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Opinión

El nuevo test rápido anunciado por la OMS puede cambiar (para bien) el curso de la pandemia

Un test rápido de COVID-19.

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Ya sea sarampión, tuberculosis o COVID-19, los principios para gestionar brotes de enfermedades infecciosas son siempre los mismos: identificar a los contagiados haciendo pruebas, averiguar dónde se contagiaron y quiénes pueden haber sido contagiados por ellos rastreando sus contactos, y detener la propagación pidiendo a los afectados que se aíslen. A las personas contagiadas hay que darles tratamiento para modificar la evolución de la enfermedad.

Suena sencillo, ¿verdad? Pues ahora piensen en aplicar esa estrategia a escala global y para una enfermedad de la que nadie sabía nada hace 12 meses. Aquí es cuando hacen falta instituciones como la Organización Mundial de la Salud (OMS), por su liderazgo, experiencia y capacidad de coordinación.

La OMS lleva trabajando con varios grupos desde principios de año en el desarrollo de programas de pruebas, rastreo y aislamiento para el coronavirus. Con razón, ha defendido que estos programas deberían ser accesibles para todas las personas, independientemente del lugar del mundo donde vivan.

El problema es que hacer pruebas de COVID-19 es caro y en muchos países faltan los laboratorios necesarios para analizarlas. Lo más común es que estas pruebas se hagan usando la reacción en cadena de la polimerasa (PCR, por sus siglas en inglés), unos test que requieren a menudo trabajadores sanitarios capacitados para obtener las muestras y laboratorios dotados de personal altamente cualificado.

En este contexto, el reciente anuncio de la OMS sobre el nuevo tipo de test para la COVID-19 que se pondrá en marcha en todo el mundo puede ser pionero. Las dos nuevas versiones de pruebas rápidas de antígenos, una fabricada en Estados Unidos y la otra en Corea del Sur, son tan sencillas de usar como una prueba de embarazo y llegarán a los países de ingresos medios y bajos por menos de 5 dólares la unidad.

Resultados en 30 minutos

Es importante destacar que no necesitan laboratorios ni equipo científico para obtener los resultados. Por ahora siguen requiriendo un hisopo clínico, pero ya están trabajando en pruebas similares que solo necesiten muestras de saliva o nasales, más fáciles de obtener. Uno de los test ya cuenta con la aprobación de emergencia de la OMS y se espera que la otra la obtenga en breve.

Los antígenos de SARS-CoV-2 que detectan las nuevas pruebas de diagnóstico rápido son proteínas del virus, no parte de su material genético. A diferencia de las PCR, que pueden tardar horas o hasta días en producir un resultado, las nuevas pruebas lo obtienen en menos de 30 minutos.

Tras probarlas en comunidades con altos niveles de transmisión se ha demostrado que la mayor eficacia de estas nuevas pruebas se da dos días antes de la aparición de síntomas y entre cinco y siete días después de esos primeros síntomas. Este es el momento en el que la cantidad de virus presente en una persona, lo que se conoce como carga viral, está en su punto máximo.

La proporción de personas no contagiadas que dan negativo en estas nuevas pruebas de antígenos, también conocida como la “especificidad”, es comparable a la de las pruebas PCR. También es similar su “sensibilidad”, es decir, la proporción de personas que sí están contagiadas y dan positivo.

El coronavirus ha agrandado las desigualdades mundiales en el acceso a la atención sanitaria. Los países de ingresos altos están en un nivel de 290 pruebas por cada 100.000 habitantes, mientras que los de ingresos bajos rondan las 14 pruebas por cada 100.000. La capacidad de los países de ingresos medios y bajos para contener el virus y evitar que se propague se ha visto limitada por la falta de pruebas extensibles, asequibles, fiables y fáciles de usar. Los dos nuevos test de diagnóstico rápido son un paso importante en ese sentido.

Pero no solo son significativos para ellos. También pueden ser útiles en países de altos ingresos como Reino Unido, donde la capacidad de diagnóstico ha demostrado ser lenta y poco eficiente frente a un virus que se propaga con rapidez. Estos nuevos test podrían servir para brotes localizados cuando la demanda de PCR supera a la capacidad de las instalaciones médicas.

La OMS está trabajando para implantar estas pruebas en todo el mundo, particularmente en las partes de África y América Latina que hoy no tienen acceso a un número suficiente de pruebas. Ya se han reservado 120 millones de unidades de los nuevos test, que se distribuirán a partir del próximo mes. Pero la OMS solo tiene una cantidad inicial de fondos (50 millones) para pagar este programa. Para garantizar que llegue al mayor número posible de personas necesita con urgencia más financiación.

Aunque las pruebas PCR sigan siendo el criterio de referencia, los nuevos test rápidos de antígenos son una herramienta útil para gestionar la pandemia. Como hemos escuchado más de una vez a lo largo de esta crisis, los virus no respetan las fronteras nacionales. Por lo tanto, es fundamental que todos los países sean capaces de hacer de manera eficaz los programas de pruebas, rastreo de contactos y aislamiento. Garantizar que los países de bajos recursos dispongan de pruebas baratas, fáciles y fiables no es solo una cuestión moral. Desde el punto de vista científico, también es la mejor decisión.

Charlotte Summers es profesora de medicina intensiva en la Universidad de Cambridge.

Traducido por Francisco de Zárate

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