La familia secuestrada por los talibanes durante cinco años describe su calvario
La mujer estadounidense secuestrada en Afganistán junto con su marido canadiense durante cinco años niega la versión oficial de su rescate y explica por qué ella y su marido decidieron tener más hijos estando en cautiverio.
“Fue una decisión que tomamos”, ha explicado Caitlan Coleman a the Toronto Star en una amplia entrevista. “Pensamos y hablamos sobre ello y es difícil explicar todas las razones, pero, una gran parte es el hecho de que para mí siempre ha sido importante tener una familia grande”.
Coleman, Joshua Boyle y sus tres hijos fueron rescatados a principios de este mes. La pareja había sido secuestrada por militantes vinculados a los talibanes en 2012 cuando viajaban por una región montañosa de Afganistán. Por aquel entonces, Coleman estaba en el tercer trimestre de embarazo.
Según declaró Boyle a los medios a su llegada a Canadá, ambos viajaron a Afganistán para ayudar a la “minoría más ignorada del mundo”. “Aquellos aldeanos de a pie que viven en el Afganistán profundo controlado por los talibanes, donde ninguna ONG ni gobierno ha conseguido llevar la ayuda necesaria”.
Coleman ha indicado que es consciente de las críticas a la decisión de la pareja de viajar a Afganistán estando embarazada y posteriormente tener hijos estando secuestrados por la Red Haqqani, considerada organización terrorista por Estados Unidos. Tras el rescate, el suegro de Boyle ha expresado su frustración por llevar a su hija a Afganistán cuando estaba embarazada.
“El cautiverio sin un final a la vista nos quitó la vida”, ha afirmado Coleman explicando su decisión de tener hijos. “Por eso pensé que era nuestra mejor opción en aquel momento. No sabíamos si tendríamos esa oportunidad cuando volviésemos. No sabíamos lo largo que sería aquello. Era algo sin precedentes, por lo que no podíamos decir, 'bueno, solo estaremos aquí un año o seis meses'”.
Violación, drogas y aborto
Poco después de aterrizar en Canadá junto con su familia, Boyle, de 34 años, acusó a sus secuestradores de violar a su esposa y asesinar a su hija pequeña.
En declaraciones a the Star, Coleman ha asegurado que sus secuestradores le forzaron a abortar cuando Boyle rechazó los intentos de la Red Haqqani de reclutarle. “Estaban muy enfadados porque habían pedido a Joshua que se uniese a ellos, que trabajase para ellos, y él dijo que no”.
Tras perder al bebé –a quien la pareja llamó Martyr–, Coleman cuenta que sus captores presumían de lo que acababan de hacer. “La mataron con la comida. Pusieron inmensas dosis de estrógeno en la comida”.
Los talibanes han negado estas acusaciones, afirmando en un comunicado que la pareja sufrió un “aborto natural” tras contraer una enfermedad difícil de tratar en la zona rural donde estaban secuestrados.
Desde su vuelta a Canadá, la pareja ha visto cómo sus hijos, particularmente el mayor –de cuatro años–, se adaptan a la libertad por primera vez. “No entiende que ahí fuera hay sol”, ha declarado Boyle a Today.com. “Estamos tratando los aspectos más básicos. No es 'bienvenido al mundo occidental' ni 'bienvenido a Canadá', es 'bienvenido a la vida”.
Desde que llegaron, a Najaeshi Jonah, el hijo mayor, le fascina tirar de la cadena. “Todo lo que hay en la casa es para él el país de las maravillas”, ha afirmado Boyle a la Canadian Broadcasting Corporation. “Dicho eso, le aterroriza salir de casa”. A su hijo mediano, Dhakwoen Noah, la experiencia le ha dejado traumatizado: “Parece que todo le recuerda a los horrores de la prisión. Las cámaras le recuerdan los vídeos de rehenes, los bolígrafos a las jeringuillas utilizadas para drogar a sus padres...”. La familia –tienen una bebé de apenas meses– sigue durmiendo junta en la habitación más pequeña de la casa, según afirma el padre, que es más del doble de grande del mejor sitio en el que han estado durante el cautiverio.
Coleman, que sigue llevando hijab, ha preferido no contestar a la pregunta de si se ha convertido al islam. También ha evitado hablar abiertamente de sus años en cautividad. Sin embargo, ha querido aclarar las cosas sobre dónde mantuvieron los talibanes a la familia y ha expresado su preocupación por la utilización política de los hechos.
“Ahora todo el mundo esquiva las culpas haciendo declaraciones. Pakistán dice: no, nunca estuvieron en Pakistán, excepto en el último momento. Estados Unidos dice: no, siempre estuvieron en Pakistán, es responsabilidad de Pakistán. Pero ninguna afirmación es cierta”, ha declarado a Toronto Star.
Coleman niega la afirmación del Ejército pakistaní de que la familia fue rescatada en Pakistán una vez se les trajo desde la frontera con Afganistán. “No cruzamos a Pakistán ese día. En ese momento llevábamos más de un año en Pakistán”.
Durante su calvario, asegura que los talibanes en varias ocasiones los drogaron y los metieron en el maletero de un coche para cruzar la frontera entre Afganistán y Pakistán. La pareja pudo seguir algunos de sus movimientos gracias a la básica comprensión del farsi de Boyle.
Estuvieron más de un año en Miran Shah, la principal población en el distrito tribal de Waziristán del Norte, Pakistán. “Fue horrible. En ese momento mi marido y yo estábamos separados”. A Boyle no se le permitió ver a su hijo, Najaeshi Jonah, ni pasar tiempo con su esposa, según ha relatado Coleman.
Entonces se les trasladó al norte, a la casa de un hombre que les dijo que se llamaba Mahmoud. “Fue muy amable con Najaeshi y nos cubrió algunas necesidades que de otra forma nosotros no podríamos cubrir”, ha explicado. “Sacaba a Najaeshi para que le diese la luz del sol y nadie más hizo eso en ningún otro momento”.
El rescate
El aborto forzado y la violación ocurrieron en algún momento entre 2014 y 2015, cuando los captores descubrieron que la pareja había estado escribiendo mensajes con la esperanza de encontrar ayuda. “Teníamos un bolígrafo y ellos no lo sabían. Cogíamos pequeños trozos de papel e intentábamos entregárselos a cualquiera que no fuese uno de nuestros guardias”, ha afirmado Coleman. “Pero entonces nos descubrieron, nos separaron, nos golpearon y fue entonces cuando me asaltaron porque querían que parásemos”.
Los secuestradores siguieron trasladando a la familia de un lugar a otro. Se les llevó a Spin Ghar, en Afganistán, y posteriormente a lo que parecía ser un hotel en la frontera entre Afganistán y Pakistán.
A principios de octubre, los talibanes volvieron a meter a la familia en el maletero de un coche de los secuestradores. Escucharon lo que parecía ser una persecución con disparos a su alrededor. “Nuestro primer miedo –la razón por la que no asomamos la cabeza para pedir ayuda– fue que que otra banda estaba intentando secuestrarnos”, ha explicado. “Posiblemente como parte de las luchas entre la Red Haqqani y otros grupos. Todos son unos bandidos”.
Más tarde Coleman se dio cuenta de que eran las fuerzas armadas de Pakistán los que habían ido a rescatar a la familia. “Llevas prisionero tanto tiempo que sospechas. Yo seguía pensando que no conocíamos a esta gente y que no sabíamos a dónde nos llevaban”.
Coleman no recuerda cómo reaccionó cuando supo que, tras cinco años de secuestro, el calvario había terminado. “Creo que principalmente estaba en shock”.
Traducido por Javier Biosca Azcoiti