Las deportaciones forzosas de cientos de ucranianos a Rusia desde Mariúpol contadas por mujeres que las han vivido
Las fuerzas rusas están enviando a ciudadanos ucranianos a “campos de filtración” antes de trasladarlos por la fuerza a Rusia, según los relatos de dos mujeres que dicen haber sido transportadas a territorio ruso desde la ciudad sitiada de Mariúpol el mes pasado.
“El 15 de marzo, las tropas rusas irrumpieron en nuestro refugio antibombas y ordenaron a todas las mujeres y niños que salieran. No fue una elección”, dice una mujer que estuvo escondiéndose junto a su familia en un suburbio de Mariúpol desde principios de marzo. “La gente tiene que saber la verdad: que los ucranianos están siendo trasladados a Rusia, el país que nos está ocupando”.
Las autoridades ucranianas acusan a las tropas rusas de haber transportado a varios miles de residentes de Mariúpol a “campos de filtración” para después llevarlos por la fuerza a Rusia a través de las autoproclamados repúblicas que este país tiene bajo su control en el este de Ucrania.
El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, ha negado estas acusaciones y dice que “tales informaciones son mentira”. Anteriormente, funcionarios rusos dijeron que 420.000 personas habían sido evacuadas voluntariamente a Rusia “desde regiones peligrosas de Ucrania y las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk”.
Las mujeres solicitaron el anonimato porque están preocupadas por la seguridad de sus familiares que aún permanecen en la ciudad, que está bajo el ataque de intensos bombardeos. Sus relatos, junto con historias similares publicadas por el Washington Post y la BBC e informaciones de grupos de derechos humanos, contradicen las declaraciones de Rusia de que los ucranianos no están siendo trasladados por la fuerza a Rusia.
El puerto meridional de Mariúpol fue víctima de un intenso bombardeo por parte de las fuerzas rusas poco después de la invasión a Ucrania. Muchas familias se resguardaron en refugios antibombas. Desde entonces, las tropas rusas han tomado el control de amplias zonas de la ciudad destrozada.
De Novoazovsk a Rostov
La primera mujer dice que, tras abandonar su refugio, fue llevada en autobús junto a “200 o 300” personas más a la ciudad fronteriza de Novoazovsk, que se encuentra en el territorio controlado por Rusia en el este de Ucrania. “Una vez que llegamos a una parada, tuvimos que esperar durante horas dentro del autobús hasta que se nos ordenó pasar por un gran complejo de tiendas de campaña, al que todos llamaban ‘campo de filtración’”.
Una imagen captada por un satélite de la empresa estadounidense Maxar Technologies la semana pasada muestra los campamentos de tiendas de campaña instalados en el pueblo de Bezimenne, controlado por Rusia, cerca de Novoazovsk. Los representantes de las dos repúblicas autoproclamadas del Donbás dicen que han instalado una “30 tiendas de campaña” para los residentes de Mariúpol, con capacidad para albergar hasta 450 personas.
Un artículo del Rossiyskaya Gazeta, un periódico propiedad del Gobierno ruso, dice que 5.000 ucranianos han sido procesados en el campamento de Bezimenne y sometidos a controles para evitar que “los nacionalistas ucranianos se infiltren en Rusia disfrazados de refugiados para poder esquivar su castigo”.
La mujer cuenta que fue fotografiada y se le tomaron las huellas dactilares una vez dentro del campamento. Después fue “interrogada exhaustivamente” por hombres que se presentaron como miembros del Servicio Federal de Seguridad ruso (FSB). “Revisaron mi teléfono, me preguntaron si sabía algo sobre el Ejército ucraniano, si tenía amigos en el Ejército”, dice. “También me preguntaron qué pensaba sobre Ucrania, sobre Putin y sobre el conflicto. Fue muy degradante”.
Según la mujer, después de haber pasado por el “campo de filtración”, lo que llevó unas horas, el grupo fue finalmente llevado a Rostov, una ciudad a 130 kilómetros al este de la frontera ucraniana. Una vez allí, les dijeron que su destino final sería Vladímir, una ciudad a poco más de 160 kilómetros al este de Moscú.
Pero en Rostov, la mujer decidió separarse del grupo principal y dijo a los guardias rusos que tenía familia viviendo allí. “Me dejaron irme sin mayores dificultades. Pero para muchos, irse simplemente no era una opción”, dice.
