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The Guardian en español

Esta es la historia de los árboles resistentes que reforestan el Amazonas

Mineros deforestan 1.700 hectáreas de la Amazonia peruana entre enero y junio

Dan Collyns

Madre de Dios —

Un vuelo sobre el río Tambopata en un turbopropulsor monomotor Cessna muestra un panorama desolador. Los ríos de la selva se abren en un delta de dunas de arena y de agua turbia y estancada. En este encharcado paisaje salpicado de techos de chapa ondulada, las excavadoras, que a esa distancia tienen el tamaño de una hormiga, trabajan sin parar entre los caminos de barro.

Con el rugido de las hélices de fondo, Cesar Ascorra nos muestra entusiasmado un conjunto de árboles que ha plantado en la arena. Están todos ordenados; parece un estampado de topos. La zona que cubren es mínima comparada con la extensión destruida por los mineros ilegales de oro.

“Es un primer paso”, indica Ascorra: “Hemos conseguido reforestar 42 hectáreas de tierra que había quedado destruida por la minería de oro”.

De hecho, la extensión reforestada no deja de ser un grano de arena en un desierto de destrucción. En esta región del sureste de Perú, el año pasado la deforestación fue peor que nunca: 9.860 hectáreas o el 38% del total. Según CINCIA Amazon, una institución que investiga el Amazonas, desde 1985, la minería descontrolada ha destruido casi 100.000 hectáreas de selva tropical.

Lo cierto es que el daño va mucho más allá de los árboles destruidos. Según varios estudios del Consejo del Oro Artesanal de Perú, todos los años se vierten unas 180 toneladas de mercurio en los ríos, lagos y suelos de este símbolo de biodiversidad, que el Papa Francisco visitó en enero.

Como parte del experimento de reforestación, los científicos están probando especies de árboles que pueden sobrevivir en la arena que deja la minería. También están utilizando compost de biocarbono, hecho de cáscaras de castaña de Brasil de cultivo local, para evitar que el suelo absorba el mercurio y lo pase a los árboles, y para regenerar la capa superior del suelo.

Entre los árboles jóvenes plantados destaca el imponente shihuahuaco, que podría llegar a ser uno de los árboles más altos del bosque y es el lugar preferido del águila arpía, una especia muy inusual, para anidar.

Miles Silman, director del Wake Forest Centre for Energy, Environment and Sustainability (Centro Wake Forest para la Energía, el Medio Ambiente y la Sostenibilidad), que colabora con CINCIA, indica que este es, de lejos, el mayor intento de reforestación en tierras minadas en las llanuras del trópico.

La práctica no se limita a Perú, sino que es común en los bosques de Brasil, Colombia y cada vez más en Venezuela; en este último caso, debido a la crisis económica que atraviesa el país.

“La minería supone el uso más destructivo de la tierra que te puedas imaginar, exceptuando la destrucción nuclear”, explica a The Guardian: “Sin embargo, en algunos casos estamos ante una tragedia que no tiene vuelta atrás mientras que en otros todavía hay la posibilidad de que esa tierra pueda recuperarse y usarse en el futuro”.

En esta etapa experimental, los científicos están “buscando métodos y tecnologías para abordar el problema a mayor escala”, explica. El siguiente paso es trabajar con los mineros y las comunidades para “ponerlos en práctica de forma masiva”.

La fiebre del oro, que estalló tras la crisis económica mundial de 2008 y el vertiginoso aumento de los precios del metal, ha conllevado a que decenas de miles de migrantes procedentes de las regiones andinas pobres cercanas hayan llegado a la selva en busca de fortuna.

El uso de mercurio es una práctica común pero ha sido posible convencer a algunos mineros para que utilicen una nueva tecnología que separa por gravedad y evita el uso del metal pesado tóxico.

“Con este método, consiguen más oro”, afirma Walter Torres, ingeniero del Instituto Peruano de Innovación y Tecnología CITE, en Madre de Dios. “En la actualidad (los mineros) obtienen cerca del 50% y con estas tecnología pueden aumentar su rendimiento al 80%. Está garantizado”.

El corredor minero se extiende como una herida a lo largo de la cuenca del río Madre de Dios, y ahora ya ha crecido hasta otros ríos. Todavía hay provincias que no se han visto afectadas por la minería, como Tahuamanu, situada entre Perú, Bolivia y Brasil, que se ha convertido en un modelo de silvicultura sostenible.

Nelson Kroll, gerente de Maderacre, que tiene una concesión de 220.000 hectáreas para el suministro de madera sostenible, indica que alrededor del 70% de la provincia está dominada por operaciones madereras aprobadas por el Consejo de Gestión Forestal.

“La ciencia y la tecnología marcan el camino a seguir”, puntualiza Kurt Holle, el nuevo director de WWF Perú que durante dos décadas dirigió Rainforest Expeditions, una empresa de ecoturismo en Madre de Dios.

“Tenemos que educar a los ciudadanos para que quieran hacer lo que es mejor para la naturaleza, en vez de sentirse obligados a hacerlo”, señala. En este sentido, explica su experiencia pasada para involucrar a una comunidad indígena en el ecoturismo y así conseguir mitigar las prácticas de minería ilegal.

El atractivo de la minería es que promete un enriquecimiento rápido y parecería que contra esto no se puede luchar. Sin embargo, algunos lugareños se esfuerzan por conseguir que la región sea sostenible a largo plazo.

“Acercamos la ciencia a las personas para ayudarles a abordar los problemas del día a día”, indica Ascorra. “Todavía hay zona verde y verde es el color de la esperanza”.

Este artículo integra una serie de reportajes sobre posibles soluciones a los problemas más estructurales del mundo, ¿qué más deberíamos cubrir? Escríbenos a theupside@theguardian.com

Traducido por Emma Reverter

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