- Una de su primeras decisiones será flexibilizar la estricta legislación laboral a favor de las empresas y pretende hacerlo con decretos presidenciales para hacerlo más rápido
Cuando Emmanuel Macron decidió pronunciar el discurso de la victoria a sus seguidores desde el majestuoso entorno del Louvre, estaba enviando un primer mensaje sobre el estilo con el que pretende gobernar. El inmenso palacio convertido en museo ha representado, durante siglos, la monarquía, el imperio y la revolución: una mezcla de gloria pasada y alta cultura con la modernidad de una pirámide de cristal gigante en medio.
El presidente más joven de la historia de Francia ha hecho dos promesas diferentes sobre su estilo de liderazgo. Macron, de 39 años, ha prometido iniciar una “revolución” joven en la política francesa, pero también volver a la tradición histórica de un líder fuerte capaz de “encarnar la nación”. El nuevo presidente cree que desde que al rey Luis XVI le cortaron la cabeza en la revolución, Francia ha estado intentando constantemente compensar la falta de un verdadero líder capaz de personificar Francia. Macron, un político novato de centro que nunca se había presentado a unas elecciones y que hasta hace tres años era un completo desconocido, cree que puede cumplir el papel de guía republicano de la nación.
El primer gesto público y deliberado de Macron como presidente fue un largo y solemne paseo por el Patio de Napoleón del Louvre bajo los focos y la Oda a la Alegría de Beethoven, el himno de la Unión Europea. Se trata de una cuidada y coordinada referencia al estilo del difunto presidente socialista François Mitterrand, que se presentó a sí mismo como un monarca republicano electo.
Cada nuevo presidente de Francia quiere distanciarse del anterior. Si el socialista François Hollande, que fue mentor de Macron, era un “tipo ordinario” y trabajador que se autodenominaba “Presidente Normal” y que abría los picaportes del Elíseo en lugar de esperar a un mayordomo, Macron quiere recuperar lo que él llama elegancia noble y distancia.
Pero Macron, que asumirá el cargo en unos días, no gozará de un estado de gracia. Va a tomar el control de un país cansado de décadas de alto desempleo, impaciente frente a una economía estancada, viviendo bajo el estado de emergencia, enfrentándose a una constante amenaza terrorista y en guerra en el extranjero —con tropas todavía desplegadas en la región del Sahel contra los grupos yihadistas—.
El riesgo de la reforma laboral
Las elecciones han puesto de manifiesto la importante división entre ricos y pobres, entre ciudades prósperas y multiculturales y zonas rurales y periféricas lejanas y desindustrializadas. Millones de franceses han elegido a la extrema derecha y a la izquierda radical en esta carrera presidencial a dos vueltas.
Muchos dudan del proyecto económico liberal de Macron, ya que creen que su modo de vida está amenazado por la globalización. Tiene que demostrar que puede llegar a los que no son sus seguidores, especialmente porque una parte importante de los que le han votado lo han hecho para frenar a la extrema derecha en lugar de por afinidad a sus políticas. “Es consciente de la inmensa responsabilidad que tiene bajo sus hombros”, repiten varios miembros de su equipo.
Una de las primeras decisiones de Macron será flexibilizar y reestructurar la estricta legislación laboral en favor de las empresas. Ha hablado de utilizar decretos presidenciales para aprobar estas reformas lo antes posible. Pero Hollande ya aprobó por decreto cambios en la legislación laboral que acabaron en meses de protestas callejeras en 2016. Navegar la resaca de esa confrontación social será su primer desafío.
Macron sabe mejor que nadie que los primeros días de una presidencia francesa pueden construir o destruir un mandato entero. Fue jefe de gabinete adjunto del presidente socialista Hollande, cuya falta de preparación y titubeos en sus primeros días le llevaron a una impopularidad de la cual nunca se pudo recuperar. Macron también es consciente de los malos augurios. Estuvo en el avión de un recién electo Hollande hacia Berlín para ver a Angela Merkel cuando les alcanzó un rayo, una metáfora de una relación diplomática que nunca se llegó a restablecer.
El proeuropeo Macron hará rápidamente a Merkel su primera visita a un líder extranjero. También se espera que haga pronto un viaje para ver a las tropas francesas en Malí y mostrar que el compromiso militar internacional de Francia sigue vigente.
Una de las promesas de Macron más repetidas ha sido la “eficacia” en el gobierno. Quiere introducir nuevas normas éticas para políticos, incluida una iniciativa contra el nepotismo motivada tras las investigaciones por corrupción del candidato conservador François Fillon y las investigaciones sobre la financiación del partido de Marine Le Pen durante la campaña presidencial. También quiere recortar rápidamente la burocracia a los pequeños negocios y reducir el tamaño de las clases en las escuelas de primaria de zonas desfavorecidas.
La importancia del primer ministro
Pero la forma en que cumplan las promesas de su programa dependerá de a quién nombre como primer ministro y de si su recién nacido movimiento En Marche! —“ni de izquierdas ni de derechas”— es capaz de obtener una mayoría en las elecciones parlamentarias de junio. Sin esta mayoría, Macron tendrá las manos atadas. Las siguientes seis semanas de su campaña parlamentaria serán cruciales.
Nunca ha habido tanta discreción en torno al nombre del futuro primer ministro. Dado que Macron, que no viene de ningún partido político, necesita llegar a un equilibrio entre sus seguidores de izquierdas y de derechas, se ha mantenido en silencio sobre su elección. Solo ha dicho que el primer ministro tiene que ser “fuerte” y con experiencia política.
Las especulaciones van desde un exministro centrista como François Bayrou, hasta exministros de la derecha o de la izquierda, la eurodiputada centrista Sylvie Goulard e incluso alguien proveniente de la sociedad civil. Su gobierno de 15 ministros tendrá paridad entre hombres y mujeres, un tercio de los cuales será nuevo en política.
“Tenemos que deshacernos de esta clase política que demasiado a menudo se compone de hombres de más de 50 años que nunca han tenido otro trabajo”, ha afirmado Macron, quien ha prometido que la mitad de sus 577 candidatos parlamentarios serán mujeres. Además, un 50% de ellos serán recién llegados a la política.
Pero si no gana una mayoría parlamentaria, Macron se verá inmerso en una dura negociación para un nuevo tipo de coalición. Necesitará ser un político muy habilidoso para hacer que todo funcione y, sin embargo, afirma que odia la política y que no le interesa. “Ser presidente de la República no se trata de amar la política, sino de cuidar a los franceses”, ha afirmado, advirtiendo que a los anteriores presidentes “les gustaba demasiado la política” y que la política se había distanciado de las vidas de los ciudadanos.
Distanciarse de los ciudadanos siempre ha sido un riesgo para los presidentes que se hacen con el control del despacho bañado en oro en el majestuoso Palacio del Elíseo, donde solo el campaneo de los relojes de oro interrumpe el silencio y donde las vistas desde el escritorio del líder son vastas extensiones de césped bien cuidadas detrás de altos muros. “Por supuesto que el poder aísla”, concedió Macron a un periodista durante la campaña electoral, justo antes de asegurar que él no permitirá que eso le ocurra.
Traducido por Javier Biosca Azcoiti