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Análisis

El coste real de la guerra en Gaza: resurgimiento y difusión de enfermedades como la polio

Un niño recibe la vacuna oral contra la polio en un centro médico en la Ciudad de Gaza el 10 de septiembre de 2024.

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En agosto, un bebé gazatí de diez meses sin vacunar quedó parcialmente paralizado por la poliomielitis, el primer caso confirmado en la Franja de Gaza en 25 años. La parálisis es probablemente permanente y no hay tratamiento para la polio. Disponemos de una vacuna segura y eficaz para prevenir esta grave enfermedad infecciosa, pero la guerra en curso ha provocado la interrupción de las campañas de vacunación. Ahora, parece inevitable un brote de polio en el territorio palestino, ya que la enfermedad se propaga a través del agua sucia y la basura, que rodean a los desplazados que viven en tiendas de campaña en campamentos insalubres. 

Afortunadamente, se ha acordado una serie de pausas humanitarias de nueve horas diarias para que los niños puedan ser vacunados en el marco de una campaña sanitaria de emergencia de la ONU. La campaña concluye este semana en la zona norte de Gaza, la más afectada por el conflicto, y se ha podido desarrollar sin graves incidentes: unos 530.000 niños menores de diez años han sido vacunados

Sin embargo, la principal preocupación es si los combates cesarán por completo: las fuerzas israelíes han atacado hospitales, escuelas, camiones de ayuda y trabajadores humanitarios en los pasados once meses. Agencias de Naciones Unidas como el Programa Mundial de Alimentos (PMA) ya no envían personal a Gaza después de que las fuerzas israelíes abrieran fuego contra un convoy claramente identificado, a pesar de que el vehículo había recibido autorización de las autoridades israelíes.

Esta semana, un equipo de doce personas de la ONU que había obtenido el vía libre del Ejército israelí fue detenido cuando se dirigía al norte de Gaza para apoyar la tercera fase de la campaña de vacunación. Según denunció Naciones Unidas, el convoy estuvo retenido más de siete horas por las tropas israelíes, que apuntaron contra sus integrantes e interrogaron a dos de ellos por separado. Finalmente, pudieron marcharse y volver a la base, pero sin haber cumplido con su cometido.

Está muy bien acordar una pausa sobre el papel, pero la verdadera prueba será si se cumple en la vida real.

No tenemos idea de lo extendidas que están las enfermedades y el hambre –las llamadas “muertes indirectas”–, y estamos a oscuras en cuanto a la cifra total de muertes

El resurgimiento de la polio en Gaza es un triste recordatorio de que cada vez es más difícil evaluar el verdadero coste de la guerra. No tenemos idea de lo extendidas que están las enfermedades y el hambre –las llamadas “muertes indirectas”–, y estamos a oscuras en cuanto a la cifra total de muertes. Normalmente, los datos se recopilan de los hospitales y los depósitos de cadáveres, que certificaban cada muerte y la notifican al Ministerio de Sanidad.

Sin embargo, estos sistemas de registro civil ya no funcionan en Gaza, lo que significa que no hay datos precisos sobre cuántas muertes se han producido. Se calcula que todavía hay más de 10.000 cadáveres enterrados bajo los escombros –y, por tanto, no se pueden contar–, así como un número cada vez mayor de cadáveres sin identificar.

Es importante disponer de un proceso aceptado y fiable para estimar desde fuera una cifra de muertos que se aproxime a la realidad. Durante décadas se han desarrollado métodos para crear conjuntos de datos en situaciones con sistemas sanitarios y de supervisión deficientes o dañados. El estudio Global Burden of Disease (Carga mundial de morbilidad) es un marco de excelencia y referencia. Financiado por la fundación Bill y Melinda Gates, su objetivo es crear un proceso para estimar las muertes y, a continuación, triangular entre grupos de investigación y diversos métodos para ver si se puede acordar una cifra sólida y universalmente aceptada. Se trata de un proceso de revisión y consulta entre científicos.

Por otra parte, la revista científica The Lancet publicó recientemente una estimación de las muertes en Gaza realizada por varios científicos de prestigio, que explican qué criterio han usado para calcular las muertes (comparando con conflictos similares) y las cifras finales. Calculan que a mediados de junio el conflicto en Gaza había causado unas 186.000 muertes, lo que supone aproximadamente el 7,9% de la población gazatí. Si las muertes continúan a este ritmo, unas 23.000 al mes, se producirían 149.500 muertes más hasta finales de año, unos seis meses y medio después de la estimación inicial de mediados de junio. De acuerdo a este método, un total de 335.500 personas habrían muerto desde el inicio del conflicto en octubre.

Si las muertes continúan a este ritmo, unas 23.000 al mes, se producirían 149.500 muertes más hasta finales de año

Según los datos del Ministerio de Sanidad palestino, en septiembre se ha superado la cifra de 40.000 muertos, todo ellos identificados. Pero puede haber más cuerpos sin identificar, desaparecidos o desmembrados.

De forma parecida, el invierno pasado hice una estimación aproximada analizando otras situaciones de conflicto y evaluando el número de víctimas mortales que se producirían si continuaban los combates sin intervención internacional. En diciembre de 2023, mi estimación era de alrededor de medio millón de muertos sin un alto el fuego; esto coincide aproximadamente con las estimaciones de The Lancet –los científicos emplearon un método muy conservador pero admitieron que la cifra podría ser mucho mayor–. También muestra lo que podría haber ocurrido si la comunidad internacional no hubiera actuado y aprovechado las breves ventanas disponibles para prestar ayuda y atención médica. Muchas personas se han salvado gracias a las pausas en los combates y a las intervenciones humanitarias, aunque se hayan llevado a cabo de forma irregular.

Es fácil perderse en estas cifras y olvidar el nombre y el rostro que hay detrás de los números. Aunque la situación en Gaza pueda parecer desesperada, no lo es. Los intentos de acceder a la franja por parte de la ONU, como el que ha hecho posible las pausas humanitarias para vacunar a los niños contra la polio, salvan vidas. Suponen una diferencia para cientos de miles de familias, incluso dentro del abyecto horror de la guerra. No se trata de una discusión o debate político: la colaboración de los científicos para establecer hechos y datos fiables es crucial para documentar lo que está ocurriendo en el conflicto, y ayudará a quienes trabajan para encontrar soluciones que preserven la vida y la salud de los gazatíes.

Texto traducido por Emma Reverter y actualizado por elDiario.es

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