López Obrador tiene más cerca que nunca ser el próximo presidente de México
Hace más de tres décadas que Teresa Jaber entró en una reunión política clandestina en esta sofocante ciudad del sureste del país para escuchar hablar sobre la revolución al hombre que se haría conocido como 'Amlo'. “Recuerdo que dijo: ‘Este país no puede seguir siendo la propiedad privada de cuatro o cinco personas’”, dice Jaber, recordando aquella reunión en 1987, tras la cual se apuntó sin dudarlo a la causa.
Antes de enviar a sus seguidores a correr la voz, Jaber recuerda que aquella noche Amlo hizo una predicción final. “Voy a ser presidente de México”, les dijo. Treinta y un años más tarde, parece que tenía algo de razón. De cara a las elecciones presidenciales de México el próximo 1 de julio, Amlo –Andrés Manuel López Obrador, que es su nombre completo– se presenta como favorito.
Los sondeos dan a este hombre de izquierdas de 64 años –cuya coalición lleva el nombre Juntos Haremos Historia– una considerable ventaja por delante del que le sigue en intención de voto, Ricardo Anaya, un abogado de 39 años, del Partido de Acción Nacional (PAN) que encabeza una coalición de derechas e izquierdas. El poco inspirador candidato del partido en el Gobierno, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), José Antonio Meade, ha quedado queda muy lejos en el tercer lugar.
Durante la campaña, Amlo, que es amigo de Jeremy Corbyn y su esposa mexicana, Laura Álvarez, ha prometido recuperar el control de la industria petrolera, estudiar una amnistía para aquellos involucrados en la devastadora guerra del narcotráfico en México, y desafiar a las poderosas mafias criminales del país.
Este último mensaje ha recibido apoyo generalizado en un país escandalizado y desmoralizado por los impresionantes escándalos de corrupción que involucran a la élite gobernante. “López Obrador es la única opción”, dice Margarita García Rodriguez, ama de casa y madre de tres niños, durante un mitin reciente de Amlo en uno de los barrios industriales que rodean la Ciudad de México. “Si él no puede ayudarnos, ningún otro podrá. Todo el sistema va a colapsar”.
La idea de una presidencia de seis años de Amlo horroriza a sus críticos y enemigos que lo pintan como un autoritario y un “mesías tropical” al estilo de Hugo Chávez, y advierten de que sus anticuadas políticas podrían arruinar la economía de México.
“Él cree en un nacionalismo anticuado. Un estatismo anticuado. Un proteccionismo anticuado. Subsidios anticuados de forma generalizada”, afirma Jorge Castañeda, uno de los dos jefes de campaña de Anaya y exministro de Asuntos Exteriores de México.
“¿Es este hombre lo suficientemente pragmático e inteligente para comprender que no puede hacer todas esas cosas? Sí. ¿Pero qué haría si tuviera la posibilidad?”.
Amlo ha intentado aplacar estos temores nombrando un equipo de expertos de alto nivel como su gabinete y ha prometido a los empresarios que “no habrá expropiaciones ni nacionalizaciones” si él gana.
Niega que vaya a arrastrar al pasado a la segunda economía mayor de América Latina. “Si este horror que estamos viviendo es lo que nos depara el futuro, prefiero el pasado”, aseguró Amlo hace poco en un mitin.
Pero a medida que se acerca la fecha de las elecciones, la apuesta mexicana por el voto del miedo intensifica sus operaciones en un intento desesperado de detener el ascenso de Amlo al poder.
“Este tío es la opción equivocada para México. Está cansado, está mayor, es obsoleto. Está rodeado de locos y tiene ideas anticuadas”, señala Castañeda, una figura clave en la campaña a menudo de aires apocalípticos que busca dañar la campaña de Amlo. “La gente no va a sus mitines ni lo escucha porque hable inteligentemente ni elocuentemente ni con carisma. Van por lo que él representa: el fin del sistema”.
Para muchos, representa la esperanza
La historia de Amlo comienza en el pueblo de Tepetitán, en el Estado de Tabasco, donde nació en noviembre de 1953, el mayor de siete hijos. Hoy, un busto del hijo más famoso del pueblo marca una de sus casas de la infancia, con una placa que lo declara “El rostro de la esperanza”.
