cobardes siempre atacan al más débil. En la primera entrevista que concedió al New York Times tras ganar las elecciones, Trump afirmó que no pensaba investigar o presentar cargos contra Hillary Clinton, a pesar de que durante toda la campaña en sus mítines se pudo oír “que la encierren”. Con tono condescendiente dijo que los Clinton ya habían pasado por demasiadas vicisitudes y que había llegado el momento de dejar atrás las acusaciones contra Hillary. Ahora afirma que uno de los pecados del fiscal general fue no investigar a la candidata presidencial demócrata.

Lo cobardes lanzan amenazas que no piensan cumplir. El lunes por la noche, Trump mandó tres tuits para quejarse de #AmazonWashingtonPost y su monopolio libre de impuestos, dejando entrever que obligaría a Amazon a pagar impuestos sobre ventas. En realidad, Jeff Bezos, el multimillonario fundador de Amazon, ha comprado el Washington Post con su fortuna personal y el periódico no tiene nada que ver con Amazon. Además, Amazon recauda el impuesto sobre ventas en todos los estados que lo tienen y no tiene ningún monopolio libre de impuestos. Sin embargo, durante la campaña Trump repitió este bulo una y otra vez y afirmó en Fox News que Bezos le tenía miedo porque pensaba que “iniciaría una investigación antimonopolio porque tiene un grave problema en ese sentido”.

Trump imita a Nixon

Utilizar este argumento contra un medio de comunicación es una estrategia calcada a la que utilizaría Nixon. Según se desprende de una transcripción fascinante de las conversaciones que se registraron en la Casa Blanca en 1971, el presidente Nixon se planteó amenazar a las cadenas de televisión con una demanda antimonopolio para obligarlas a ser menos críticas.

En una conversación de Nixon con un miembro de su equipo, Charles Colson, el presidente afirma que: “Si puedo joderlas, me encantaría hacerlo”.

Nixon cumplió su amenaza e interpuso una demanda antimonopolio contra las cadenas. En cambio, las insinuaciones de Trump sobre el Washington Post carecen de fundamento ya que no tiene el valor ni la base legal para hacerlo.

El presidente tiene la suerte de que, a diferencia de Nixon, en la actualidad los miembros del Partido Republicano y los congresistas republicanos también son unos cobardes. Ahora no hay nadie como Howard Baker que pregunte: “¿Qué sabía el presidente? ¿Cuándo se enteró?”. Nadie se comporta como Barry Goldwater, que tuvo la valentía de decirle a Nixon que el Congreso ya no tenía ninguna confianza en él debido a su absoluta falta de respeto hacia la ley.

Estados Unidos tiene la suerte de que algunos medios de comunicación, como el Washington Post y el New York Times, lejos de amedrentarse han decidido investigar con valentía el escándalo de la relación entre el gobierno ruso y el equipo de la campaña de Trump. En un tuit que mandó el martes, y en el que respondió a la pregunta de por qué el presidente Trump había dejado a Sessions en un limbo en vez de cesarlo, la periodista del New York Times Maggie Haberman, tal vez una de las reporteras que mejor entiende cómo piensa el presidente, dio una respuesta muy sencilla: “Lo hace porqué puede”.

Menospreciar a las personas que le han sido leales es otra de las muestras de la debilidad de Trump, como también lo es su costumbre de no asumir la responsabilidad por sus peores acciones cuando lo pillan con las manos en la masa.

Todo esto ya se hizo evidente durante la campaña presidencial de 2016. En una muestra de mezquindad, imitó a un periodista del New York Times que tiene una discapacidad física, y más tarde negó haberlo hecho. También criticó la apariencia de Carly Fiorina y después lo negó. Su comportamiento siempre está cortado por el mismo patrón.

Jennifer Rubin, una columnista conservadora del Post, indicó que este comportamiento recuerda el del niño que llama al timbre de un vecino y huye: “Le encanta provocar, insultar, burlarse de los demás y menospreciarlos. En cambio, no sabe asumir la responsabilidad por sus palabras y acciones”. Esta es la definición clásica de la cobardía.

Sessions es un conservador convencido cuyas opiniones sobre la justicia penal y las libertades civiles lo convertían en un pésimo candidato para el cargo de fiscal general. Sin embargo, dejó el Senado para servir al presidente y fue el primer senador que apoyó la candidatura de Trump y no se merece que este le humille públicamente.

El hecho de que Trump se atreviera a despedir a Sessions nos daría una idea de si se atrevería a prescindir del hombre que más teme, Robert Mueller, el máximo responsable de la investigación sobre los vínculos entre su equipo y Rusia.

Esto es lo que haría Nixon. Sin embargo, el cobarde de Trump lo insinuará pero nunca se atreverá a hacerlo.

Traducido por Emma Reverter

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