Un periódico local de Ohio de 150 años de historia y famoso por luchar contra el KKK y la mafia anuncia el cierre
En los años veinte, el Ku Klux Klan comenzó a reunirse con regularidad frente a la casa de William F. Maag Jr en Youngstown. Maag era el dueño de The Vindicator, un periódico que, a diferencia del resto de cabeceras en esa zona entonces próspera de Ohio, estaba dispuesto a criticar a los miembros de la organización racista.
Trataron de intimidarle y no lo lograron. Cuando grupos de hombres a caballo, vestidos con túnicas y capirotes blancos, quemaban cruces y esgrimían rifles y pistolas en actitud amenazante, los miembros de la familia Maag se enfrentaban a ellos. No se arredraron. Mientras tanto, The Vindicator seguía haciendo públicos los lazos de algunos funcionarios locales con el Klan.
Esa actitud de desafío marcó, durante décadas, el tono del periodismo de investigación y combativo de The Vindicator, que informó sobre la mafia, el Gobierno y las grandes empresas –incluidos sus propios anunciantes– de manera implacable.
Pero ya no sucederá más. Poco después de celebrar los 150 años desde la publicación de su primer número, una devastadora noticia se abalanzó sobre muchos de los habitantes de Youngstown y el circundante Valle de Mahoning. The Vindicator cerrará a finales de agosto. Para siempre.
El cierre del diario significa que, en apenas unas semanas, Youngstown será la ciudad más grande de Estados Unidos sin un periódico de información generalista, el último de los ataques contra la línea de flotación de la industria de los medios en Estados Unidos. Según la Universidad de Carolina del Norte, desde 2004, han cerrado más de 2.000 periódicos en el país. Al menos 1300 localidades han perdido la cobertura de sus noticias locales en los últimos 15 años. En julio, un estudio del Pew Research Center, informó que el número de periodistas en EEUU ha disminuido en un 47 por ciento entre 2008 y 2018.
Lo sucedido con The Vindicator supone el triste final de una larga historia de lucha contra la injusticia, que se remonta a aquellos días de enfrentamientos con el KKK. Esa valentía es de lo que Mark Brown, nieto de Maag y representante de la cuarta generación de propietarios del diario, está más orgulloso.
“Creo que en el primer lugar de la lista está la pelea con el Klan. Se trató de una cuestión de justicia social básica. El Klan intentó que esta zona se convirtiera en su centro de actuación para el norte del país. Tuvieron mucho apoyo y nos pusimos enfrente con determinación. Creo que en lo fundamental tuvimos éxito”, explica Brown.
La desaparición de The Vindicator es, si cabe, mortificante. El periódico, que ha ganado múltiples premios, celebró su 150 aniversario recordando su primer número, de cuatro páginas, que hoy cuelga en la pared de la redacción de Youngstown. En tinta, incluye una pieza sobre un niño que había perdido los dientes por la patada de un caballo, un artículo sobre un granjero y sus dos hijos (el madrugador y el perezoso sin remisión) y un reportaje sobre el caudal del río Mahoning.
El cierre del diario añade más dolor a una comunidad asentada en la región aquejada conocida como el “Cinturón del óxido”. La población de Youngstown ha caído a la mitad de la que tenía en 1970, cuando la industria del acero local comenzó a disminuir de tamaño. En 2007, tenía el ingreso medio más bajo de entre todas las ciudades de más de 65.000 habitantes de Estados Unidos. En un discurso de Trump en Youngstown en 2017, el presidente dijo, “[Todos los empleos] van a regresar”. Pero la planta cercana de General Motors, en Lordstown, cerró sus puertas en noviembre de 2018.
Tras el cierre de las acerías, siguieron las industrias auxiliares y decenas de miles de personas dejaron la ciudad para buscar trabajo en otros lugares. Sin embargo, algunos se quedaron y hoy, en Youngstown y en el Valle de Mahoning, permanecen los habitantes de mayor edad, que se han quedado solos.
