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The Guardian en español

Objetivo Yahya Sinwar: un año de persecución al líder de Hamás y ‘enemigo público’ número uno de Israel

Imagen de archivo de Yahya Sinwar celebrando el Día Internacional de Jerusalén en la Franja de Gaza en abril de 2023

Julian Borger

17 de octubre de 2024 20:05 h

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Un grupo de rehenes israelíes estaban acurrucados en un túnel de Gaza unos días después de haber sido sacados de sus casas el 7 de octubre, cuando el hombre que había planeado su secuestro apareció en la penumbra subterránea.

Tenía el pelo y la barba gris, y sus ojos oscuros y anillados asomaban bajo unas espesas cejas negras. El rostro les resultaba familiar por las miles de emisiones en televisión y las noticias de los periódicos: Yahya Sinwar.

El líder de Hamás en Gaza era el hombre más temido de Israel, incluso antes de ordenar el ataque de octubre en el que murieron 1.200 personas —dos tercios de ellas civiles— y 250 fueron tomadas como rehenes.

En un hebreo fluido, perfeccionado durante más de 22 años en una prisión israelí, Sinwar les aseguró que estaban a salvo y que pronto serían canjeados por prisioneros palestinos. Uno de los rehenes, Yocheved Lifshitz, un veterano activista por la paz de 85 años del kibutz de Nir Oz, no tuvo tiempo para sus muestras de preocupación por su bienestar y desafió al líder de Hamás a la cara.

“Le pregunté cómo no le daba vergüenza hacer algo así a gente que había apoyado la paz todos estos años”, declaró Lifshitz al diario Davar tras su liberación después de 16 días de cautiverio. “No contestó. Se quedó callado”.

Poco más de un año después de los ataques del 7 de octubre, Israel ha anunciado su muerte. Con todo un equipo a la caza de Sinwar, los soldados se han encontrado su cadáver. Esos soldados no estaban en la zona para llevar a cabo un asesinato selectivo y tampoco tenían información de inteligencia previa de que Sinwar estaba allí presente, informa Haaretz. Dos fuentes israelíes han informado a la cadena CNN que Sinwar fue asesinado en una operación militar rutinaria.

La caza

Un vídeo grabado por las cámaras de seguridad de Hamás más o menos a la misma hora de aquel encuentro con los rehenes el 10 de octubre y encontrado por el ejército israelí unos meses después muestra a Sinwar siguiendo a su mujer y a sus tres hijos por un estrecho túnel y desapareciendo en la oscuridad.

Ese fue el último avistamiento del hombre que desencadenó la guerra de Gaza. Según las autoridades sanitarias de Gaza, más de 42.400 palestinos, en su mayoría civiles, han muerto en una devastadora respuesta israelí que ha arrasado gran parte del territorio, expulsando de sus hogares al 90% de la población y llevando a 2,3 millones de personas al borde de la hambruna. A pesar de todo, el principal objetivo de los bombardeos israelíes ha permanecido en libertad y aparentemente indemne.

Durante todos estos meses, la caza de Sinwar ha sido una mezcla de tecnología avanzada y fuerza bruta, ya que sus perseguidores se han mostrado dispuestos a llegar a cualquier extremo, incluso a causar un número extremadamente elevado de víctimas civiles, para matar al líder de Hamás y destruir el estrecho círculo que lo rodea.

Los cazadores son un grupo de oficiales de inteligencia, unidades de operaciones especiales de las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF), ingenieros militares y expertos en vigilancia bajo el paraguas de la Agencia de Seguridad Israelí, más conocida por sus iniciales en hebreo o el acrónimo Shabak.

Personal e institucionalmente, este equipo busca la redención por los fallos de seguridad que permitieron que se produjera el asalto del 7 de octubre. Pero a pesar de su motivación, hasta ahora no habían conseguido dar con su presa.

