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The Guardian en español

La “guerra de información” con la que Occidente intenta disuadir a Putin

Boris Johnson y Joe Biden en la cumbre del clima en Glasgow en 2021.

Julian Borger / Dan Sabbagh

Washington / Londres —
19 de febrero de 2022 22:43 h

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Estados Unidos y Reino Unido han tratado de evitar la temida invasión rusa en Ucrania haciendo pública una cantidad inusual de información de inteligencia, con la esperanza de robarle al presidente ruso, Vladimir Putin, el elemento sorpresa.

Se han celebrado briefings recurrentes en Washington y Londres –a veces a cargo de funcionarios de seguridad nacional que no suelen hablar con la prensa– en las que se detallaron las posibles tácticas militares de parte de Rusia, los planes para el cambio de régimen y los supuestos ataques de “falsa bandera” que Moscú estaría planeando como pretexto para la invasión.

Derek Chollet, asesor legal del Departamento de Estado, dijo este miércoles que Estados Unidos y sus aliados querían advertir de la posibilidad de que Rusia llevara a cabo este tipo de operaciones en Ucrania “con el fin de dificultar su capacidad de hacerlo”.

“Estamos tratando de ser lo más abiertos posible, para decir cuál es su jugada y lo que podría estar por llegar”, dijo Chollet.

Así, Estados Unidos y Reino Unido intentan vencer –o al menos ser una mejor oposición– a Rusia en el que ha sido, en gran parte, el juego de Moscú durante los últimos años.

Guerra de información

“Creo que Occidente se está volviendo un poco más listo respecto a cómo utilizar la inteligencia de manera factible”, dice John Sipher, veterano del servicio clandestino de la CIA. “Es lo que solíamos llamar –cuando los rusos lo hacían– guerra de información, y es algo en lo que nunca hemos sido muy buenos”.

“Lo interesante es que esta información no está destinada a los ciudadanos estadounidenses o británicos. Está destinada a un consumidor: Vladimir Putin”, dice Sipher. “Él es el que sabe si es cierto o no. Así que si lanzamos información que los rusos creían secreta, y Putin sabe que es cierta, tiene que decidir qué consecuencias tiene para lo que estaba tratando de hacer y cómo afecta a su estrategia”.

Altos cargos estadounidenses y británicos han dicho en repetidas ocasiones que la decisión final de atacar o no será solo de Putin y puede que el presidente ruso la deje para el último momento. Si, en efecto, la decisión es realmente incierta, el cálculo es que cualquier pequeño factor, como quedarse sin el elemento sorpresa y con la satisfacción de pillar a Occidente desprevenido, podría marcar la diferencia.

“Estamos en una guerra de información con los rusos y lo estamos desde hace cierto tiempo”, dice Angela Stent, directora del centro de Estudios euroasiáticos, rusos y de Europa del Este en la Universidad de Georgetown. “Creo que a los rusos les ha pillado por sorpresa. Creo que no se han dado cuenta de lo mucho que sabían Estados Unidos y Reino Unido, pero también de que lo iban a hacer público. Así que creo que es posible que esto haya tenido el impacto de hacer que Putin se replantee algunas de las cosas que podría hacer”.

Este miércoles, el Departamento de Estado de Estados Unidos afirmó que Rusia estaba intentando crear un “pretexto” para invadir Ucrania mediante afirmaciones no fundamentadas de “genocidio” y fosas comunes en la región oriental de Ucrania, Donbás.

Los medios de comunicación rusos publicaron esta semana artículos y fotografías de supuestas fosas comunes secretas en la región y, este martes, Putin afirmó que Kiev estaba cometiendo un “genocidio” allí.

El portavoz del Departamento de Estado de EEUU, Ned Price, dijo que Moscú estaba utilizando esas afirmaciones como excusa para invadir Ucrania. “No hay una base de verdad en ninguna de estas acusaciones”, dijo Price.

Fiona Hill, que fue la directora de asuntos europeos y rusos en el Consejo de Seguridad Nacional, y coautora de una biografía sobre Putin, contrastó el abordaje actual con la respuesta occidental a operaciones rusas pasadas, como los atentados en Reino Unido contra los desertores Alexander Litvinenko y Sergei Skripal.

“En verdad, nunca revelamos lo que sabíamos sobre lo que estaban haciendo, por lo que ellos pudieron aprovechar todas las zonas grises y la incertidumbre para construir sus propias versiones de los hechos”, dice Hill.

Hacerlo público tiene también un propósito político interno, en especial para un gobierno estadounidense que ha sido ampliamente criticado por no haber predicho el colapso del Gobierno afgano ni la toma del poder de parte de los talibanes el año pasado. Si se produce un ataque ruso, nadie podrá decir que la Casa Blanca de Biden fue tomada por sorpresa.

Los costes de esta estrategia

La otra cara de la moneda es que, si Putin no ataca, los servicios de inteligencia estadounidenses y británicos serán acusados de haber dado la voz de alarma y de haberse equivocado una vez más, sobre todo porque ninguno de los dos ha presentado pruebas de sus afirmaciones. El Kremlin ya se está burlando de los medios de comunicación occidentales por informar de las declaraciones de Estados Unidos y sus aliados sobre una posible guerra inminente.

Otro inconveniente es que el alarmismo deliberado está alienando públicamente al Gobierno de Kiev, que argumenta que está sembrando el pánico entre los ciudadanos ucranianos y los posibles inversores, aseguradores o socios comerciales extranjeros.

“Esta histeria le está costando al país entre 2.000 y 3.000 millones de dólares cada mes. No podemos pedir préstamos en los mercados extranjeros porque los tipos de interés allí son una locura. Muchos exportadores se niegan”, dijo en un programa de entrevistas de su país David Arakhamia, jefe del partido del presidente ucraniano, Servidor del Pueblo, y acusó a los medios de comunicación occidentales de ser más dañinos que los propagandistas rusos.

Si el objetivo de Putin no era llevar a cabo una invasión, con todos los costes que ello supondría para Rusia, sino crear un ambiente de crisis a largo plazo, entonces la amplificación estadounidense y británica de la amenaza corre el riesgo de servir a su propósito, según Oksana Antonenko, directora del equipo de riesgo político mundial en la consultora británica Control Risks.

“La táctica solo funciona si se trata de una crisis a corto plazo”, dice Antonenko. “Pero si asumimos que a lo que nos enfrentamos en este momento es a la estrategia a largo plazo de Putin de ejercer presión sobre Ucrania y gestionar la confrontación con Occidente, entonces es algo que tiene un coste muy alto”.

Traducción de Julián Cnochaert.

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