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The Guardian en español

Joe Biden, el tipo sencillo que aspira a enfrentarse a Trump en 2020

Biden en la Casa Blanca en su época de vicepresidente de Obama.

David Smith

Washington —

Entre las personas que recientemente han pasado por el rancho del senador John McCain en Arizona se encuentra Joe Biden (vicepresidente de Estados Unidos durante los dos mandatos de Obama). Según explicó Biden a The New York Times, el senador republicano, que tiene un tumor cerebral maligno muy agresivo, le pidió que “no tire la toalla” en política. No se necesita mucha imaginación para entender que se trata de un espaldarazo para que se presente como candidato en las siguientes elecciones.

Biden quiere ocupar la Casa Blanca; también tiene el pedigrí y la pasión necesarias. El viernes, indignado por una información según la cual un asesor de la Casa Blanca había quitado importancia a un comentario de McCain con la coletilla “de todas formas, es alguien que se está muriendo”, el demócrata de 75 años afirmó que la Administración de Trump había tocado fondo y que ya no podía caer más bajo.

Esta afirmación es la última muestra de que Biden está deseando una pelea con Donald Trump. A diferencia de Barack Obama, que ha mantenido una calma zen mientras Trump convertía su legado en cenizas, Biden no ha esquivado la confrontación y ha criticado duramente las decisiones políticas y el comportamiento del presidente. De hecho, ha insinuado que le gustaría “pelear a muerte con Trump” por sus burdos comentarios sobre las mujeres.

Lo cierto es que las de 2020 serán unas de las primarias demócratas más competitivas y con más candidatos de los últimos años. La amplia gama de posibles candidatos se hizo evidente el martes en un acto organizado por el Centro para el Progreso de Estados Unidos en Washington, en el que participaron varios potenciales aspirantes, como los senadores Cory Booker, Sherrod Brown, Kirsten Gillibrand, Amy Klobuchar, Chris Murphy, Bernie Sanders y Elizabeth Warren, así como el exsecretario de Vivienda Julián Castro y el alcalde de Nueva York, Bill de Blasio.

“Hay tres posibles vías”, dice Bill Galston, exasesor político de Bill Clinton. “En la primera calle está el estilo Bernie, por el que podría presentarse Bernie Sanders. En la segunda están los que piensan que ese no debería ser el camino del Partido Demócrata y que optan por ser la vía reformista del siglo XXI. La tercera calle la ocupa Biden. Sin duda se trata de un candidato sui generis. Si los demócratas quieren un candidato conciliador que no provoque luchas intestinas, entonces estamos ante un candidato potente. Sin embargo, en el pasado no ha terminado de dar la talla como candidato presidencial”.

La muerte de su hijo frenó su candidatura

Biden no llegó a convertirse en candidato presidencial en las elecciones de 1988 y de 2008. En 2016, y tras la muerte de su hijo Beau, optó por no presentarse. Sin embargo, no ha descartado presentarse en las de 2020. Publicó el libro Promise Me, Dad (prométemelo, papá), y lo ha estado presentando a lo largo y ancho del país en una gira mucho más extensa de lo que estaba previsto.

Esta semana, en un acto organizado por su fundación y la Brookings Institution, mostró su indignación por la difícil situación de la clase media, presentó lo que parece un manifiesto en potencia y se salió del guión en numerosas ocasiones para conseguir más dramatismo.

“Quiero a Bernie pero yo no soy Bernie Sanders”, dijo. “No creo que Estados Unidos esté en apuros por culpa de 500 multimillonarios… no veo tal concentración de riqueza. Los más ricos no son los malos. Tengo problemas cada vez que afirmo ante los miembros de mi partido que los estadounidenses ricos son tan patriotas como los pobres. No he encontrado ninguna diferencia entre ambos. Realmente, no la he encontrado”.

Tras estas palabras y en lo que para muchos sería una contradicción, añadió que “la brecha entre ricos y pobres no se reduce. Está abierta y nos separa. Conocemos las consecuencias políticas. El país no lo va a tolerar indefinidamente, así que tenemos que abordar una reforma fiscal. En estos momentos, los impuestos favorecen a los más ricos. Benefician de forma desproporcionada a los inversores en detrimento de los trabajadores y los presupuestos están plagados de gastos que no benefician a la sociedad”.

Un político de centro y de larga trayectoria

Esta paradoja pone de manifiesto el dilema de Biden, o la oportunidad que se le presenta. Por otro lado, es un político de centro y tras una trayectoria de 36 años como senador y ocho como vicepresidente de Estados Unidos nadie se atrevería a definirlo como un outsider de fuera de la política. También lo critican por sus vínculos con el sector financiero, muy presente en su Estado, Delaware.

Un informe que publicó el New York Times hace tres años ya señalaba que en 2005 Biden presentó un proyecto de ley que habría dificultado a los consumidores solicitar la protección frente a la insolvencia. Obama votó en contra. Los ejecutivos y empleados de la empresa emisora de tarjetas de crédito MBNA donaron unos 200.000 dólares a las campañas de Biden.