Apodado “El Peje” por el pejelagarto, un pez peleón, Amlo pasó su primera juventud jugando al béisbol y trabajando en la tienda de ropa de su padre, junto a su hermano José Ramón, que murió años después al dispararse accidentalmente con un revólver.
Se volvió activo políticamente en los años 70, cuando se mudó a Nacajuca, una región al norte de Villahermosa, capital de Tabasco y hogar de la etnia chontal, donde trabajó como representante local del Instituto Nacional Indigenista.
“López Obrador se metió en ese papel como si fuera su destino, con un espíritu misionero”, escribe José Agustín Ortiz Pinchetti en una nueva y favorecedora biografía de su amigo llamada Amlo: con los pies en la tierra. “Se fue a vivir a una chabola, igual que las que habitaban las familias indígenas”.
Pinchetti recuerda que durante los seis años que Amlo pasó en la empobrecida región, él y su familia dormían en hamacas y soportaron “temperatura africanas de más de 40 grados” con nada más que un ventilador para refrescarse. Fue una experiencia que encendió un “fuego interior” en el joven tabasqueño y que le decidió a ver a México gobernado para la mayoría y no para unos pocos.
Además, Amlo obtuvo un considerable grupo de seguidores de base. “Le creemos todo lo que diga. Lo que dice, lo cumple. Es un hombre de palabra,” dice Glenda Jasso Aquino, una mujer chontal que conoció al candidato presidencial en aquella época. “Es más que un hombre. Va a ser presidente para ayudar a la gente, a la tierra y al campo.”
Jasso recuerda a Amlo arremetiendo contra la empresa petrolera estatal mexicana, Pemex, montando acampadas de protesta frente a las oficinas para obligar a la empresa a pagar a las comunidades indígenas y a los campesinos compensaciones por las tierras que habían sido contaminadas. “Amlo fue la única persona que alzó la voz”, aseguró.
El camino político de Amlo lo llevó de Tabasco a la capital del país. En 2000 fue elegido alcalde de la Ciudad de México, prometiendo “poner a los pobres en primer lugar, por el bienestar de todos”.
Su gobierno fue popular: la izquierda ha logrado vencer a sus oponentes en todas las elecciones locales siguientes. Subvencionó el precio del billete del metro, ofreció ayudas a los pensionistas y las madres solteras y construyó autopistas elevadas. Sus críticos condenaron sus proyectos por ser supuestamente populistas, pero luego los copiaron en otras partes del país.
“Si miras cómo gobernó la Ciudad de México, estuvo lejos de ser radical”, afirma Carlos Bravo Regidor, profesor del Centro de Investigación y Docencia Económicas.
Mientras transformaba la Ciudad de México, Amlo comenzó a vislumbrar su máximo objetivo político: la presidencia. En 2006, en su primer intento, perdió por poco y alegó que fue víctima de un fraude electoral, liderando una ocupación en el corazón político de la Ciudad de México que duró meses. En 2012 volvió a ser derrotado.
Desde su segunda derrota, Amlo ha intentado presentar una imagen más moderada, decepcionando a algunos de sus seguidores de toda la vida, como Jaber, que ahora es abogada y esperaba tener un líder más radical. “Ya no es el revolucionario de aquella época”, se lamentó.
Revolucionario o no, a medida que se acerca el día de las elecciones, muchos analistas están convencidos de que Amlo está en una posición invencible, incluso cuando un sondeo reciente concluyó que su principal oponente está ganando terreno.
Castañeda dice que está trabajando jornadas de 16 horas para dar la vuelta la carrera y que su candidato, Anaya, tiene “posibilidades razonables” de asegurarse de que la tercera no sea la vencida para Amlo. Si en las próximas semanas se concretase una gran coalición antiAmlo, eso sería posible.
Sin embargo, Castañeda admite que en este momento hay una diferencia “relativamente grande” entre los candidatos. Muchos votantes mexicanos están tan hartos del sistema que piensan: “Queremos deshacernos de estos tíos y darle a este otro una oportunidad”.
Amlo y sus seguidores esperan que el 1 de julio finalmente le den esa oportunidad.
Traducido por Lucía Balducci