El coronavirus no será la última pandemia, ¿estaremos mejor preparados para la próxima?
¿No sería maravilloso que no tuviéramos que volver a enfrentarnos a otra pandemia? Al reflexionar sobre el año pasado, las dos palabras que nos vienen a la cabeza son “nunca más”. Nunca más deberían perderse más de 120.000 vidas solo en Reino Unido (más de 75.000 en España) a causa de un virus contagioso. La cifra habría sido impensable hace casi un año, cuando los asesores del gobierno británico pensaban que el fallecimiento de 20.000 personas sería un buen resultado.
Tampoco deberíamos sufrir otro año de confinamientos, ni el dolor por la pérdida de puestos de trabajo y el paro. Nadie quiere volver a ver a los niños fuera del colegio durante meses, sin poder aprender en las aulas y sin ver a sus amigos.
Pero los científicos tienen claro que nos enfrentaremos a otra pandemia en el futuro. Para la mayoría, la pregunta no es si ocurrirá o no, sino cuándo.
En una charla que di en 2018 en el Hay Festival esbocé un escenario posible a partir de noticias recientes: un ganadero en China se contagia de una bacteria resistente a los antibióticos, que hasta ese momento solo estaba en los cerdos, propaga la infección en su comunidad y termina llegando a Reino Unido por un viaje en avión. Lo más preocupante de ese escenario es que este tipo de bacterias, capaces de evadir nuestros antibióticos de último recurso, ya están entre nosotros. Podrían ser el origen de una futura pandemia.
O, tal vez, la próxima pandemia sea causada por un virus que se transmita de los animales a los humanos, como el que causa la COVID-19. Los últimas informaciones acerca de humanos contagiándose de gripe aviar en una planta avícola rusa dan una idea preocupante de lo cerca que vivimos de estos riesgos. Cada vez que un virus circula entre animales, especialmente murciélagos, roedores, ganado y aves, y entra en contacto después con seres humanos, existe la posibilidad de que contagie a humanos y haya transmisión entre personas.
Fortalecer los sistemas de vigilancia
Venga de donde venga la próxima pandemia, Reino Unido debe planificar a largo plazo su capacidad de respuesta y debe asegurarse de que está preparada. Para eso será esencial colaborar con otros gobiernos y establecer sistemas de respuesta sólidos.
En el último año, Reino Unido ha creado muchas de las estructuras que serán necesarias para una futura pandemia. Ahora tenemos una gran capacidad de hacer pruebas, procesos para acelerar el desarrollo de vacunas, y protocolos para comenzar rápidamente las investigaciones en los hospitales. Pero a nivel mundial hay que hacer más para asegurarnos de que estamos preparados de verdad.
El comercio y los viajes internacionales han conectado al mundo creando nuevas oportunidades para la propagación de enfermedades. Por eso necesitamos una vigilancia mundial que identifique los riesgos de enfermedades. De la misma manera que tenemos un servicio meteorológico, los gobiernos tendrían que financiar la creación de una red mundial de vigilancia de virus que busque nuevos patógenos preocupantes, e identificar y mitigar el riesgo de que los virus animales se transmitan a las poblaciones humanas.
No solo debemos temer a los nuevos patógenos, también a las variantes de virus existentes. Ya hemos visto cómo en Inglaterra, Brasil y Sudáfrica se han identificado variantes del virus que causa la COVID-19, y siempre es posible que una nueva cepa del virus de la influenza provoque una pandemia mundial de gripe.
Por eso es esencial que los países tengan instalaciones capaces de secuenciar los virus, detectando y siguiendo las cepas nuevas y evaluando si es necesario o no administrar vacunas de refuerzo.
No todos los países tienen instalaciones de secuenciación como las de Reino Unido y es imprescindible que invirtamos recursos para garantizar que también desarrollen una infraestructura que les permitirá identificar y secuenciar rápidamente los nuevos virus.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), por otro lado, deberá proporcionar asistencia técnica para desarrollar esta capacidad básica de detección de brotes. Y el papel del Banco Mundial en el apoyo financiero a los países es especialmente crucial.
