Hannah Collins y Heather Ford no quisieron perder ni un minuto más. Tan pronto como el experto en estadística australiano David Kalisch anunció que la campaña a favor de legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo había obtenido el 61,6% de los votos en una consulta voluntaria llevado a cabo por correo, se pusieron manos a la obra.
“Heather se arrodilló y ya tenemos fecha, nos casamos el 4 de abril”, explica Collins. Su reacción en la fiesta del “sí” que se celebró en el Prince Alfred Park del barrio Surry Hills, en Sidney, oscilaba entre la exaltación y el alivio. Cuando Kalisch dio los resultados por televisión desde Canberra, se produjo una explosión de entusiasmo, lágrimas y champán.
Christine Forster, hermana del ex primer ministro Tony Abbott, y una de las principales impulsoras de la campaña del sí, leyó el resultado del 75% de la circunscripción de Warringah y alzó el brazo en señal de victoria. La actriz Magda Szubanski afirmó que era una victoria de “todos”.
“Con independencia de cómo queramos vivir nuestra vida, todos debemos vivirla como iguales”, afirmó ante la multitud.
En Melbourne, Andrew Doherty podrá finalmente organizar la boda en la playa que siempre ha soñado. Tres años atrás, mucho antes del resultado del voto por correo dado a conocer este miércoles, le propuso matrimonio a su pareja. Fue una de las 5.000 personas que se congregaron delante de la biblioteca pública de Victoria para poder conocer y celebrar los resultados.
“Si sale el sí, siempre he querido una boda en la playa con sombrero de copa y frac”, explicó a the Guardian: “No me gusta que haya sido necesario votar pero me alegra que tengamos la oportunidad de dar un giro a la situación. Estoy convencido de que los australianos ya han comprendido la situación, pero no estoy tan seguro de que los políticos estén avanzando en la misma dirección, especialmente si tenemos en cuenta las propuestas de ley que se han impulsado para perpetuar la discriminación”.
A lo largo y ancho de Australia, los ciudadanos salieron a la calle para celebrar el resultado; en Perth, a las siete de la mañana, y en Adelaida, bajo la lluvia. En Brisbane se produjo una explosión de “entusiasmo en estado puro”. En el avión del equipo de la campaña laborista para las elecciones del Estado de Queensland se celebró el resultado con una ovación.
En Melbourne se respiraba un sentimiento de triunfo. Cuando se anunció el resultado, la multitud quedó teñida por una lluvia de pintura de todos los colores y los asistentes se abrazaron, demasiado emocionados para hablar. En los minutos previos a conocerse el resultado, la retransmisión en directo se cortó en diversas ocasiones y se volvió a recuperar la conexión poco antes de que el experto en estadística anunciara el resultado.
Emoción y bailes
Los asistentes, algunos con el traje de novios y otros con chubasquero, dieron muestras de alegría, lloraron de emoción, y bailaron al ritmo de las canciones de Kylie Minogue. Muchos de ellos explicaron a the Guardian que habían pedido una baja laboral por motivos de salud mental, ya que si bien tenían la esperanza de que el resultado diera la victoria al sí, también se habían preparado para lo peor y en este último caso querían escuchar las malas noticias en compañía de sus allegados.
Yvonne Gardner, de 75 años, es una de las personas que salió a la calle para celebrar el resultado, con un vestido con el arcoiris y luciendo coloridos collares. “Durante cincuenta años he luchado para que llegara este día”, susurró, intentando contener la emoción. Precisó que no se alegra tanto por ella como por los más jóvenes. “Este resultado permite que nuestros jóvenes oigan el ‘sí’ alto y claro, y que sepan que tienen el apoyo de la sociedad”, indica. Durante muchos años Gardner reivindicó los derechos de la comunidad LGBTI y no siempre tuvo este apoyo.
Uno de los responsables de las campañas de los principales sindicatos del país, Will Stracke, se dirigió a la multitud para dar las gracias a “los millones de australianos que han votado a favor de la justicia y a los miembros de la comunidad LGBTI que con su valentía allanaron el camino para que esta victoria fuera posible”.
“Ahora habéis podido constatar que tenéis el amor y la aceptación [de los australianos], sois escuchados y tenidos en cuenta”, dijo mientras el público lo escuchaba con lágrimas en los ojos.
“A partir de ahora todo irá mejor y tenemos un futuro brillante por delante. Nuestro país ha cambiado y la situación es mejor para todos. Ahora lo celebramos y esta noche nos divertiremos”.
Nerviosismo antes de conocer el resultado
En declaraciones a the Guardian desde Sydney, el cinco veces ganador de la medalla de oro olímpica Ian Thorpe indicó que despertar poco antes de que se diera a conocer el resultado de la votación era parecido a hacerlo horas antes de una gran competición de natación.
“Piensas que todo va a ir bien, pero todavía vives con la duda”, explica. “Tienes mariposas en el estómago”.
Como muchas otras personas, Pam Glasscock, de una ciudad del interior situada al oeste de Sydney, no podía expresar con palabras lo que sentía: “Esta mañana cuando mi compañera, Toni, y yo nos despertamos estábamos nerviosas y también emocionadas, a punto de explotar”.
“Cuando conocimos el resultado, explotamos. Hace demasiado tiempo que esperábamos algo así”.
Para muchos, la alegría del “sí” es una sensación agridulce. “Toda la situación ha sido absurda”, indica Collins: “Crecí en Nueva Zelanda, llegué a Australia cuando era una veinteañera [en los setenta] y me atacaron en la calle, me marginaron en la escuela de mis hijos, venían a casa y nos tiraban cosas, he perdido empleos... He pasado por mucho”.
“Así que cuando empezó la polémica por esta votación pensé, mierda, se vuelve a repetir una vez más la misma historia”. Explica que quiere casarse con su pareja para que su relación tenga el reconocimiento de los demás. “Significa que puedo presentarla en un contexto que mis nietos entienden”, indica.
“Ya no es que la abuelita comparte lecho con alguien de quien no se habla, es reconocer nuestro derecho a ser personas respetables”. “También significa que tendremos el mismo documento legal que mi hermana, que no nos habla”.
Glasscock y su prometida, Toni Eriksson, ya habían decidido que se iban a casar en Nueva Zelanda si no ganaba el “sí”, pero le produce un gran alivio poderlo hacer “legítimamente” en su país.
“Si tú quieres casarte con tu novia, necesitas el consentimiento de su padre. Yo necesito el consentimiento de todo el país”, afirma. “¿Dónde está la igualdad? Pago impuestos. He trabajado duro toda mi vida. No hago daño a nadie. No tengo antecedentes penales. Soy una jubilada que se mantiene sola y que no supone una carga para el Estado. ¿Soy una ciudadana que vela por el bien de su comunidad pero no me reconocen los mismos derechos?”.
Traducido por Emma Reverter