La doctora Leana Wen asume esta semana el cargo de presidenta en Planned Parentthood, la organización sobre salud reproductiva más grande, más financiada y más vilipendiada de EEUU. Y lo hace en un momento en el que se están produciendo una serie de ataques sin precedentes contra los valores y el trabajo de esta organización.
La semana pasada, los votantes de Alabama aprobaron una legislación en favor de los derechos fetales; la Administración de Trump finalizó una normativa para permitir que los empleadores ya no tengan que pagar seguros médicos que proporcionan control de natalidad; y las mujeres liberales, todas juntas, contuvieron la respiración cuando una de sus líderes –la jueza del Tribunal Supremo de 85 años Ruth Bader Ginsburg, líder del ala liberal de la corte– fue hospitalizada con tres costillas rotas.
A todo esto, la respuesta de Wen es ir al ataque.
“Hay una enorme necesidad insatisfecha en todo el país y es nuestra obligación dar atención a todos los que la necesitan”, dijo Wen, con la convicción de un médico de urgencias que ha visto demasiadas cosas en muy poco tiempo. “Planeo expandir nuestros servicios y nuestro alcance”.
Prácticamente desde sus comienzos, Planned Parenthood ha sido una institución polémica. Esto fue hace más de cien años. Se trata del grupo proveedor de abortos en EEUU más utilizado, aunque defiende que el aborto constituye solo el 3% de sus servicios.
Sus médicos se dedican la mayor parte del tiempo a proporcionar anticonceptivos y pruebas de enfermedades de transmisión sexual. En los últimos años, el grupo ha sido una diana dentro de las guerras culturales, ya que los conservadores han tratado de desfinanciarla y regular para hacerla desaparecer.
Esta semana, Wen se convierte en la sexta presidenta de la organización y será la primera doctora en dirigir la organización en más de 50 años. Ella fue una refugiada que creció en la pobreza en la ciudad de Los Ángeles.
Wen emigró a EEUU desde Shanghai con sus padres cuando tenía siete años, justo después de la masacre de la plaza de Tiananmen. Creció en Los Ángeles, donde su padre trabajaba como director de tecnología en el Chinese Daily News y su madre, como maestra en una escuela primaria pública.
Al igual que uno de cada cinco estadounidenses de hoy en día, su familia dependía del Medicaid, el programa de seguro médico público de EEUU para gente con pocos recursos o con diversidad funcional. Tal y como una de cada cinco mujeres de EEUU, ella y su madre en algún momento fueron pacientes del Planned Parenthood. Wen es madre de un niño de 14 meses. Comenzó su carrera como médico de urgencias.
“Estamos en la peor crisis sanitaria de nuestro tiempo”
“No hay duda de que estamos en un estado de emergencia en torno a la salud de las mujeres”, dice la especialista. “Cuando una sociedad trata un tipo de asistencia sanitaria de forma diferente a las demás, es cuando llegamos al punto en el que estamos, que es dentro de la peor crisis sanitaria de nuestro tiempo”.
Wen le toma el relevo a Cecile Richards, una mujer que, después de una década al frente de la organización, era una figura simbólica de odio para la derecha. También era una figura que se utilizaba para irritar a las bases rabiosas de Trump y a los millones de personas que acudieron a las urnas para votar sobre el aborto por encima de cualquier otro problema.
Desde el nivel estatal hasta el federal, los republicanos han logrado aprobar las restricciones sobre la salud reproductiva y su financiación. También confirmaron, después de un sonado proceso, al juez católico Brett Kavanaugh para el Tribunal Supremo de EEUU.
Wen ha luchado en contra de estas políticas. En su trabajo como comisionada de salud de Baltimore (Maryland), Wen encabezó demandas contra la Administración Trump, incluyendo una que restauró los fondos para el programa de prevención de embarazos en adolescentes de la ciudad.
A pesar de todos estos desafíos, Wen también toma el relevo cuando Planned Parenthood y la asistencia sanitaria se han convertido en puntos de encuentro para la izquierda. Planned Parenthood experimentó un aumento de donaciones después de que Trump fuera elegido y fue un punto muy importante en la Marcha de las Mujeres de 2017. En las elecciones de mitad de mandato, el acceso a la salud y su coste fueron clave de la unión demócrata, y las historias de Wen del hospital general de Brigham & Women's y del hospital general de Massachusetts reflejan las narrativas con las que los demócratas se quedan perplejos.
“Puedo contarles un montón de historias de lo que sucede cuando la gente llega con una enfermedad. Pero la razón por la que tienen esa enfermedad no es solo por la simple enfermedad, es también porque no tenían seguro médico”, asegura.
Con poco más de 30 años, cuando era residente, examinó a una mujer que esperó más de un año a que le mirasen el bulto que tenía en un pecho, no tenía seguro médico. Le diagnosticaron cáncer de mama con metástasis y murió poco despúes, dejando a tres niños pequeños. También se acuerda de la mujer que tuvo un derrame cerebral porque dividió primero en mitades y después en cuartos su medicación para la presión arterial porque no podía costearlos. Vio a una mujer joven, sin pulso sobre una camilla, morir por culpa de un aborto clandestino.
“Creo de manera firme que la atención médica debe estar garantizada para todos, independientemente de nuestra capacidad de pago”, asegura Wen. “Sin tener en cuenta lo que parezcamos, de dónde venimos, nuestra situación migratoria o nuestro código postal. Todas las personas tienen que ser tratadas con compasión y con una atención de alta calidad. Y eso es lo que nuestra sociedad debe garantizar”.
“Probablemente somos la única organización de atención sanitaria que tiene presencia en los 50 estados”, asegura. Y es por eso, según explicó, por lo que quiere expandirse. “Nuestros centros de salud están comenzando a proporcionar atención de salud mental, prenatal y postparto”.
¿Debería haber un solo pagador en EEUU, tal como la propuesta que más de la mitad de los candidatos demócratas presentaron en las elecciones legislativas? Wen se queda a un paso de pedirla, pero dice esto sobre la atención médica: “Es un derecho humano básico”.
Traducido por Cristina Armunia Berges