La mujer cuenta que muchos de los que iban en el autobús se quejaban de que solo les habían dado unos minutos para recoger sus pertenencias y que en muchos casos no tenían dinero ni documentos oficiales, lo que les complicaría salir de Rusia después.
Tras separarse del grupo, la mujer se dirigió primero a Moscú en autobús y después tomó un tren a San Petersburgo. Dice que ahora ya está a salvo, tras cruzar a pie la frontera con un país de la UE.
Alerta de grupos de derechos humanos
La magnitud de las deportaciones forzosas ejecutadas por Rusia sigue sin estar clara. La Fundación Helping to Leave, un grupo dirigido por rusos que se ocupa de las necesidades de las personas reubicadas en Rusia desde Ucrania, dice que han recibido unas 200 solicitudes de ucranianos deportados pidiéndoles ayuda.
“Cada una de esas solicitudes suele proceder de una familia entera, por lo que el número real de personas deportadas es mayor”, dice Maria Ivanova, representante del grupo. Ivanova dice que el colectivo percibió un aumento de las solicitudes de ayuda a partir del 28 de marzo y que escuchó de primera mano reportes sobre “largas colas” en los “campos de filtración”.
Las deportaciones denunciadas han despertado la alarma entre los grupos internacionales de derechos humanos. “A estas personas no se les dio la opción de se evacuadas a un lugar más seguro en Ucrania. Muchos se encontraron en una situación en la que su única opción era esencialmente cruzar a Rusia o morir, mientras los bombardeos se intensificaban”, dice Tatyana Lokshina, directora asociada de la división de Europa y Asia Central de Human Rights Watch.
“Para la legislación internacional de derechos humanos, el desplazamiento o traslado forzado no significa necesariamente que las personas hayan sido obligadas a subir a un vehículo a punta de pistola, sino que se encontraron en una situación que no les dejó otra opción”, explica. Lokshina señala los convenios de Ginebra, que establecen que “los traslados forzosos individuales o masivos, así como las deportaciones de personas protegidas de un territorio ocupado, están prohibidos, independientemente de su motivo”.
Una segunda mujer con la que The Guardian habló ofrece un relato similar de su traslado forzoso desde Mariúpol a través de un “campo de filtración” en Novoazovsk. “Nunca pedí que me llevaran. Los campos de filtración y el viaje han sido muy traumáticos”, dice la mujer, que salió de la ciudad en un autobús ruso el 16 de marzo. Actualmente se encuentra en Rostov, planeando su ruta de salida del país.
Los funcionarios rusos han hablado abiertamente de sus esfuerzos por reubicar a los que llaman “ucranianos temporalmente desplazados”. El Ministerio de Defensa ruso publica casi a diario sobre sus esfuerzos para evacuar a los civiles ucranianos “atrapados” en Mariúpol. El gobernador de Vladímir declaró a los medios de comunicación locales que su ciudad había recibido más de 1.000 “refugiados” procedentes de los territorios “liberados” por Rusia, entre ellos Mariúpol.
“Me alegro de estar a salvo”
No todos dicen no estar contentos por haber sido trasladados de Ucrania a Rusia. “Yo quería ir a Rusia; me alegro de estar a salvo. Y mi familia vive aquí, así que estaba buscando cómo llegar”, dice Vladimira, una tercera mujer de Mariúpol que habló con The Guardian y que desde entonces se ha mudado con sus familiares en Rostov.
Mariúpol está a solo 60 kilómetros de la frontera con Rusia, y muchos de sus residentes tienen parientes al otro lado de la frontera. Aunque la invasión ha disminuido drásticamente el sentimiento prorruso en la ciudad, Vladimira dice estar agradecida por la seguridad que le otorga haber sido trasladada a Rusia.
También confirma haber pasado por “campos de filtración”, pero dice que eso no le importó ya que simplemente estaba “contenta de estar fuera de peligro”.
“Ciertamente, hay un grupo de personas que han sido trasladadas fuera de Mariúpol a las que no les importará estar en Rusia, que se quedarán allí”, dice Ivanova, de Helping to Leave. “Pero sabemos de cientos que fueron trasladados contra su voluntad. Eso es muy preocupante”.
Traducción de Julián Cnochaert
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