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Las playas desiertas de Tailandia: la pandemia deja casi vacías las islas más saturadas de turismo

Rebecca Ratcliffe

Chaweng (Tailandia) —

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La calles de Koh Samui, uno de los destinos turísticos más populares de Tailandia, están demasiado tranquilas. Resulta misterioso. A lo largo de la carretera de la playa de Chaweng, habitualmente ruidosa y fiestera, se ven tiendas cerradas se mire donde se mire.

Antes de la pandemia de coronavirus, rebosaba tráfico. Ahora, los taxistas se sientan a los lados de la carretera y no cuentan con encontrar clientes. Por donde un día caminaban personas en bañador tostándose al sol, en busca de souvenirs o una copa en las terrazas de bares pintados por la luz de los neones, hoy camina sin rumbo un perro solitario.

Las idílicas playas de arena blanca de Samui lucen vacías. Nadie las pasea.

El año pasado viajaron a Tailandia unos 40 millones de turistas. Cocina, templos y playas han atraído a cada vez más visitantes. Pero según los datos de la Autoridad de Turismo de Tailandia (TAT), en 2020 el país pelea por lograr al menos la cuarta parte de esos visitantes.

El turismo se detuvo en abril, cuando Tailandia impuso la prohibición de ingreso a todo vuelo con pasajeros. El país, que por el momento ha sido capaz de contener la Covid-19, con 3.255 casos y 58 fallecimientos, debate ahora crear burbujas de viaje relacionadas con algunos países vecinos en los que la situación presenta pocos riesgos.

Nadie sabe cuando se pondrá en marcha ese planteamiento. Por ahora las fronteras siguen cerradas al turismo.

El sector de las agencias de viaje ya ha sufrido otras crisis devastadoras: el tsunami de 2004, la gripe aviar o los brotes de Sars. Pero según Tanes Petsuwan, segundo al mando en el departamento de marketing de la TAT, el impacto de la pandemia de coronavirus, más allá de cualquier experiencia previa, no tiene comparación. En crisis anteriores los ingresos llegaron a caer un 20 por ciento. Calculan que la crisis de este año provoque una caída del 80 por ciento. “Un impacto inmenso”, dice.

Aún peor, la economía tailandesa es cada vez más dependiente del turismo, responsable de casi el 20 por ciento del producto interior bruto del país, según datos del propio Petsuwan. Afirma que el turismo emplea, desde las agencias de viajes y transportes al sector de la hostelería, a 4,4 millones de personas en todo el país.

En Samui, muchos llevan meses sin trabajar. Antes del coronavirus, Jarunee Kasorn, que trabaja en un local que ofrece masajes en Chaweng, dice que sus colegas estarían listos para recibir hasta 90 clientes al día. Son uno de los pocos negocios abiertos en la carretera de la playa, pero lo que están viendo es que pasan días enteros sin un solo cliente. “Si no hay turistas, no hay negocio”, dice. La mayor parte de los 20 empleados del local ya han dejado la isla y regresado con sus familias en otros lugares del país.

Aunque se ofrecieron algunas ayudas sociales, modestas, a los trabajadores afectados por los confinamientos, ya se han acabado. Ta Sasiwinom, que acaba de abrir su puesto en un mercado al aire libre en Fishermen’s Village, una calle peatonal de la isla, afirma que “hay mucha gente que dice que no moriremos por la COVID-19 sino porque no tendremos nada para comer”. Estos meses están siendo muy complicados para ella y sus dos hijas. “Cocinamos cosas más baratas, comemos huevos y arroz, arroz y huevos”, explica.

Parte del mercado y de la playa cercana han comenzado a regresar a la vida. Hay grupos de visitantes y algunos habitantes del lugar buscando descuentos, pero no se acerca ni por asomo a las cantidades de gente que recibía antes. Entre los compradores hay turistas atrapados, extranjeros que viven en Tailandia y algunos tailandeses. El gobierno promueve que sus nacionales hagan viajes internos a través de un paquete de estímulo que ofrece reservas a precios subvencionados.

Esa propuesta, la de poder pasar un puente, un fin de semana largo, cerca y sin necesidad de un largo desplazamiento, ha tenido éxito. Lloyd Maraville, Gerente de Nora Buri, un hotel con spa, dice que de las 144 habitaciones, 100 están vacías y que cuando llegue el puente festivo, espera poder llenar al menos 15 habitaciones más.

Las propuestas del gobierno, añade, “podrían sostener a los hoteles durante una temporada pero no son solución a largo plazo”. Las habitaciones se están reservando a precios mucho menores de lo habitual. “Tener beneficios está fuera del debate por el momento, sólo queremos mantener las instalaciones”.

Tanes Petsuwan, de la TAT, cree que una vez pueda regresar el turismo, la industria se manifestará en otra modalidad. Ya no será la misma. Y espera que el cambio sea a mejor. “Creo que es una buena oportunidad para que Tailandia forme y mejore los recursos humanos de la industria turística para que deje de ser un lugar masificado”. El turismo de masas y la dependencia de los grupos grandes, de los viajes organizados, cree, serán cosa del pasado.

Por ahora, en Samui, los negocios sólo piensan en sobrevivir. El mes pasado se supo que casi 100 hoteles que tenían dueños locales han tenido que vender sus establecimientos. Muchos no abrirán nunca más.

“Llevo 20 años viviendo aquí y estoy sorprendido, nunca pensé que podría ser así”, dice Rattanaporn Chadakarn, que gestiona un puesto en una calle peatonal. Nadie sabe cuanto durará la crisis. Por ahora, añade, todos esperan que el cielo reabra.

Traducido por Alberto Arce