Han pasado 2.000 años desde que los romanos se reunieran en el Circo Máximo para contemplar a las cuadrigas bramando alrededor de la pista. Pero, el pasado sábado, una nueva batalla fue rescatada de la antigüedad. Con pancartas en lo alto que rezaban “Defendemos a nuestros hijos” y “La familia se basa en el matrimonio entre un hombre y una mujer”, cientos de miles de personas se reunieron por “El día de la familia” en protesta ante un proyecto de ley que legaliza las uniones entre parejas del mismo sexo.
“Tenemos muchos nietos; su futuro está destruido si el matrimonio se destruye”, dice Ida. “Los niños tienen el derecho de tener un padre y una madre. Para crecer de una forma saludable, necesitan una figura masculina y femenina”. La ley, que está siendo debatida con intensidad en el Senado, tiene por objeto garantizar derechos jurídicos para las parejas homosexuales por primera vez en Italia. Entre las cláusulas se encuentran las uniones civiles, el derecho a heredar la pensión de sus parejas y un controvertido artículo sobre la “adopción de un hijastro”, que permitirá legalmente que un niño tenga padres del mismo sexo en el caso de que una persona homosexual adopte al hijo biológico de su pareja.
Las concentraciones en Roma tuvieron un trasfondo tanto patriótico como religioso. Se vendían banderas italianas y ondeaban las pancartas religiosas mientras curas y monjas caminaban entre la multitud. “Creo en el cristianismo y en los valores familiares. Nuestros hijos no están en venta”, declaraba Gianluca, un participante de la manifestación.
Los organizadores estiman que dos millones de personas asistieron a las protestas, una cifra que no ha podido ser corroborada de momento por la policía italiana. Los jóvenes voluntarios se ofrecieron a ayudar y numerosas familias desplegaron manteles de picnic y sillas de camping en la hierba. No es coincidencia que, mientras se han garantizado derechos a las parejas del mismo sexo en otros países con mayoría católica, como España e Irlanda, el hogar del Vaticano continúe siendo el último país en Europa Occidental que no ofrece derechos a los homosexuales.
El referéndum irlandés para legalizar el matrimonio homosexual, celebrado el pasado año, fue calificado como “fracaso para la humanidad” por el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano. El nuevo proyecto representa un tremendo desafío a las autoridades de la Iglesia católica en un momento en el que su influencia sobre la política italiana y la sociedad está disminuyendo. La causa ha movilizado también a conservadores de todos los partidos, que argumentan que la ley traiciona a la “familia natural” y a la Constitución italiana.
“En Italia, el Tribunal Constitucional proclama que el matrimonio es solo entre un hombre y una mujer. Esta ley es un fraude, porque requiere cambiar la Constitución”, dice Gianfranco Amato, uno de los organizadores de la protesta. De hecho, la Constitución italiana se refiere a “cónyuges” sin especificar el género, aunque el tribunal estipuló en 2010 que prohibir las uniones entre personas del mismo sexo no viola los derechos constitucionales de los ciudadanos. Mientras que el proyecto de ley no menciona en ningún momento la palabra “matrimonio”, otro organizador de la movilización, Toni Brandi, defiende que las uniones entre homosexuales son un “ataque directo” a la tradición del matrimonio.
El Papa, en contra del matrimonio 'que no quería Dios'
Los manifestantes han aguardado a las declaraciones del Papa Francisco con entusiasmo, que no ha emitido un comentario acerca de la ley pero ha dejado claro su punto de vista sobre el asunto. “No puede haber confusión entre la familia que quería Dios y cualquier otro tipo de unión”, manifestó el pasado mes.
Aquellos en contra de la ley han encontrado un respaldo fantástico en la figura del cardenal Angelo Bagnasco, presidente de la conferencia italiana de los obispos, que ratificó que tener hijos no debía ser un derecho. “Los niños tienen el derecho de crecer con una madre y un padre. La familia es un hecho antropológico, no ideológico”, añadió.
Pero la influencia de la Iglesia es marcadamente más débil que en 2007, cuando triunfó la campaña política en contra del proyecto de ley por el matrimonio homosexual. Los organizadores de “El día de la familia” se han esforzado en remarcar que el evento ha sido impulsado por los ciudadanos, no por la Iglesia, y han destacado que entre los manifestantes se encontraban también laicos y musulmanes.
Cuando los senadores comenzaron a debatir el proyecto en la mañana del martes, una densa columna de humo sobre Roma hacía desaparecer la basílica de San Pedro de las panorámicas. Pero Alessia Crocini, que tiene un hijo con su pareja Chiara, afirma que la fortaleza de la oposición de la Iglesia continúa siendo palpable en la Ciudad Eterna. “Somos un símbolo, el último reducto. Es como si la Iglesia fuese a colapsar [si la ley sigue adelante], el Vaticano fuese a caer y San Pedro a desmoronarse”, expone. “Así que es una resistencia muy potente”.
