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The Guardian en español

El “hombre que susurra a las bicicletas” robadas de Islandia, las encuentra y se gana a los ladrones

Bjartmar Leósson, tras encontrar su bicicleta robada.

Miranda Bryant

Estocolmo —

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Todo comenzó en 2019, cuando Bjartmar Leósson empezó a ver un aumento en el robo de bicicletas en Reikiavik. En lugar de aceptar que, una vez robada, la bicicleta había desaparecido para siempre, este conductor de autobús y confeso “friqui de las bicicletas” decidió empezar a rastrearlas y devolverlas a sus legítimos propietarios.

Cuatro años y, según sus cálculos, cientos de bicicletas recuperadas después, este hombre de 44 años se ha labrado una reputación en la capital islandesa entre ciclistas y potenciales ladrones. Conocido como el “hombre que susurra a las bicicletas” de Reikiavik, la gente de la ciudad acude a él para que los ayude a encontrar sus bicicletas, herramientas e incluso coches desaparecidos. Dice que, a menudo, quienes se llevan las bicis las entregan sin que se las pida y que algunos antiguos ladrones han empezado a ayudarlo.

“Es como una pequeña bola de nieve que ha crecido muy rápido”, dice Leósson, al que también llaman “el policía de las bicis”, “el cura de las bicis” y “Jesús de las bicis”.

Ahora, cuando alguien pierde su bicicleta, puede localizarla en apenas 48 horas en el grupo de Facebook creado por Leósson, Hjóladót ofl. tapað fundið eða stolið (Cosas de bicicletas, etc. perdidas, encontradas o robadas), en el que cada pocas horas se publican objetos perdidos y encontrados y que cuenta con más de 14.500 miembros.

“No soy solo yo”, dice. “Muchas veces alguien ve una bici escondida en un arbusto, hace una foto y después otra persona comenta: ‘Oye, esa es mi bici’. Así que todo el mundo está pendiente”.

Un medio de transporte en auge

Aunque no goza de renombre mundial como ciudad ciclista, en Reikiavik, que tiene una población de 139.875 habitantes, el transporte sobre dos ruedas está en auge. Mediante su nuevo sistema de carriles bici, la ciudad aspira a aumentar el porcentaje de desplazamientos en bicicleta hasta al menos el 10% de todos los trayectos de 2025.

Según las estadísticas policiales, en los últimos tres años se ha producido un descenso constante de los robos de bicicletas en la ciudad, que han pasado de 569 en 2021 a 508 al año siguiente y a 404 en los 11 primeros meses de 2023.

“Bjartmar Leósson está haciendo un gran trabajo encontrando y recolectando bicicletas que han sido robadas”, dice el jefe de la policía de Reikiavik, Guðmundur Pétur Guðmundsson. “La policía suele guiar a las víctimas de robos a varios grupos de venta y a su grupo [de Facebook] para aumentar la probabilidad de encontrar la bici de nuevo”. Guðmundsson añade que todas las denuncias de robo de bicicletas son investigadas.

Del enfado a la acción

Aunque ahora la labor de investigación de Leósson es altruista, al principio el enfado fue un fuerte factor que lo impulsó. Empezó a llevar bicicletas a la policía tras ver fuera de un albergue para personas sin hogar lo que, según creía, eran objetos robados. Admite que se enfrentaba y discutía con las personas que creía responsables. Ahora, empatiza con ellas.

“La situación me sorprendió mucho y me enfadé”, dice. “Un montón de bicicletas fuera del albergue, un coche de policía pasando, nadie haciendo nada. Estaba muy enfadado, ellos estaban enfadados; al principio fue muy duro. Pero luego empecé a pensar: vale, no importa, puedo gritar hasta desgañitarme, pero nada va a cambiar. Así que decidí intentar ser sincero con ellos y simplemente hablar con ellos”.

A partir de ese momento, la dinámica cambió. Empezó a hacerse amigo de los residentes del albergue, algunos de los cuales empezaron a ayudarlo a localizar bicicletas. Ayudó a algunos de ellos a entrar en rehabilitación, dice, y el impacto en el propio Leósson fue tal que le cambió la vida.

Ahora, cuando le roban la bicicleta a alguien, la policía dirige al damnificado al grupo de Facebook de Leósson. Cuando se ofrece una recompensa, Leósson se la da a las personas que viven en el albergue. Dice que ahora ve que el problema del robo de bicicletas suele estar motivado por las adicciones, a las que contribuyen las largas listas de espera para rehabilitación y los cierres durante el verano.

Una pasión

Su pasión por las bicicletas empezó cuando era pequeño y montaba por la calle en su primer triciclo. De adolescente empezó a correr en bicicleta de montaña y a interesarse por las bicicletas antiguas.

Dice que la primera vez que le robaron una bici se sintió como si alguien le hubiera “dado un puñetazo en el estómago”. Pero también recuerda que pensó que no se trataba de un misterio irresoluble. “Pensé: Vale, tu bici está por ahí, es una aguja en un pajar... pero este pajar no es tan grande, esto es Reikiavik. Y decidí: ‘Voy a encontrar mi bici’”, dice.

Puso notas en las puertas de los vecinos y al poco tiempo obtuvo la descripción de una persona que se creía que había sido vista con su bici en el centro de la ciudad. “Todos los días pensaba: hoy es un buen día para encontrar mi bicicleta”. Un día vio a alguien con ella, lo paró y el hombre se la devolvió.

Pero su forma de actuar desde entonces —cuando era “testarudo y quizá un poco gritón”— ha cambiado radicalmente. “Ahora, cuando veo a estos tipos con una bici robada, simplemente hablo con ellos de forma pacífica y tranquila. El otro día hablé con uno de ellos y ni siquiera mencioné la bici, básicamente le dije ‘cuéntame tu historia’”, dice. Al final de la conversación, el hombre le entregó la bicicleta.

Si bien el uso de bicicletas en la ciudad va en aumento, el robo de las mismas puede disuadir a la gente de optar por ellas en lugar del transporte público por miedo a dejarlas fuera atadas con candado, y puede hacer que dejen de utilizarlas por completo. “Algunas personas han cambiado el coche por la bicicleta y, cuando se la roban y la policía parece no hacer nada al respecto, vuelven al coche”.

Traducción de Julián Cnochaert.

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