Invertir en desarrollo de vacunas
La segunda área de inversión crucial es el desarrollo de vacunas. Aunque las vacunas contra la COVID-19 se han inventado y fabricado a una velocidad extraordinaria, la próxima vez tendremos que ser aún más rápidos para evitar los contagios, las muertes y las restricciones que hemos soportado todos este último año.
Como han demostrado las recientes fricciones por el suministro de la vacuna de AstraZeneca, el desarrollo de la vacuna es solo la mitad de la batalla. Los gobiernos nacionales también tendrán que analizar con espíritu crítico su capacidad de fabricación, y coordinarse con otros para crear centros regionales de producción y el suministro masivo de vacunas.
¿Una nueva pandemia de gripe?
Estos principios son válidos para los nuevos virus pero también para los que ya conocemos. Cada invierno hay una epidemia de gripe que provoca unas 650.000 muertes en todo el mundo, sobre todo entre niños pequeños, mujeres embarazadas y adultos mayores.
Una gripe pandémica, en la que un nuevo virus sea capaz de eludir nuestra inmunidad, podría ser desastrosa. La pandemia de gripe de 1918 infectó en torno a un tercio de la población mundial y provocó la muerte de entre 50 y 100 millones de personas en todo el planeta. Para los jóvenes de entre 15 y 34 años, la tasa de mortalidad en 1918 fue 20 veces superior a la de los años anteriores.
El Gobierno británico incluye la posibilidad de una pandemia de gripe en su registro nacional de riesgos. Pero a la hora de planificar una pandemia de gripe, los gobiernos se centran principalmente en mitigar los brotes construyendo suficientes hospitales para garantizar que la gente pueda acceder a la atención médica, en lugar de suprimir la propagación del virus mientras se desarrolla una vacuna universal contra la gripe.
Nuestras vacunas contra la gripe estacional se administran anualmente y están basadas en las predicciones de expertos sobre qué cepas más comunes. Tras la COVID-19, Reino Unido debería aspirar a desarrollar una vacuna universal de una sola dosis que proteja contra múltiples cepas de la gripe. El primer ensayo clínico en humanos de una vacuna universal contra la gripe ya se ha completado con éxito. Ahora tenemos que acelerar estos avances.
Durante la crisis de la COVID-19, muchos analistas se han centrado en si la enfermedad era o no como la gripe estacional. Esto llevó no solo a malinterpretar los riesgos específicos de la COVID-19, sino que se subestimó el peligro de una nueva pandemia de gripe. En el futuro Reino Unido deberá tratar como amenazas a todos los patógenos, tanto si es la última gripe como la COVID-19.
La gestión de la COVID-19 ha hecho que eliminemos la gripe estacional casi sin querer, una demostración de lo mucho que podemos lograr si en el futuro tenemos que suprimir patógenos peligrosos.
Más recursos para la ciencia
Los avances científicos del último año, como la producción de múltiples vacunas y tratamientos para la COVID-19, pueden parecer magia. En realidad, son progresos que reflejan años de investigación y de formación a partir del trabajo de científicos anteriores. Avances históricos como el descubrimiento de la penicilina en 1928, la vacuna contra la polio en 1961 y la vacuna triple vírica de 1963 fueron posibles gracias al trabajo de una multitud de científicos, biólogos, virólogos, genetistas, ingenieros y matemáticos.
Lo mismo ocurre con la respuesta a la COVID-19. La importancia de la ciencia nunca ha sido más evidente. En lugar de quitarle recursos, los gobiernos deberían dedicarle más. Es muy preocupante la noticia de que el Gobierno británico planea recortar el presupuesto para investigación, que costará al sector unos 1.000 millones de libras (1.175 millones de euros) y supondrá un duro golpe para la ciencia. Este es el momento de invertir en ciencia e investigación. Solo así estaremos realmente preparados cuando llegue la próxima pandemia.
- Devi Sridhar es directora de salud pública global en la Universidad de Edimburgo
Traducido por Francisco de Zárate.
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