El proyecto de ley italiano llega seis años después de que Argentina -donde el Papa fue arzobispo de Buenos Aires- legalizase los matrimonios entre personas del mismo sexo. El cardenal Jorge Mario Bergoglio, como era entonces conocido el Papa, se opuso abiertamente a la ley, aunque los activistas se apoyen en que el pontífice admitió su apoyo en secreto a las uniones del mismo sexo.
El alcance de la ley: de la Iglesia a los negocios
Más allá de la Iglesia, el debate ha alcanzado el sector empresarial en Italia con la compañía de trenes Italo ofreciendo un 30% de descuento a los pasajeros que se dirigiesen al “Día de la familia”. La firma se ha defendido en que los motivos de la decisión eran “puramente comerciales”. No es una estrategia sin precedentes pues, en 2013, el presidente de la empresa de pasta Barilla advirtió que nunca utilizaría a una pareja homosexual en sus anuncios. Si a los compradores no les gusta su enfoque, pueden comprar otra marca de pasta, añadió Guido Barilla.
Pero también hay señales de esta corriente de cambio. La presión pública hizo que Barilla emitiese una disculpa, mientras que la firma de moda D&G se enfrentaba a un boicot después de que los diseñadores Domenico Dolce y Stefano Gabbana criticasen a las familias formadas por personas del mismo sexo. El sábado, estos mismos diseñadores lanzaron una nueva linea de bolsos y camisetas homenajeando a las parejas homosexuales.
En política, el principal opositor de la ley ha sido el ministro del Interior, Angelino Alfano, un antiguo pupilo de Silvio Berlusconi, que ha declarado recientemente que la adopción de los hijastros amenaza con fomentar el “repugnante e ilícito negocio” de la maternidad de alquiler en Italia. Alfano forma parte de una difícil coalición con el primer ministro de izquierdas, Matteo Renzi, que ha urgido a los legisladores a retirar el proyecto de ley.
“La sociedad y la gente está mucho más avanzada que los políticos”, afirma Crocini. “Ante este tipo de situaciones sociales nunca obtenemos malas reacciones, estamos ofendidos o sufrimos discriminación”. Los políticos locales están tomando los pasos más valientes, con alcaldes desafiando la prohibición de algunos matrimonios a través de la inclusión de sociedades homosexuales contratadas desde el extranjero en el registro de los ayuntamientos. Esta actuación ha sido tildada de ilegal pero, sin embargo, estimula el debate y muestra a una sociedad preparada para el cambio.
Europa apoya ahora después de diez años
“El día de la familia” ha demostrado sin duda que existe una oposición, pero las protestas se organizaron una semana después de la manifestación “¡Despierta Italia!”, que reunió a los defensores de los derechos para los homosexuales en más de 100 plazas italianas. Y mientras el motor que impulsó los matrimonios del mismo sexo en el Parlamento fracasó hace casi diez años, los activistas ahora tienen el apoyo del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. El año pasado, falló en favor de tres parejas homosexuales que declararon que Italia violaba sus derechos al no darles reconocimiento legal y forzarles a tener vidas paralelas.
Crocini reconoce que su “vida es complicada” desde que necesita un documento firmado por Chiara para recoger a su bebé, Levon, de la guardería. “Según la ley, Levon solo tiene una madre -Chiara-, así que es el hijo de alguien que casualmente vive con otra persona”, explica.
Se ha ofrecido la opción de que Renzi se comprometa con la ley, si se salta la clausula de la adopción de hijastros para incitar a la sociedad civil a apoyarla, pero Crocini y otros miembros de grupos LGBT han dicho que eso sería un completo fracaso. “Nuestra principal esperanza es que la ley se apruebe [sin cambios], lo que sería un pequeño paso por ahora, pero el primero hacia la igualdad”, manifiesta Crocini. Aquellos que apoyan el proyecto de ley se han prometido a seguir luchando hasta conseguir todos los derechos para el matrimonio. Se enfrentan a una dura batalla. Por su parte, los conservadores se han comprometido a recoger 500.000 firmas para conseguir un referéndum si las propuestas actuales son aprobadas.
“Hoy en día, las parejas homosexuales tienen todos los derechos en Italia”, dice Amato, defendiendo que el proyecto de ley es una mera distracción ante asuntos más serios. “Como si Italia no tuviese problemas de paro, el ISIS o el orden público. El país está lleno de problemas y el Parlamento se pone a hablar de adopciones. Es absurdo”.
Traducción de: Mónica Zas