Pasar más de tres horas en el coche todos los días es algo habitual para Daniel Gretz. Trabaja como vigilante de seguridad en Milpitas, que está en el sur del Área de la Bahía de California. Cada mañana, coge el vehículo y conduce unos 156 kilómetros por la autovía 101 desde Greenfield, donde vive con la familia de su hermano.
Gretz creció en la ciudad cercana de Cupertino. Con el paso de los años, ha visto dispararse el precio de la vivienda y de los alquileres. “Cada vez más gente se está trasladando fuera de la Bahía y luego se desplaza todos los días para trabajar”, explica el vigilante. Hace cinco años, cuando se mudó a Greenfield, tardaba en llegar “una hora y cuarto como mucho”. “Ahora, en un buen día, es hora y cuarenta y cinco. Los viernes, salgo del trabajo a las 16:30 y no llego a casa hasta las 19”, añade.
Si quiere sobrevivir con un salario de 15 dólares (13 euros) por hora, Gretz cree que no le queda otra opción que recorrerse la carretera todos los días. Vivir más cerca de Milpitas y San José implicaría un alquiler que se llevaría la mayor parte de su nómina. Mientras California se convierte en el primer estado en aprobar un salario mínimo de 15 dólares/hora, surge la pregunta: ¿es suficiente?
El lunes, el gobernador de California, Jerry Brown, ratificará una ley que incrementará el salario mínimo del estado de forma gradual durante seis años, hasta que alcance los 15 dólares por hora en 2022. San Francisco, gracias a un referéndum de 2014, tendrá ese salario mínimo ya en julio de 2018. Y mientras los 15 dólares beneficiarán a muchos de los trabajadores de California que cobran sueldos más bajos, en el Área de la Bahía apenas da para vivir. Los sueldos, estancados, no han seguido el ritmo de los alquileres, que han crecido por encima del 10% anual.
En busca de arrendamientos más baratos, los habitantes del Área de la Bahía se han ido a vivir más lejos de sus empleos. A menudo viajan de una ciudad a otra de la zona para trabajar. Según el censo de EEUU, la mayoría de los trabajadores del Área tardan unos 30 minutos en llegar a su puesto laboral. Sin embargo, los que ganan 15 dólares o menos pueden tardar a veces entre una y dos horas por trayecto.
El Área de la Bahía está formada por 101 ciudades y nueve condados, y abarca unos 18.000 kilómetros cuadrados. Más de siete millones de personas viven ahí. Para hacerse una idea de las dimensiones de la zona, la ciudad de Nueva York –en la que viven más de ocho millones de personas– solo tiene 790 kilómetros cuadrados. El Área de la Bahía es unas 23 veces más grande.
Las ciudades más caras para alquilar piso
Encima de un bar en la calle Mission de San Francisco hay un espacio abierto en el que la juventud del barrio se reúne casi todos los días. Pertenece a Homies Organizing the Mission to Empower Youth (Homey), una entidad centrada en ayudar a la juventud en riesgo. Cerca de las escaleras del segundo piso, hay una pizarra. Sobre ella se puede leer en letras rojas: “El día de la mudanza es un horror”.
La organización que alquilaba el espacio de encima de Homey ha sido desahuciada hace poco y se acaba de trasladar, explica el director de operaciones de Homey, Carlos Gutiérrez, al ser preguntado por la nota. Su organización pudo prorrogar el arrendamiento, pero el precio casi se ha duplicado. La mayoría de quienes trabajan en Homey han crecido en Mission, pero en los últimos años se han tenido que trasladar a lugares como Oakland y Stockton después de que les hayan desahuciado o les hayan subido demasiado el alquiler. Ir en coche de Stockton a San Francisco supone unas dos horas de trayecto.
“La gente que ha nacido en San Francisco no se puede permitir vivir en San Francisco”, explica Gutiérrez, de 36 años, que se ha mudado a Oakland con su hijo adolescente. Como consecuencia, señala, San Francisco se ha convertido en una ciudad de largos traslados para ir a trabajar.
San Francisco, Oakland y San José –ciudades del Área de la Bahía– están entre las diez ciudades más caras para alquilar un apartamento de una habitación, según Zumper, una startup que pone en contacto a propietarios e inquilinos para alquilar viviendas. En diciembre, el alquiler medio para un piso de una habitación en San Francisco fue 3.500 dólares (unos 3.070 euros), el más alto del país. Con 2.190 dólares, Oakland fue la cuarta ciudad más cara y San José, la sexta, con un alquiler medio de 2.130 dólares.
En Oakland, donde vive Gutiérrez, el alquiler de pisos de una habitación creció un 19% en 2015. El de dos habitaciones, un 13,3%, hasta los 2.550 dólares (en torno a 2240 euros). En Estados Unidos, una vivienda asequible se define como aquella que cueste en torno al 30% del salario mensual. Para que un apartamento de una habitación de 2.190 dólares sea asumible, habría que cobrar entonces unos 7.300 dólares al mes (6.400 euros), es decir, 87.600 dólares al año. ¿Cuál es el salario anual para alguien que gana 15 dólares por hora? Un poco más de 31.200 dólares.