Pese a ello, a medida que los demócratas viran a la izquierda en temas como la atención sanitaria, Biden podría tratar de aprovechar el populismo económico que impulsó a Sanders y que permitió a este convertirse en una amenaza real para Hillary Clinton en 2016. Muchos expertos creen que tal vez a Biden le habría ido mejor que a Clinton y que podría haber atraído el voto de la clase trabajadora y neutralizado a Trump en los estados decisivos de Michigan, Pensilvania y Wisconsin.

Durante su discurso en Brookings, Biden demostró cómo podría intentar jugar en ambos bandos. Al hablar de sus orígenes, señaló que “si escuchas a Barack, pensarás que salí de una mina de carbón de Scranton (una localidad de Pensilvania) con el almuerzo en la mano”. Provocó las risas de los asistentes. “No es verdad”, puntualizó. En realidad, su padre trabajaba en una oficina, era un vendedor que se mudó para que su familia pudiera tener una vida mejor.

Biden se presentó como un tipo normal y corriente. Explicó que cuando sus tres hijos terminaron la universidad, debían dinero al banco (cantidades de seis cifras a pesar de que trabajaron unas 30 horas semanales y que contaron con el apoyo económico de sus padres). Se distanció de los comités de acción política (grupos que apoyan a candidatos gracias a aportaciones millonarias de los que más tienen) y de las intrigas económicas entre la clase política.

“Tal vez recuerden”, indicó, “que cuando acepté la vicepresidencia e informé sobre mi situación económica, el Washington Post señaló en su portada que probablemente yo era el político que había llegado a la vicepresidencia de Estados Unidos con menos activos financieros”.

“Tenía un patrimonio neto de entre 50.000 y 150.000 dólares. Cuando terminé mi carrera después de 44 años en política mi patrimonio seguía siendo el mismo porque nunca he comprado una acción o un bono por miedo a tener un conflicto, nunca he invertido en un negocio, ni siquiera uno legal o apropiado, y nunca aceptaría que alguien me pagara por mis servicios. Así que tengo este dudoso honor (de ser uno de los políticos con menos dinero), pero también he podido ser independiente durante toda mi carrera”.

Su estrategia política es una mezcla de pragmatismo y progresismo. Quiere una reforma fiscal que termine con los beneficios de los inversores en detrimento de los trabajadores y que se cree una universidad gratuita con el dinero procedente de eliminar los beneficios fiscales que obtienen los herederos al reducir los impuestos sobre las plusvalías que pagan por los activos heredados.

“Las universidades públicas deberían ser gratuitas”, afirmó, parafraseando a Sanders. “Nos lo podemos permitir”.

Biden también exige que se eliminen las barreras que dificultan que los trabajadores puedan tener una remuneración justa: “Denme un argumento económico de por qué un tipo que prepara bocadillos tiene que firmar una cláusula de no competencia”.

Asimismo propone que se reconstruyan las infraestructuras del país. “Me metí en problemas como vicepresidente cuando aterricé en La Guardia (Nueva York) y dije que era un aeropuerto del Tercer Mundo”. También defiende un sistema que promueva la inversión, la innovación y el espíritu empresarial en otras ciudades y localidades que no sean las más conocidas.

Tampoco está dispuesto a seguirle el juego a Trump. “Pisamos un terreno muy fértil para que florezca un falso populismo y como diría mi amigo John McCain se trata de populismo de falso”, afirmó Biden, mordaz y campechano. “Abonan el terreno para el abuso de poder”.

La audacia del sobón

A pesar de todos sus intentos por agradar a unos y a otros y de sus ideas progresistas sobre el aborto y los matrimonios, tiene elementos en contra. Su edad, su relación con el establishment del partido, como le pasó a Hillary Clinton, y numerosos vídeos en los que se le ve tocando a mujeres, que el programa Daily Show de Comedy Central apodó “la audacia del sobón”, se alejan de la imagen que el partido quiere proyectar, incluso cuando Trump ha sido acusado de cosas peores.

Henry Olsen, investigador del Centro de Ética y Políticas Públicas y autor de The Working Class Republican (el republicano de clase trabajadora), recuerda que “estamos en la era MeToo”. “Biden tiene la reputación de ser más sobón de lo que es socialmente apropiado. El ala feminista del partido demócrata ha ganado fuerza tras las acusaciones de comportamiento sexual inapropiado contra Trump”.

“Joe Biden hace décadas que quiere ser presidente”, explica Olsen. “Me sorprendería que en las próximas elecciones no lo intentara. Es su última oportunidad. En las encuestas de la última vez que se presentó, atraía al sector más conservador del Partido Demócrata y esto no va a cambiar. Los más progresistas no van a pensar que ahora Joe es su hombre. Esto significa que lo apoya el sector más débil del partido”.

Es posible que Biden tenga que enfrentarse en unas primarias demócratas contra Kamala Harris, Bernie Sanders y otros senadores, el ex fiscal general Eric Holder, el exgobernador de Virginia Terry McAuliffe, el exalcalde de Nueva Orleáns Mitch Landrieu y el alcalde de Los Ángeles Eric Garcetti. Pese a ello, Bob Shrum, estratega demócrata y asesor principal de campañas presidenciales anteriores, afirma que “Joe Biden es el candidato con más posibilidades. Tiene el apoyo más amplio del partido. Puede hablar en todas las circunscripciones y es muy querido. Eso es importante”.

Traducido por Emma Reverter

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