Me gusta pasear por los cementerios antiguos y leer las lápidas. En Islandia, es costumbre grabar la profesión de la persona debajo de su nombre y, a medida que me hago mayor, me pregunto si mi lápida llevará grabado el título de “profesora”. Aunque me encanta mi trabajo, espero que no.
A lo largo de los siglos, las lápidas de las mujeres islandesas rara vez han tenido otro título que no fuera “ama de casa” o “esposa de [insertar el cargo del marido]”. Aunque en la actualidad las islandesas desempeñan todo tipo de trabajos, aún no hemos alcanzado la plena igualdad. Pero un paso importante en ese camino ha sido la reducción de la semana laboral de 40 horas a 36. Este cambio comenzó en 2019 en respuesta a la campaña de algunos de los principales sindicatos del país y tras el éxito de las pruebas piloto en las que participó más del 1% de la población trabajadora de Islandia. Como resultado, cerca del 90% de la población activa del país trabaja ahora menos horas o tiene derecho a reducir su semana laboral.
Otros países se plantean seguir el ejemplo de Islandia. Alemania, Portugal, España y el Reino Unido han puesto o están poniendo en marcha proyectos piloto similares. Y hace un año, Bélgica se convirtió en el primer país de la UE en legislar una semana laboral de cuatro días para aquellos trabajadores que quieran acogerse a este modelo. Sin embargo, a diferencia del modelo islandés, quien decide trabajar cuatro días en Bélgica tiene que compensar el día no trabajado a lo largo de los cuatro días trabajados. Quizá por eso menos del 1% de la gente ha pedido la semana de 4 días.
¿Cómo ha funcionado la semana laboral reducida en Islandia? Antes era más común que las mujeres islandesas trabajaran a tiempo parcial para poder conciliar trabajo y familia. Desde 2019, esto ha supuesto un paso hacia una mayor igualdad porque nuestra semana laboral más corta también ha hecho posible que las personas (en su mayoría mujeres) que trabajaban 36 horas como trabajo a tiempo parcial tengan un trabajo a tiempo completo con el mismo horario. Y los empleos a tiempo completo vienen acompañados de mejores salarios y condiciones por trabajar las mismas horas que antes.
El cambio también ha dado a muchos hombres que siempre estaban atrapados en el trabajo la flexibilidad necesaria para implicarse más en el día a día de sus hijos.
Tumi, mi marido, trabaja en una oficina gubernamental. Al principio, optó por trabajar hasta mediodía todos los viernes, pero pronto decidió trabajar dos viernes completos y tener dos viernes libres al mes. En sus días libres, le encanta dormir hasta tarde, hacer largas llamadas telefónicas a personas de su grupo de amantes de las palomas mientras limpia la cocina, antes de ir a librerías en busca de libros interesantes. Además, llega a casa a tiempo para recoger a nuestro hijo del colegio a las 13.40 horas. Como los demás días lo recojo yo, cada dos viernes por la tarde tengo la libertad de quedar con amigos para charlar, hacer voluntariado o simplemente ir a la piscina, lo cual es un cambio radical para una profesora cansada que quiere escapar del agotamiento.
La mayoría de nosotros conocemos esa sensación de felicidad del día antes de irnos de vacaciones. Es una sensación de ligereza y libertad. Ahora mi marido disfruta de esa sensación dos veces al mes y no tengo que recordar qué semana es, porque los jueves por la tarde puedo verlo reflejado en su rostro.
Como soy profesora de secundaria, técnicamente no me he podido beneficiar de este nuevo modelo laboral, ya que mi trabajo sigue considerándose de 40 horas semanales. Sin embargo, sólo 26 horas a la semana las paso realmente dando clase. El resto del tiempo se dedica a reuniones, corrección y preparación de las clases. Tenemos libertad para organizar esas horas no lectivas, lo que significa que, al trabajar un poco más algunos días, también puedo librar los viernes por la tarde que mi marido tiene libres.
Los administradores, conserjes, limpiadores y personal de cocina de la escuela pertenecen a otros sindicatos y ahora tienen una semana laboral más corta, y hemos cambiado nuestro horario para que haya menos clases por la tarde los viernes. El personal está contento y los alumnos no han protestado.
Las empresas e instituciones tienen necesidades diferentes y, obviamente, no todo el mundo puede cerrar su negocio al mediodía una vez a la semana. Algunos empleados han reducido sus pausas para el café y sus almuerzos, y la gente ha tenido que replantearse cómo se planifica el trabajo, qué reuniones pueden ser más cortas, cuáles pueden ser virtuales o qué decisiones pueden tomarse por correo electrónico sin que haga falta una reunión.
Por supuesto, siempre hay gente que prefiere el modelo anterior y aún no hemos solucionado todos los retos que puede suponer una semana laboral más corta, como el estrés que sufren algunas personas si salen pronto de la oficina, pero se les sigue acumulando el trabajo.