Por su trabajo en Homey, Gutiérrez gana entre 30.000 y 35.000 dólares al año (26.000-31.000 euros). Su alquiler en Oakland cuesta 1.200 dólares. Después de impuestos, la vivienda se lleva más de la mitad de su salario neto. Sus trayectos diarios en tren al trabajo también suman. Además, tiene más de 40.000 dólares en préstamos por sus estudios. A pesar de todo, no puede imaginarse irse de la zona de San Francisco y de la comunidad en la que ha crecido y por la que se preocupa. “Estamos aquí para quedarnos. No pueden deshacerse de nosotros. Ninguno de nosotros se irá a ninguna parte”, sentencia.
“Somos gente cucaracha”, bromea Robert Eligio Alfaro, director ejecutivo de Homey, que se sienta enfrente de Gutiérrez. “Encontramos la manera de quedarnos aquí, de estar aquí”, responde Gutiérrez.
Alfaro afirma que fueron las comunidades de etnias diversas las que han hecho de San Francisco lo que es hoy. “Y de ninguna manera estas personas van a abandonar sus comunidades ni se las van a entregar a alguien que tenga más dinero”, defiende.
Las organizaciones como Homey han trabajado con otras entidades que luchan contra problemáticas como la vivienda asequible y para las personas con pocos recursos. Según Alfaro y Gutiérrez, los dos objetivos tienen una relación estrecha, ya que el problema de las personas sin hogar, los desplazamientos de un lugar a otro y la sensación de inseguridad sobre la vivienda pueden contribuir a un incremento de la juventud en riesgo.
Bajada de salario de 24 a 14 dólares por hora
Como muchos de los trabajadores de Homey, Daniel Gretz no siempre tardó tanto en llegar al trabajo. En 2011, durante la recesión, alguien adquirió la empresa de seguridad en la que trabajaba. Después le dijeron que le reducirían el salario de 24 a 14 dólares por hora.
“Básicamente me dijeron: 'Empieza a actualizar tu currículum'. No pensaron que me quedaría, pero era mejor tener una nómina que nada en absoluto”, explica. En aquel momento, la tasa de desempleo de Estados Unidos estaba aún entre el 8 y el 9%. “Todo el mundo pasaba apuros de alguna manera, no era el mejor momento para encontrar otra cosa”.
Cuando aún ganaba 24 dólares por hora, Gretz alquiló un estudio por 1.100 dólares al mes. Cuando el precio subió y le bajaron el sueldo, mantener una vivienda para él solo no era económicamente posible. “Cuando te quitan la alfombra que estás pisando y ganas 10 dólares menos por hora, tienes que hacer ajustes económicos graves”, indica. En los meses siguientes, refinanció su coche, se apoyó demasiado en sus tarjetas de crédito y se trasladó a vivir con su hermano discapacitado, que acababa de comprar una casa para su familia. Y aunque esa vivienda estaba a unos 160 kilómetros de su trabajo, aclara que si aceptase trabajos más cercanos, le pagarían menos.
A Gretz, que ha intentado de forma activa movilizar en un sindicato a los vigilantes de seguridad del Área de la Bahía, le han subido hace poco un dólar y ahora cobra 15 dólares por hora. Le parece “asombroso” cómo llega a fin de mes la gente que gana el salario mínimo, que actualmente está en 10 dólares por hora en California y en 12,25 en San Francisco. “Si yo tengo dificultades, ¿cómo deben de estar pasándolo ellos?”, se pregunta.
Una de las personas que están pasando apuros es Ernestina “Tina” Sandoval, de 40 años, que vive fuera de San Francisco, en Richmond. Trabaja por las noches, en turnos desde las 22 hasta las 6 en un McDonald's. Le pagan 11,52 dólares (10,10 euros) por hora.
Sandoval tiene dos hijos, una de 17 años y uno de 10, y a menudo le cuesta llegar a fin de mes. Para ahorrar, a menudo va a pie al trabajo, en lo que tarda una media hora. “Entre mi hija y yo, prefiero que mi hija tenga esos cinco dólares. Es adolescente. Necesita algo de dinero para la comida”, explica.
Para ella, la diferencia entre ganar 11,52 ó 15 dólares por hora significa seguir alquilando una habitación para los tres en casa de un familiar o mudarse a una vivienda propia de una habitación. “Por el momento, alquilo una habitación de una casa. Solo una habitación. Es todo lo que me puedo permitir”, dice. Aun así, esa habitación es más de lo que su familia tenía hace algunos años, cuando perdieron su casa durante la recesión.
“Fui a la Policía y dije: 'No tengo hogar y no sé qué hacer'”, relata. Los agentes la ayudaron a entrar en un albergue familiar de Richmond, justo en frente del McDonald's, donde pidió un empleo. Durante los ocho meses siguientes, Sandoval siguió viviendo en el albergue y trabajando en el restaurante en el que aún sigue.
Ahora, sigue peleando por los 15 dólares por hora, un salario que considera que McDonald's, una empresa multimillonaria, puede permitirse. “Esos 15 dólares marcarían una gran diferencia”, asegura.
Traducción de Jaime Sevilla Lorenzo