El mundo puede ofrecer esperanza y prescindir de invasiones militares innecesarias
La gestión de nuestra sociedad parece despertar poco entusiasmo. Los resultados de las urnas mandan un mensaje claro: la mayoría se opone a que servicios como el transporte por ferrocarril o el suministro eléctrico se gestionen con ánimo de lucro y no sean servicios de titularidad pública, la mayoría cree que los ricos deberían pagar muchos más impuestos y también que deberían reforzarse los derechos de los trabajadores.
Sin embargo, a menudo hay un abismo entre lo que los ciudadanos quieren y lo que creen que es posible. Puede no gustarles el orden establecido pero les da seguridad. Durante décadas, nos han machacado con la afirmación “no tenemos otra opción” y hemos aceptado la inevitabilidad de la injusticia.
Los Papeles de Panamá son una buena muestra de ello. Cuando comenté en las redes sociales que esta noticia pone de manifiesto cómo los ricos esconden su patrimonio mientras defienden que son necesarios nuevos recortes sociales, la respuesta fue una ola de comentarios cínicos. Las respuestas se podrían resumir en estas dos preguntas: “Bueno, tío, ¿Qué esperabas?” y “¿De verdad te sorprende?”. Dan por sentado que los ricos intentarán evadir impuestos de forma masiva; lo que les sorprendería es que no lo hicieran.
Más que rabia, los ciudadanos sienten cansancio; una sensación que impide que surjan los movimientos populares necesarios para terminar con las injusticias. En vez de tomar las calles, la mayoría de los ciudadanos prefieren indignarse frente al televisor y luego seguir con sus vidas, asoladas por la inseguridad.
Y este es el motivo por el cual el excelente nuevo filme de Michael Moore es tan importante. ¿Qué invadimos ahora? gira en torno a una sátira muy sencilla. Moore señala que Estados Unidos ha llevado a cabo una serie de invasiones militares, desde Vietnam hasta Irak, cuyo máximo logro ha sido un número de víctimas devastadoramente alto. ¿Qué pasaría si el cineasta invadiera países para apropiarse de ideas y políticas pensadas para ayudar a los ciudadanos y se las llevara a Estados Unidos?
Estados Unidos es prácticamente el único país industrializado que no tiene vacaciones anuales obligatorias. Así que Moore viaja a Italia con el propósito de formular una pregunta audaz: ¿Alguna vez se han preguntado por qué siempre parece que los italianos acaben de mantener relaciones sexuales? Uno de los motivos podría ser el número de días pagados de vacaciones: 30 días anuales si incluimos los días festivos.
Tal vez algunos podrían indicar que este equilibrio más sano entre el trabajo y la vida personal es el responsable de los problemas económicos de Italia, y por este motivo es importante señalar que Alemania, esa gran potencia económica, ofrece 34 días de vacaciones a los trabajadores que tienen un contrato indefinido. Moore se reúne con Claudio Domenicali, el director ejecutivo del fabricante italiano de motocicletas Ducati, que afirma que ofrecer prestaciones a los trabajadores y dialogar con un sindicato fuerte beneficia a la empresa.
También está el caso de Finlandia. En el Reino Unido, tenemos un gobierno que está decidido a fragmentar nuestro sistema escolar estatal y aplicar los criterios del mercado. Si la filosofía del gobierno es “lo que funcione” entonces debería tener como punto de referencia el modelo finlandés, como hace Moore.
Los resultados escolares de Finlandia se encuentran entre los más altos del mundo. Es un país sin prácticamente escuelas privadas y donde no se lleva a cabo un proceso de selección académica. Los niños no empiezan la escuela hasta los siete años, tienen menos horas de clase, se le da mucha importancia a los juegos y los alumnos prácticamente no se llevan deberes a casa.
El hecho de proporcionar buenas escuelas a todos los niños y priorizar el bienestar de los alumnos da buenos resultados. A diferencia de, por ejemplo, el Reino Unido, donde los niveles de confianza en el sistema educativo son bajos, los profesores finlandeses están muy bien valorados. Finlandia tiene una sociedad más igualitaria que el Reino Unido. Son muchos los estudios que coinciden en señalar la relación entre la pobreza y el bajo rendimiento académico.
Noruega es otra de las “víctimas” de Moore. Su sistema de justicia sería la peor pesadilla del tabloide británico Daily Mail. Tienen menos personas en la cárcel y las condenas son mucho más cortas. En la prisión de Bastoy, situada en la isla homónima, cada uno de los presos tiene un televisor, un ordenador y una ducha, y recibe formación. La tasa de reincidencia en Noruega es una de las más bajas del mundo; supuestamente, del 20% en comparación al 77% de Estados Unidos; un sistema mucho más punitivo. Cuando el terrorista fascista Anders Breivik hizo estallar una bomba en Oslo y mató a decenas de jóvenes socialistas en la isla de Utoya, el primer ministro de Noruega afirmó: “Vamos a responder con una actitud más democrática, más abierta y más humanitaria”.
Noruega no permitió que el terrorismo alterara su estilo de vida; no hubo restricciones a sus libertades civiles, ni creció la cifra de partidarios de la pena de muerte (que es marginal). En vez de reaccionar como Breivik esperaba, el país reaccionó según sus principios.
Hay muchos ejemplos más. Países como Alemania y Eslovenia, que consideran que la educación universitaria es un bien social y, por este motivo, no hay tasas académicas. También el caso de Portugal, que ha abandonado la desastrosa “guerra contra las drogas” y ya no castiga con penas de cárcel a aquellas personas que compran sustancias ilícitas para su consumo personal.
Podría citar muchos casos más. En los países nórdicos, que tienen impuestos más altos y un estado de bienestar más sólido, la calidad de vida es más alta. En Alemania, el gobierno ha impulsado una estrategia industrial para crear cientos de miles de puestos de trabajo en el sector de las energías renovables y, además, de esta forma aborda la crisis del cambio climático.
La principal aportación de este tipo de películas es que extienden la noción de que el orden establecido no es inamovible. Todos los que pensamos que la sociedad se debe gestionar en beneficio de la mayoría, y no para contentar a una diminuta élite, a menudo estamos a la defensiva. Nos define aquello a lo que nos oponemos, no lo que defendemos.
Nuestros carteles lucen consignas de protesta contra las privatizaciones o los recortes en lugar de presentar una visión optimista de la sociedad que nos gustaría tener.
No es de extrañar que muchos piensen que somos unos pesimistas que transmitimos sin parar un mensaje de tristeza y miseria. Ronald Reagan no es precisamente el ejemplo que la izquierda quiere seguir y su desastroso legado incluye el estancamiento del nivel de vida de millones de estadounidenses. Sin embargo, supo presentar sus políticas a favor de los ricos con optimismo, proclamando “un nuevo despertar para Estados Unidos”.
Debemos seguir luchando contra las injusticias, pero resulta evidente que para situarnos al mismo nivel que nuestros adversarios debemos redoblar nuestros esfuerzos por presentar un mensaje alentador y lleno de esperanza. Como Moore ilustra gráficamente, son muchas las alternativas posibles. No hablamos de ellas lo suficiente; y ha llegado la hora de hacerlo.
• Owen Jones hablará con Michael Moore tras el estreno del filme ¿Qué invadimos ahora? en el Reino Unido, el próximo viernes 10 de junio. Más de 120 salas de cine seguirán el evento, que se transmitirá vía satélite desde el festival Sheffield Doc/Fest. Encuentra el cine más cercano en www.wheretoinvadenext.co.uk/screenings
Traducción de Emma Reverter