Definitivamente, no ha sido sencillo, y no se aplica a todos los trabajos, pero todos los datos cualitativos y cuantitativos indican que a la mayoría de las personas que han reducido su horario están contentas: la satisfacción laboral ha aumentado, el estrés se ha reducido y los empleados se sienten más felices en el trabajo.
Y en contra de los temores de que la productividad y la prestación de servicios se puedan ver afectados con una semana laboral más corta, nada más alejado de la realidad. Numerosas investigaciones han demostrado que se han mantenido igual o incluso han mejorado, a veces simplemente suprimiendo pausas más largas para el café o priorizando mejor el trabajo.
Mi amiga Bára trabaja en un gran concesionario de automóviles. Me explicó cómo el personal se reunió para idear la manera de implantar una semana laboral más corta sin afectar a sus clientes. Ahora, los oficinistas pueden elegir terminar antes cada día, tener medio día libre a la semana o un día entero libre cada dos semanas, mientras que los mecánicos cambiaron sus turnos, pero arreglan el mismo número de automóviles a tiempo. Bára me dice que el personal está contento con los cambios y que ninguno de ellos, jefes incluidos, volvería a la situación anterior.
Y no pasamos nuestras horas libres yendo al médico o asistiendo a reuniones en los colegios de nuestros hijos. En Islandia siempre hemos tenido derecho a hacer estas reuniones o trámites en horario laboral sin que nos descontaran el sueldo. Nada de eso ha cambiado.
En lugar de eso, aprovechamos esas valiosas horas para hacer deporte, ir a la peluquería, ir de compras y reunirnos con amigos sin tener la sensación de estar perdiendo tiempo de calidad en familia.
Una ventaja añadida para los que vivimos en Reikiavik, la capital, es que se ha reducido el tráfico habitual de las horas punta de los viernes, lo que hace que desplazarse por la ciudad sea mucho más fácil y agradable.
Cambios como este en nuestra forma de trabajar pueden parecer imposibles, pero se pueden hacer si la gente se une y se replantea la forma de trabajar. Soy profesora a tiempo completo, pero también soy madre, esposa, hija, hermana y amiga, y disponer de unas horas extra cada dos semanas cuando mi marido está libre para ocuparse del cuidado de nuestra familia me permite desempeñar mejor todos estos papeles. También soy una mujer a la que le gusta pasear por los cementerios y reflexionar sobre el sentido de la vida. Y ahora dispongo de más tiempo para hacerlo.
La UE, un tema divisivo en la agenda electoral
Este sábado, los ciudadanos de Islandia acuden a las urnas en unas elecciones legislativas adelantadas casi un año antes del final de la legislatura. Estos comicios también ponen fin a la crisis política que comenzó en abril, cuando Katrín Jakobsdóttir, líder del Movimiento de Izquierda-Verde, dimitió para competir en las elecciones presidenciales de junio, en las que fue derrotada por Halla Tómasdóttir, una empresaria independiente que centró su campaña en temas como la salud mental de los jóvenes, el desarrollo del turismo y el impacto de la inteligencia artificial.
Según las encuestas, la Alianza Socialdemócrata, con un 21,8 % de intención de voto, lidera las preferencias, mientras los tres partidos que formaron la coalición gobernante —ecologistas, conservadores y liberales— afrontan un notable retroceso. Reforma, el partido liberal, alcanza el 17,6 %, seguido por el Partido de la Independencia, liderado por el primer ministro Bjarni Benediktsson, con un 14,7 %. De ser así, sería la segunda vez desde que Islandia se separó de Dinamarca en 1944 en la que el Partido de la Independencia pierde unas elecciones generales, explica EFE.
Tanto los socialdemócratas como Reforma son las únicas fuerzas abiertamente a favor de la integración en la Unión Europea. Por su parte, Katrín Gunnarsdóttir, líder de Reforma, ha prometido reanudar las negociaciones de ingreso de manera inmediata si llega al poder, mientras que la líder socialdemócrata, Kristrún Frostadóttir, ha adoptado un enfoque más cauto. En ese sentido, la cuestión europea sigue dividiendo a la sociedad islandesa, que pertenece al Espacio Económico Europeo (EEE) y mantiene una postura mayoritariamente contraria a la adhesión, salvo en momentos de grave crisis económica. Pese a ello, ninguna de las encuestas otorga mayoría suficiente al partido socialdemócrata y a Reforma para gobernar juntos, por lo que necesitarían de al menos otra fuerza política en caso de que se cumplan los pronósticos.
María Hjálmtýsdóttir es activista y profesora de secundaria en Kópavogur (Islandia). El artículo ha sido actualizado con informaciones de EFE por eldiario.es
Traducción por Emma Reverter