Granjeros de Ucrania que lo han perdido todo con la guerra y no podrán alimentar al mundo
En medio de un incesante duelo de artillería entre las tropas de Ucrania y las de Rusia, ubicadas apenas a cuatro kilómetros de distancia, había una granja. Era la granja de Ivan Mishchenko, con docenas de vacas y 100 hectáreas de campos de trigo. Durante cinco días consecutivos en marzo sus campos se transformaron en un campo de batalla ensangrentado.
“Dos kilómetros a la derecha estaban las tropas rusas, dos kilómetros a la izquierda estaban las nuestras”, dice Mishchenko, de 66 años, cuya granja se ubica en la zona rural que rodea a Pochepyn, un pequeño pueblo al norte de Kiev.
“Disparaban muy fuerte, como si fuera un juego de ordenador. Los primeros dos días me quedé en la casa, pero después se tornó tan insufrible que tuve que salir. Cuando regresé, me quedé en shock. Mi casa, el almacén, los graneros… todo estaba destruido. Lo perdí todo”, dice.
Mishchenko, dueño de campos de grano y ganado, es uno de los cientos de granjeros ucranianos cuyos negocios fueron arrasados por una guerra que ha desatado también la destrucción económica en todo el país, y amenaza con generar hambruna en otros lugares. Y como otros granjeros de Ucrania, las pocas de sus hectáreas que aún tienen campos de granos no pueden ser cosechadas debido a la falta de combustible en la región y después de que su cosechadora y otras máquinas fueran destruidas por los bombardeos.
Hay silos y puertos por toda Ucrania repletos de 20 millones de toneladas métricas de grano y maíz sin un lugar a donde ir, puesto que Rusia ha bloqueado la costa del Mar Negro y las salidas para el grano ucraniano.
Ucrania solía exportar la mayoría de sus bienes a través de puertos marítimos, pero desde que Rusia invadió el país se ha visto obligada a exportar por tren o a través de sus pequeños puertos en el Río Danubio. Como resultado, los precios del trigo en todo el mundo han aumentado un 20% en marzo, debido al impacto directo de la guerra en la producción de trigo. El mundo enfrenta una situación cada vez peor de inseguridad alimentaria y malnutrición, en un momento en el que 42 millones de personas ya están a un paso de la hambruna.
David Beasley, el director ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos de la ONU, que alimenta a 125 millones de personas y compra el 50% de su grano a Ucrania, solicitó al presidente ruso, Vladímir Putin, que abriera los puertos: “Si usted tiene corazón, por favor abra los puertos”.
“No se trata solo de Ucrania”, dijo Beasley la semana pasada. “Se trata de los más pobres, que están en este momento al borde de la inanición”.
“La guerra sin duda ocasionará escasez de granos y quizás hambre”, dice Mishchenko. “Ya tenemos problemas, porque incluso aquellos que lograron sembrar sus tierras no tienen combustible para cosechar. Otro problema son los fertilizantes. Solíamos importarlos de Rusia y Bielorrusia. No tener fertilizantes significa cosechar un 20% o un 30% menos”.
“No sé cómo sobrevivir”
Antes de la invasión de Rusia, Ucrania era uno de los principales productores de pan del mundo: exportaba casi 4,5 millones de toneladas de productos de agricultura por mes a través de sus puertos, incluyendo el 12% del trigo del planeta, 15% del maíz, y la mitad de su aceite de girasol.
El año pasado, Ucrania produjo alrededor de 33 millones de toneladas de trigo, de las cuales exportó cerca de 20 millones, lo que convierte al país en el sexto mayor exportador del mundo. Este año, con la situación actual, según la compañía de análisis satelital Kayrros, que usa inteligencia artificial combinada con datos de satélites para monitorear mercancías, la cosecha de trigo del país probablemente se reduzca en un 35% respecto a 2021.
“No sé cómo sobrevivir”, dice Mishchenko, quien antes de la guerra viajó por el mundo con un coro de folclore ucraniano. “El Gobierno no tiene dinero para ayudarnos a reconstruir. Todo el dinero va para el ejército”.
Los cañonazos tanto de la artillería rusa como de la ucraniana destruyeron su depósito, la caseta en la que trabajaba con sus granos, y la casa en la que vivía con su esposa y su hijo Roman, de 42 años. Al menos 20 de sus vacas murieron por disparos, y sus cadáveres aún yacen en los establos, que también fueron destruidos. El ganado que sobrevivió a los bombardeos ha sido reducido a piel y hueso después de que un ataque incinerara toneladas de heno.
La guerra no solo destruyó el negocio de Mishchenko. También se llevó a su yerno. “Se alistó en el ejército y murió defendiendo Marakiv”, dice.
Como muchos otros granjeros ucranianos, Mishchenko tendrá que reconstruir desde cero. Hace unos días lanzó una colecta en Internet, y espera retomar su negocio lo antes posible.
Mishchenko fue uno de los primeros granjeros independientes en Ucrania, después de la caída de la Unión Soviética. Cuando compró esta tierra con su esposa, a principios de los años 90, lo único que tenían era una pequeña caravana. Hoy, la caravana es la única estructura en pie luego del bombardeo, y allí es donde viven Mishchenko y su hijo ahora.
“Treinta años después de construir todo esto, regreso a la caravana”, dice. “Toda mi vida, todo lo que construí con mis propias manos en estos 30 años fue destruido en un solo momento”.
Traducción de Patricio Orellana
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