“Si me hubieran dicho cuando empezó la guerra que más de 11 meses después seguiría vivo, me habría parecido increíble”, decía Michael Milshtein, ex jefe de la sección de asuntos palestinos de la Inteligencia Militar israelí (Aman). “Pero recuerde que Sinwar se preparó durante una década para esta ofensiva y la inteligencia de las FDI se sorprendió mucho por el tamaño y la longitud de los túneles bajo Gaza y lo sofisticados que eran”.

El Ejército de Israel calcula que hay 500 kilómetros de túneles bajo Gaza, toda una ciudad subterránea. Un segundo reto importante, según al menos algunos miembros de la defensa, es que es probable que Sinwar se haya rodeado de escudos humanos.

Ram Ben-Barak, ex subdirector del Mosad, dijo: “A causa de los rehenes, tenemos mucho cuidado con lo que hacemos. Creo que si no hubiera tales restricciones, le habríamos encontrado más fácilmente”.

Independientemente de que Sinwar tenga o no un anillo de escudos humanos a su alrededor, la posible presencia de rehenes no ha impedido a las FDI lanzar bombas de gran potencia de 900 kilos sobre presuntos escondites de Hamás. De sus dos principales objetivos de guerra, el Gobierno de Netanyahu antepone la destrucción de Hamás al rescate de los rehenes.

No faltan expertos entre los cazadores de Sinwar. A pesar de las circunstancias de la muerte de Sinwar, los asesinatos selectivos han sido una táctica fundamental del ejército israelí desde la fundación del Estado. Desde la Segunda Guerra Mundial, Israel ha asesinado a más personas que ningún otro país del mundo occidental.

Yahalom, una sección especial dentro del Cuerpo de Ingenieros de Combate, tiene más experiencia en la guerra de túneles que cualquiera de sus homólogos en los ejércitos occidentales, y tiene acceso a un radar de penetración terrestre de última generación fabricado en Estados Unidos. La unidad clandestina de inteligencia de señales 8200 es líder mundial en guerra electrónica y lleva décadas espiando las comunicaciones de Hamás.

El Shin Bet perdió muchas de sus fuentes en Gaza después de que Israel se retirara del territorio en 2005, pero trabajó duro para reconstruir su red de informadores después de que Israel lanzara su invasión terrestre el pasado octubre, reclutando entre los flujos desesperados de palestinos que huían de la embestida.

A pesar de las capacidades de este grupo de trabajo, sólo había estado a punto de atrapar a Sinwar una vez en un búnker bajo su ciudad natal de Jan Yunis a finales de enero. Sinwar había dejado ropa y más de un millón de shekels (más de 200.000 libras esterlinas) en fajos de billetes. Algunos consideraron que se trataba de una señal de pánico, aunque finalmente se estimó que el líder de Hamás se había marchado unos días antes de que las fuerzas israelíes asaltaran el búnker.

La hipótesis que manejaban los rastreadores de Sinwar es que hace tiempo que abandonó el uso de la comunicación electrónica, muy consciente de las habilidades y la tecnología que poseen sus perseguidores. Sinwar no sólo estudió hebreo en la cárcel israelí, sino también los hábitos y la cultura de su enemigo.

“Realmente entiende los instintos básicos y los sentimientos más profundos de la sociedad israelí”, dijo Milshtein, ahora en el Centro Moshe Dayan de la Universidad de Tel Aviv. “Estoy bastante seguro de que cada movimiento que hace se basa en su comprensión de Israel”.

Sinwar había seguido comunicándose con el mundo exterior, aunque con aparente dificultad. Las largas negociaciones sobre un alto el fuego en El Cairo y Doha se interrumpieron a menudo mientras se enviaban mensajes desde y hacia el comandante subterráneo. Una gran posibilidad es que Sinwar utilizase mensajeros humanos para seguir al mando, extraídos de una pequeña y menguante camarilla de ayudantes en los que confía, empezando por su hermano Mohammed, un alto mando militar en Gaza.

El equipo que perseguía a Sinwar tenía la esperanza de que la necesidad de mantener contacto con los correos, para dar órdenes y controlar las negociaciones sobre los rehenes, acabase siendo su perdición, del mismo modo que un correo condujo a los rastreadores estadounidenses durante varios años hasta el escondite de Osama bin Laden en Abbottabad (Pakistán).