Mark Sweetwood, editor gerente de The Vindicator lo explica así: “Aún quedan barrios habitados por gentiles damas ancianas que han visto a sus hijos migrar en busca de empleo y morir a sus maridos. Pero ya no se conocen las unas a las otras. Ni a sus vecinos. A veces, ni siquiera quedan vecinos”.
Sweetwood añade que “muchas, tantas veces, me han llamado y me han dicho, literalmente, que 'The Vindicator es mi único amigo'. Lo he oído una y otra y otra vez. Me persigue”.
Los empleados del periódico también han recibido un varapalo. Algunos llevan en él la mayor parte de sus vidas. “The Vindicator es mi identidad. Sin el periódico no tengo identidad en la comunidad”, dijo el columnista y responsable de las editoriales, Bertram de Souza, de 69 años, con más de 40 en la empresa, que fue, además, el primer redactor negro contratado para escribir de política. De Souza llegó a Estados Unidos a los 19 años desde su Uganda natal, cuando el Presidente Idi Amin expulsó a todas las personas de origen asiático del país, y se mudó a Youngstown para trabajar en el periódico.
“Voy a dejar la ciudad. Sin The Vindicator no tengo ninguna razón de peso para vivir en Youngstown. Seguir viviendo aquí sin estar asociado al diario no tiene sentido. Puedo vivir en cualquier otro lugar del mundo”.
The Vindicator se hizo un nombre abordando las relaciones entre la mafia y funcionarios corruptos. El trabajo de De Souza y otros reporteros a finales de la década de los 80 contribuyó a las condenas de casi 70 mafiosos, empresarios y funcionarios.
Pese a la calidad de las coberturas, las ventas llevan descendiendo cuarenta años. De los 100.000 ejemplares diarios que vendía a finales de los 70 –160.000 los domingos– hoy venden apenas 25.000 entre semana y 32.000 los domingos. El periódico ha perdido dinero en 20 de los últimos 22 años. Esas pérdidas han sido cubiertas por los fondos de la familia propietaria, explica Mark Brown, que trató de vender el diario, sin éxito. También trató de implantar un muro de pago, pero las suscripciones no llegaron. Terminar con el papel y convertirlo en una empresa digital tuvo el mismo resultado.
“La muerte de los periódicos es, en mi opinión, espantosa para la democracia. Creo que los periódicos no han sido apreciados lo suficiente, en tanto el control que ejercen sobre el gobierno. Para evitar la corrupción, para que la gente tuviera que actuar con honestidad”, señala Brown.
Y agregó: “Eso es lo que más me asusta. No estoy seguro de quien ejerce de contrapeso ahora. Y es necesario. La historia nos muestra que necesitas ese equilibrio para que la democracia se mantenga. Y estamos a punto de perderlo”.
The Vindicator ha pertenecido a la familia de Brown durante 132 años. A sus 89 años, Betty Brown Jagnow, la madre de Mark Brown, ha sido editora general del periódico los últimos 38. Ha trabajado en el diario un total de 71 años. Le cuesta asumir el cierre. “Podría llorar. Ha sido toda mi vida y nunca me he arrepentido. Ha sido una experiencia maravillosa”, cuenta Brown Jagnow.
El primer día de trabajo de Brown Jagnow, a los 18 años, fue el día de los inocentes de abril de 1948. Pese a su edad, aún pasa por la redacción tres días por semana y trabaja junto a su hijo y el resto del equipo. Su mandato ha sido una experiencia digna de recordar, si se considera que su intención inicial no era la de trabajar allí y que sólo accedió a presentarse a una entrevista cuando su pastor espiritual se lo recomendó. “Fue lo mejor que pudo sucederme”, dice Brown Jagnow.
Para los últimos números de The Vindicator, el gerente Mark Sweetwood cuenta que la redacción planea un “buen funeral vikingo chapado a la antigua”. La última semana publicarán cada día historias exclusivas, junto a artículos recordando el pasado del diario. Tras 150 años de reporteo y escritura, los últimos ejemplares de The Vindicator llegarán a los estantes el sábado 31 de agosto. Ese día caerá el telón de una ilustre historia y Youngstown se quedará sin su fuente de noticias de confianza.