Culpar a la inmigración de todos nuestros males es engañarnos cruelmente
Nuestro país hierve de furia y frustración. Muchos reclamos sociales (desoídos durante mucho tiempo por los políticos) se han convertido hoy en una fuente de rencor considerable. La falta de viviendas asequibles o de puestos de trabajo seguros, el estancamiento de la calidad de vida o la falta de financiación de los servicios públicos... Todos ellos son reclamos que cada vez más se relacionan con los inmigrantes. Ahí radica, en realidad, todo el fervor por el referéndum del Brexit.
Tomemos como ejemplo mi Stockport natal, una ciudad posindustrial con muchos problemas pero pocos inmigrantes. Según el último censo, solo 1 de cada 20 habitantes de Stockport nació fuera del territorio británico o de Irlanda. Los paquistaníes, que ni siquiera llegan al 1% de la población, forman el grupo más grande de personas nacidas en el extranjero. La gente no viene en bandadas a mi querida ciudad: de hecho, la población está disminuyendo. Y sin embargo en las últimas elecciones generales el tema de la inmigración fue suficiente estímulo como para que el UKIP, partido contrario a la Unión Europea, obtuviera un tercer lugar en Stockport. En el inminente referéndum, un porcentaje importante de habitantes de Stockport votará por salir de la UE, principalmente por la inmigración.
La historia se repite en otros lugares. Clacton, por ejemplo, es el único distrito electoral del que ha salido un parlamentario del UKIP. Sin embargo la proporción de inmigrantes en Clacton está muy por debajo del promedio nacional.
Al contrario que Londres, una ciudad de inmigrantes donde casi 4 de cada 10 de los habitantes del centro nacieron en el extranjero y los británicos blancos ahora son minoría. En Londres, el UKIP es un partido marginal y los sondeos indican que la capital votará a favor de quedarse en la UE. Y eso que Londres está inundada de problemas sociales, como la crisis de viviendas, o el gran aumento de los trabajos poco remunerados e inseguros. La diferencia es que a estos problemas no se los relaciona de manera categórica con la inmigración.
Todo lo contrario a lo que pasa en mi ciudad natal, con poca proporción de inmigrantes. Consideremos algunos de los problemas de Stockport. Miles de familias están atrapadas en las listas de espera para conseguir vivienda. A casi el 25% de los trabajadores se les paga menos del salario mínimo vital y cada vez son más los trabajos de sueldos bajos. En el distrito en el que crecí, casi uno de cada tres niños vive en la pobreza y los servicios públicos están al borde del colapso.
Las razones son varias. Desde incumplimientos en la construcción de viviendas sociales, hasta la falta de una estrategia industrial para crear trabajos seguros y necesitados de mano de obra calificada, o las políticas económicas que han reducido drásticamente la calidad de vida recortando los servicios públicos. Pero estas causas todavía no están del todo identificadas y la inmigración se ha vuelto un motivo muy conveniente para explicar las crecientes inseguridades sociales y económicas. Una gran mayoría de las personas de Stockport cree que la mejor manera de vencer estas dificultades que endurecen la vida es votar por una salida de la UE.
En las vísperas de las elecciones generales del año pasado, conocí a una mujer en Southampton que había perdido las prestaciones sociales y tuvo que acudir a los bancos de alimentos. Pero la mujer no culpaba a las políticas de seguridad social del gobierno, sino a los inmigrantes. Creía que ellos se estaban quedando con los trabajos y dejándola a ella sin entrevistas laborales.
Hemos fallado en el intento de presentar una historia convincente sobre las causas reales de los problemas sociales que dañan a la sociedad británica. Hemos argumentado que los problemas son consecuencia de una nación manipulada para favorecer a una pequeña élite, de una sociedad que prioriza al mercado por encima de las necesidades y aspiraciones de las personas. Pero aunque nos hubieran escuchado, no los habríamos convencido. En ese vacío, la inmigración se ha vuelto la explicación apta para todos los reclamos. Independientemente de lo que ocurra dentro de dos semanas, este referéndum habrá servido para consolidar al fenómeno de la inmigración como el origen de todas las injusticias.
Quienes impulsan la campaña a favor de salir de la UE lo saben. Y siguen invocando demonios que luego será difícil acallar. Ofrecen deshonestidad, soluciones mágicas y un engaño total.
Aquellos que esperan que la salida del Reino Unido de la UE reduzca las inseguridades se van a llevar una desagradable sorpresa. La mayoría de los inmigrantes no viene de la Unión Europea. Uno de los argumentos de la campaña por el Brexit es que los inmigrantes no europeos están siendo discriminados hoy. O sea, que si no están mintiendo su intención es aumentar el número de inmigrantes de fuera de la Unión una vez que el Reino Unido salga de la UE.
Lo cierto es que necesitamos dar empleo a inmigrantes por las mismas políticas del gobierno: el año pasado, una de cada cuatro contrataciones de enfermeros del servicio público de salud de Reino Unido fue para un extranjero porque antes el país había achicado brutalmente las escuelas de enfermería.
Una de las cuestiones que más preocupan de la inmigración es el miedo a que bajen los salarios. Pero el único motivo por el que los empleados temporales están consiguiendo los mismos derechos que los trabajadores a tiempo completo (y por lo tanto, no presionando los salarios a la baja) es porque pertenecen a la UE y son protegidos por la directiva europea de los empleados temporales. El Partido Conservador se resistió a esta directiva. Si en un futuro tuviéramos un gobierno conservador de derecha encabezado por Boris Johnson, Michael Gove y Iain Duncan Smith, lo más probable es que terminen con esa directiva, junto con otros derechos de los trabajadores, y así permitan la reducción de salarios a gran escala.
No es sólo eso. La campaña a favor de salir juega cínicamente con la retórica del populismo de izquierdas. Acusan a sus oponentes de ser los títeres de Goldman Sachs cuando ellos son los que se resisten fervorosamente a los límites para los bonus de los banqueros y los que apoyan la desregulación y la bajada de impuestos en la City londinense.
Si Reino Unido abandona la UE, la gente con la que crecí no verá reducidas las listas de espera de las viviendas sociales porque el gobierno conservador no construirá las viviendas sociales que necesitamos. Tampoco verán puestos de trabajo seguros, porque no habrá estrategia industrial que los cree, ni disfrutarán de mejoras en la calidad de vida, porque la política de recortes no hará más que acelerarse. El voto para dejar la UE se ha convertido en un voto para reducir drásticamente la inmigración con el objetivo de resolver los muchos problemas de Reino Unido. Nos espera una profunda decepción.
A Jeremy Corbyn se le reprocha que no defendiera con más garra la opción de quedarse en la UE haciendo causa común con el primer ministro. Pero imitar la campaña de Escocia, Better Together (Mejor juntos), donde el Partido Laborista se alió con el Partido Conservador en una campaña del miedo, podría tener resultados calamitosos, y más ahora que los votantes euroescépticos del Partido Laborista prefieren al UKIP.
Sea cual sea el resultado, los laboristas tienen mucho que temer. La creciente inseguridad social y económica de tantos años se ha canalizado en el rechazo a la inmigración. El UKIP mira con ansias a las bases del partido laborista en busca de fieles. Al partido de Corbyn no le quedará más remedio que manejar los sentimientos amargos que está generando este referéndum. Y va a tener que hacerlo rápido.
Traducción de Francisco de Zárate