Se cree que fue un mensajero quien condujo a los cazadores israelíes a su mayor cabellera de la guerra hasta el momento. A las 10.30 horas del 13 de julio, Mohammed Deif, el veterano comandante de Hamás que encabezaba la lista de los más buscados por Israel desde 1995, salió de un escondite cerca de un campo de desplazados en al-Mawasi para tomar el aire con un lugarteniente cercano, Rafa'a Salameh. En un instante, ambos murieron por las bombas lanzadas por los cazas israelíes (según la versión de las FDI) junto con decenas de palestinos. Hamás insiste en que Deif sigue vivo, pero no se le ha vuelto a ver desde entonces.

Muchos miembros de la seguridad israelí lamentaron lo que consideraron una oportunidad histórica perdida en septiembre de 2003, cuando tenían aviones preparados para bombardear una casa en la que se reunía toda la cúpula de Hamás. Tras furiosas discusiones en la cadena de mando militar, las fuerzas aéreas utilizaron un misil de precisión disparado contra la supuesta sala de reuniones, en lugar de arrasar todo el edificio con una lluvia de bombas, por temor a las víctimas civiles. Se equivocaron de sala y los dirigentes de Hamás sobrevivieron.

En julio de este año, la probabilidad de matar a un gran número de civiles ya no era un obstáculo. Para atacar a Deif, la fuerza aérea utilizó bombas de 900 kilos, las mismas que la Administración Biden había dejado de enviar en mayo debido a su fuerza destructiva indiscriminada. Al parecer, Israel lanzó ocho de ellas el 13 de julio. 90 palestinos de los alrededores murieron y casi 300 resultaron heridos.

“Parece que la fuente principal del ataque contra Mohammed Deif, la que realmente dio la información sobre su localización, fue una fuente humana: uno de esos mensajeros que van de un túnel o refugio a otro y llevan mensajes entre un comandante y otro”, dijo Milshtein.

Yossi Melman, coautor de Espías contra el Armagedón y autor de otros libros sobre la inteligencia israelí, dijo que Deif pudo haber cometido un error que Sinwar probablemente no repetiría.

“Deif quizá fue más arrogante o quizá pensó que le habían intentado matar tantas veces, que quizá Dios estaba con él”, dice Melman. “El Shabak y el ejército estaban esperando esta oportunidad. Todos estos asesinatos selectivos consisten en esperar un pequeño error de la otra parte. Pero Sinwar es más cauto. No es un comandante militar que se haya mostrado entre su gente”.

Se había dicho incluso que era posible que Sinwar estuviese al otro lado de la frontera, escondido en un túnel en el lado egipcio de la frontera de Rafah. Pero “está en su ADN básico permanecer en Gaza y luchar hasta la muerte. Preferirá morir en su búnker”, dice Milshtein.

La muerte de Sinwar es sin duda celebrada como un gran éxito militar por el gobierno de Benjamín Netanyahu, que ha hecho de la destrucción de las “capacidades militares y de gobierno” de Hamás un objetivo de guerra primordial. Otra cuestión es si detendría la guerra.

“La situación será mucho mejor, quizá durante un par de semanas”, decía Ben-Barak. “Después vendrá otro. Es una guerra ideológica, no una guerra sobre Sinwar”.

“Después de casi 50 años de asesinatos, entendemos que es una parte básica del juego. A veces es necesario asesinar a un líder muy destacado. Pero cuando se empieza a pensar que eso cambiará las reglas del juego y que una organización ideológica se derrumbará porque se mate a uno de sus líderes, es un error total”, explica Milshtein.

“Si Sinwar es asesinado, habrá alguien más... No se puede crear una fantasía. Eso no acabará con la guerra”.

Este artículo fue publicado el 14 de septiembre de 2024 y ha sido actualizado por elDiario.es.

Traducción de Javier Biosca

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